París despertaba gracias a la luz del sol que hoy había decidido volver a aparecer después de unos días escondido detrás de las nubes, la gente estaba sumida en el alboroto de un martes cualquiera en la gran ciudad, ajenas a todo esto se encontraban entre las cuatro paredes de una habitación de un hotel del centro de París unas chicas que apenas habían dormido ya que algo las mantuvo despiertas hasta bien entrada la madrugada.
El amor.
Fueron treinta horas que dieron para mucho, sobre todo para mirarse, besarse, acariciarse y querer como nunca nadie ha querido.
Pov Violeta
El ruido de los coches que iban de un lado para otro me despertó poco a poco, cuando abrí los ojos y ví que lo que tapaba mi desnudez era una fina sábana, todos los recuerdos de lo que había vivido hace apenas unas horas me invadieron la mente.
Los suspiros, los mordiscos, los amagos de besos que acababan en lametones, los gemidos, las súplicas de ambas cuando la una decidía jugar con la paciencia de la otra, los arañazos que seguramente vestían la espalda de la chica que descansaba sobre mi pecho y todo lo que nos dijimos y no nos llegamos a decir.
Poco a poco Chiara parecía removerse cada vez entre las sábanas emitiendo sonidos adorables, noté que se despegaba de mi piel, nos miramos y sonreímos para luego comenzar otro vals en el que nuestras lenguas no paraban de buscarse sin dar lugar a tregua.
—Hola -susurró una vez nos despegamos por la falta de aire robándome la primera risa de aquella mañana.
—Hola bonita -le aparté el pelo de la cara, gesto que desde hacía unas horas no podía parar de hacer.- Buenos días
—Lo siento es que es una situación tan surrealista que no sé qué decir, me pongo nerviosa -se disculpó haciéndome negar.
—Yo tampoco sé Kiki, piensa que estamos en la misma situación -dije bajito.
—¿Sabes qué? -alcé las cejas dándole pie a que continuase.- Vamos a vivir las mejores treinta horas de nuestras vidas, venga, no hay tiempo que perder -se levantó de la cama dejándome recordar la obra de arte que visualicé ayer, y no, no hablo del museo.
—¡Vivi! ¡Que me da vergüenza, no mires!
—Anoche no parecía darte tanta vergüenza Kiki -la piqué sabiendo lo nerviosa que le llegaba a poner cuando ponía mi cara de sinvergüenza.
—Shut up -se volvió a tirar encima mío, mis manos cayeron naturalmente en su culo.
—Make me -me acerqué a su oído.
En ese momento ví como su expresión cambiaba por completo a una más seria.
—As you wish, my Lady -murmuró encima de mi boca.
Sus besos iban y venían desde mi pecho hasta mi boca volviéndome loca y haciéndome caer en segundos en un trance que despertó de nuevo mi sed. Al rato, cuando me disponía a cambiar las tornas de la situación y ponerme yo encima Kiki paró en seco, me dió un pico y se bajó de la cama dejándome confundida.
—¿Kiki? ¿A dónde vas? -me incorporé.
—A vestirme, no nos va a dar tiempo a hacer nada Vio -soltó haciéndose la inocente, como si no acabase de provocar en mí un calor asfixiante que no me dejaba pensar con claridad.
La perseguí hasta el baño y ahí la acorralé contra la puerta.
—¿Qué te pasa, Vivi? Te veo un poco acalorada ¿no? -Vi aparecer en su cara una sonrisa coqueta.