Capítulo 27

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Había intentado dormir un poco, pero sus intentos eran inútiles, no se sentía con energía, su cuerpo exigía un descanso de al menos un día, pero lastimosamente no era posible si tenía tanto en su mente que le perturbaba, ya era bastante tarde y Armando aún no daba señales de su llegada, presentía que así sería siempre y no podría exigir respuestas algunas, porque tampoco le importaba mucho si llegaba o no, lo único que quería era estar solo por un rato sin que nadie le interrumpiera a la hora de querer dormir o hundirse en su propio mundo que cada vez se tornaba más y más tétrico.

Había explorado la casa y era bastante bonita, no tenía queja alguna, también había aprovechado para tomar algo de ropa, le quedaba algo grande, pero serviría por mientras. Se había preparado algo de comer, algo simple, no había comido desde hace días y necesitaba urgentemente llenar un poco su estómago; la noche llego y la casa se sentía completamente desolada, ya se había cansado de caminar por todos lados sin rumbo alguno y justo en ese momento de desesperación, su móvil vibro. Se trataba de Horacio, por un momento creyó que lo vería el día de mañana, pero había sido rápido.

—Horacio mi niño, siempre salvandome en estas situaciones. . .

Observo el mensaje y notó que era una ubicación, bastante retirada, enarco una ceja confundido, por un momento pensó que quizá ya sabía enterado de lo que hizo y la policía estaba dando con él, o simplemente Horacio estaba de cachondeo con el, soltó un suspiro y se preparó para salir, fue al garage y noto que era el mismo auto con el que habían ido a la casa de la zona asquerosa de los santos. Decidió tomarlo prestado, subió al auto y noto que en el asiento trasero estaba la ropa y su arma ensuciada de la sangre de Pablito, al parecer Armando aún no confiaba en él y estaba en todo su derecho, rebuscó entre la ropa y encontró su DNI y algo de polvo de angel, celebro en voz baja, le vendría bien ya que no tenía humor y fuerzas; después de inhalar en su propia mano, salió de casa para dirigirse a aquella zona.

Condujo al menos por media hora, esperaba que Armando no le dijera absolutamente un reclamo por haberse ido. Al llegar al lugar, noto lo solitario que estaba, reviso su móvil y un nuevo mensaje llegó.

📨 : Casa azul, entra.

Termino de leer y busco con la mirada la dichosa casa, camino hasta el pequeño edificio una vez fue visualizado, intento observar por dentro de la ventana y no hubo imagen alguna de su hermano, se encogió de hombros y entro a aquella casa, el olor a humedad se desprendía por las paredes de aquella casa vieja casa y todo estaba muy obscuro y tétrico.

—¿Horacio? ¿En dónde estás?

Sintió un mal presentimiento y fue dando pasos hacia atrás de la puerta, llevando su mano al arma que tenía entre sus pantalones, escucho pasos y giró hacia donde provenía, una persona encapuchada salió entre la obscuridad, su manera de caminar era floja y de inmediato supo que no se trataba de Horacio, aquello le hizo sentirse inquieto, ¿Y si estaba secuestrado? ¿Lo habrían obligado a llevarlo allí?

—¿En dónde está Horacio?

La figura delante de él se acercó a unos pocos metros de él, parecía que estaba ebrio, porque se notaba en su postura, Gustabo estaba concentrado en atacar en cuanto pudiera, su mano había empuñado el mango del arma cuando el hombre frente a el llevo su mano a la capucha que tenía puesta, retiro la tela negra que lo cubría y por fin se reveló, sus ojos se abrieron en sopresa y sintió todo su cuerpo temblar, su respiración se había entrecortado y por un momento sintió las ganas de romper a llorar.

—Tu. . .

Conway lo miro fijamente, su rostro estaba lleno de golpes, tenía el labio reventado, la ceja con puntos, el pómulo izquierdo morada y el ojo derecho rodeado de un tono púrpura y verdoso. —¿Creíste que había muerto?

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