29. Habitación 931

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Después de uno de los besos que sucedió a ése "Señora si no le importa, soy una mujer casada" por parte de la pelirroja, y que terminó con la poca entereza que les quedaba, entraron al edificio dadas de la mano sin poder esconder en sus sonrisas las ganas contenidas. Esperaron al ascensor con ansia deseando que se abrieran las puertas para poder seguir la guerra de besos que habían empezado, sin embargo este se abrió descubriendo a una señora de aspecto sofisticado que subía de la cochera extendiendo un poquito más la cuerda que las chicas anhelaban soltar.

Pov Chiara

Me acordé de todos los ancestros de la que ahora podía llamar mi mujer cuando al entrar en aquella caja después de haber pulsado la que supuestamente era nuestra planta se escondió en mi cuello rodeándome la cintura con sus brazos, al principio me pareció un gesto inocente, incluso noté un amago de risa que supuse se debía a la situación incómoda de compartir el viaje hasta nuestra planta con una completa desconocida estando como estábamos, increíblemente cachondas.

Fue entonces cuando dejé de sentir esa sonrisa y la humedad de su lengua acariciándome el lóbulo de la oreja me sorprendió pillándome desprevenida provocando un escalofrío que recorrió mi cuerpo de punta a punta. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo y la risa no era de incomodidad precisamente, estaba jugando a tensarlo todo otro poquito más, estaba jugando con mi límite como otras tantas veces.

Las puertas por fin dejaron correr el aire y a nosotras por el pasillo en busca del número de habitación que Denna nos había dicho minutos atrás. Tardamos poco en encontrarla, Violeta iba delante con la llave en sus manos y antes de darle tiempo para abrir la habitación me acerqué por detrás posando mis manos en sus caderas acariciando con mi boca el hueco entre su hombro y su cuello incitando a sus manos a perderse por mi pelo, con un movimiento ligero las llaves desaparecieron de sus manos acabando en las mías.

—Kiki, abre -jadeó con urgencia, yo alcé las cejas y saqué a relucir una sonrisa que delataba lo que acababa de pasar por mi mente.- La puerta mi amor, lo otro después de la puerta

—¿Y si no quiero? -me separé de ella

—Eres una cerda, dame las llaves -extendió la mano con la palma hacia arriba esperando que dejase allí las llaves que le había quitado.

—Cerda es como me has puesto en el ascensor delante de una pobre señora -acerqué mi rostro al suyo para susurrarle aquello.

—Esa señora de pobre tenía lo que yo de rubia -como siempre Violeta intentó distraerme del motivo principal para ganar terreno, intuía que de cierto modo quería devolvérselo arrastrándola conmigo al límite con el que había estado jugando.

—No cambies de tema, ¿quieres las llaves? Cogelas -alcé la mano, al sacarle unos centímetros jugaba con ventaja y después de varios intentos pareció empezar a irritarse. -¿Te rindes?

La observaba apoyada en la puerta que esperaba ser abierta, Violeta se echó atrás apoyándose en la pared contraria con las manos en su cintura y cara de frustración.

—Kiki abre porfavor -lo intentó de nuevo con palabras pero seguí negando.

—¿Cuáles son las palabras mágicas? -vacilé intentando aguantarme la risa al ver la cara de incredulidad de Vio, estaba a punto de caramelo.

—No tiene gracia -se cruzó de brazos frunciendo el ceño.- Pero ninguna vaya

—¿Por? Yo me lo estoy pasando bastante bien -intentaba mantener la compostura ya que la Violeta enfadada estaba siendo demasiado para mí en esos momentos.

Su reacción no tardó en llegar, bufó y se llevó las manos a la cara desesperada, entonces decidí que era momento de mover las fichas del tablero.

—¿Qué te pasa? -me arrimé casi por completo a su cuerpo sabiendo que iba a terminar de explotar.

Cometas Por El Cielo (Kivi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora