42. No quedan Días de Verano

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15 de Septiembre 2028

A veces, en la vida, nos damos cuenta de que aquello que solía ser cercano y especial ya no es lo mismo. La distancia, no solo física, sino también emocional es demasiado peso. Las conversaciones que antes fluían con tanta naturalidad ahora se sienten diferente, y esos silencios incómodos que antes no existían se hacen más frecuentes. Nos sabíamos cada pequeño detalle de nuestra vida, pero ahora es distinto.

Nos preguntamos si hemos cambiado, o si quizás es la otra persona la que lo ha hecho. Es doloroso aceptar que la persona con la que compartíamos risas, secretos y sueños ya no ocupa el mismo lugar en nuestra vida. Puede que intentemos aferrarnos a lo que era, recordando momentos pasados y tratando de revivir esa cercanía, pero nos damos cuenta de que, por mucho que lo intentemos, la amistad ya no es lo que solía ser.

Tocaba aceptar que a veces es mejor dejar ir en lugar de forzar algo que ya no tiene el mismo sentido. Y quizás, dejar hueco a otras personas que sí pueden aportarnos lo que buscamos.

Pov Lúa

El profesor de música seguía con una explicación demasiado básica para mí sobre las notas y las figuras musicales. Eso lo aprendí yo a los seis años. La tercera hora del primer Viernes se me estaba haciendo insufrible.

Así seguimos durante al menos unos cincuenta minutos más, hasta que tocó la campana del recreo. Lorena y yo nos pegamos la una a la otra al salir de clase siguiendo a Nadia, por el camino se nos unió Aaron que parecía no tener ningún amigo en el instituto y desde el miércoles había estado intentando ver si podía acoplarse. Los cuatro fuimos bajando las escaleras entre el griterío de algunos que no conocían lo que era bajar los escalones uno por uno, y ya en el recreo nos sentamos en un banco a disfrutar de los bocatas y las conversaciones que fluían como si nos conociéramos de siempre.

—Tía, ¿sabes que yo también estoy en ciclismo? Llevo unos años -saltó Aaron.

—¿De verdad? -Él asintió sonriente al ver mi entusiasmo.

—Sí, si quieres podríamos entrenar juntos algún día, sé que a veces ir solo aburre

—Estaría genial, yo iba a salir después de comer un rato -dejé caer.

—¿Por donde sueles ir tú?

—Vivo como a 10 minutos tirando para arriba, en las casas blancas y allí empieza el carril bici que es el mismo que pasa por la puerta del insti, después hay como unos diez kilómetros hasta la carretera por el carril, hago la vuelta volviendo por donde vine, a mis madres no les gusta que coja el tramo de carretera

—¡Qué dices! Yo vivo en las azules, están prácticamente al lado ¿cómo es que no te he visto nunca si yo muchas veces hago lo mismo que tú

—¡Qué fuerte! No sé, puede ser que al entrenar a diferentes horas no hayamos coincidido

—Es lo más seguro, ¿sabéis que la mayoría de gente que hace el mismo recorrido todos los días tiene una probabilidad bajísima de cruzarse con otra que lo hace cinco minutos más tarde? -Añadió Nadia como siempre sacando datos que ninguno de nosotros habría llegado a saber nunca de no ser por ella.

—Tía sabes un montón de cosas, me flipa -le alagó Lorena haciendo que Nadia bajase la cabeza, aquello de que le dijéramos cosas buenas todavía no sabía cómo gestionarlo..

—Gracias -una sonrisa tímida adornó sus facciones.

—No hay que darlas, es un elogio -zanjó Lorena.

Cometas Por El Cielo (Kivi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora