Capítulo 7

332 39 2
                                    

En cuanto entro al edificio, corrió a su piso para entrar y empacar todo lo poco que tenían, pero que valía demasiado para ellos, escuchaba a los oficiales echar a todos, haciendo uso de la fuerza, las mujeres que habitaban allí gritaban asustadas, los niños lloraban y rogaban que no los separaran de sus madres, los oficiales insultaban, rompían y destrozaban el inmueble, aquel lugar era un desastre, pero era todo lo que una persona como ellos o incluso el, podía considerar como un tesoro, se sentía tan jodidamente destrozado, era como revivir el pasado de su niñez, solo que ahora no era un niño asustadizo, orinado del miedo y presenciando a su familia acabada.

Sorbió su nariz, apretujando sobre su pecho las pertenencias que había logrado rescatar, salió de allí con la cabeza agachada, no podía mirar lo que sucedía a su alrededor, era demasiado para el y es que, ver a sus vecinos pasar por esa situación, era realmente una pena. Esperaba no encontrarse con Conway cuando estuviera abajo, porque entonces no sabría cómo guardarse toda la rabia que tenía retenida en su pecho, odiaba tanto a ese ser, ni siquiera podía creer que ese era el Jack Conway que una vez conoció.

Al estar abajo, se dirigió de inmediato con Horacio y salieron corriendo de allí, pararon en un callejón, en donde ambos se tiraron al suelo tratando de nivelar su respiración agitada. Horacio miro a Gustabo quien sostenía aún sus pocos bienes, lo abrazo fuertemente y ambos se permitieron llorar, el rubio temblaba bajo los brazos de Horacio, entendía lo que debía estar sintiendo.

—. . . No tenemos casa otra vez, lo siento Horacio.

—No fue tu culpa Gustabo, no sabíamos que esto pasaría.

—Todo es culpa de ese viejo de mierda, ya estoy cansado de el, te juro que voy a joderlo, voy a ser un dolor de huevos para el, no me voy a cansar hasta verlo hundido, quiero su puta cabeza.

Horacio miro preocupado al contrario, entendía lo que sentía, quizá ahora estaba hablando de más porque estaba enojado, pero él sabía perfectamente que aún tenía sentimientos por Jack, no podría olvidarlo fácilmente, porque no lo hizo durante años y ahora que se han encontrado, estaba seguro que ambos harían hasta lo imposible por toparse y joderse la vida.

—Ya ya, mejor hay que buscar un lugar para pasar la noche, ¿Y si le hablamos a Toni o a Trujillo?

Gustabo limpio su rostro y lo miro.—¿Qué hay de Segismundo?

—El si estará más tiempo en cárcel, al parecer tiene muchas deudas de multas y antecedentes.

—Joder, mejor llama a Pablito, no, no. . . Mejor llama a Emilio.

—Bien, pero hay que irnos de aquí o nos encontrará la policía.

Horacio le ayudo con la bolsa de plástico que traía consigo, ambos caminaron hasta la patada de autobuses, fueron cuidadosos de no toparse con ningún patrulla o agente, Horacio había terminado de hablar por teléfono y aprovecharon para subir al primer autobús que llegó, para su suerte estaba vacío.

—Dijo que nos espera en casa de Pablito, están juntos.

—De acuerdo.

Gustabo estaba nervioso, no quería que Horacio se enterará que había conseguido dinero por medio de una felación, sería vergonzoso. Al llegar al norte, ambos bajaron del bus para caminar a esa casa que ambos conocían muy bien, sabían que allí solo era fintada, ya que los hermanos Escobilla sabían esconder bien su negocio. Tocaron la puerta y los recibió Pablo, quien los hizo pasar, se pusieron cómodos en el sofá, Emilio hizo presencia y cruzó su mirada con Gustabo, quien solo lo miro indiferente y esperaba que no abriera la boca.

—¿Cómo que se quedaron sin casa?—Preguntó Emilio.

—Así como lo escuchas, fue todo un caos, llegaron maderos, el superintendente, golpearon a todos y escuche que iban a clausurar el edificio entero. Si Gustabo no se hubiera metido a la fuerza, no habríamos recuperado las pocas cosas que teníamos.

Amantes | Intenabo |  FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora