Noviembre 2023Pov Chiara
Esperaba sentada en la terraza de una de mis cafeterías favoritas de toda Barcelona viendo pasar los minutos en el reloj de la plaza mientras aumentaba la sensación de haber sido plantada. Nada más lejos de la realidad ya que en un segundo el impacto de un bolso contra la silla que tenía a mi lado captó toda mi atención.
—Lo siento Kiki, no sabes el lío que tenía mi madre en casa, ¿te he hecho esperar mucho? -se excusó la pelirroja de carrerilla y con una notable falta de aire.
—Tranquila, esperar no es un problema cuando la recompensa lo merece -le aseguré en lo que me levantaba para saludarla con uno de nuestros abrazos prolongados en el tiempo.
—Aduladora -la escuché susurrar a la altura de mi oído.
—Anda siéntate que debes estar cansada -rompí nuestro abrazo de forma suave dejando que Violeta dejase un beso sobre mi mejilla, demasiada intensidad para llevar un minuto juntas, no sé si lo podría soportar.
—Un poco ¿No has pedido? -dijo al fijarse en mi lado de la mesa donde no había nada.
—Prefería pedir una vez estuvieses aquí a tener que pagar un café solo de esos que gritan plantón -solté en tono de broma.
—¡Oye! Yo nunca te daría plantón -ví cómo me miraba con los ojos preocupados intentando apartar de mi cabeza ese pensamiento.
—Tú quizás no, pero ésta que está aquí -me señalé.- Se ha comido unos cuantos a lo largo de su vida
—Pues hay que estar tonto para darte plantón a tí -en su cara apareció una mueca que se me hizo demasiado graciosa y adorable al mismo tiempo.
—Me alegra que pienses eso, bueno
Desvié mi mirada de sus ojos que se me empezaban a antojar demasiado intensos como para poder aguantar su mirada, en cambio busqué a nuestro camarero de confianza para pedir lo de siempre.
Una vez tuvimos la merienda en la mesa y las típicas preguntas que nos hacíamos siempre como "¿Qué tal Lúa y tu madre?" O "¿Has conseguido componer algo más?" Fueron respondidas, Violeta fue la responsable de iniciar una de nuestras profundas conversaciones.
—¿Cómo que te chocaste con un barquito? Kiki por favor -Violeta me miraba con los ojos bien abiertos esperando la explicación del titular de mi anécdota.
—No es lo que piensas Vio
—Ah ¿no? -negué riendo.- ¿Entonces?
—Tenía el carné recién sacado y por el camino que llevaba a la casa de campo de mis padres había otras casas. Pues los vecinos tenían una especie de barca, he de decir en mi defensa muy mal aparcada, y para poder entrar a mi casa tenía que doblar junto por donde estaba el cacharro ese, bueno pues no calculé bien las medidas del coche y me dejé parte de la puerta del copiloto y el retrovisor con la barquita del demonio.
—Eres de lo que no hay, ¿Qué dijo Noe? -Al ver mi cara sumó uno más uno y me copió el gesto.- Nunca se lo llegaste a confesar ¿me equivoco?
—No, utilicé de mis ahorros para llevarlo al taller, la única que lo sabía hasta ahora era Ruslana
—¡Qué personaje! Y qué honor, ahora ya tengo con lo que chantajearte -nos reímos durante un buen rato.- ¿Sabes? Me ha entrado curiosidad por saber cómo eras de peque, tienes pinta de trasto -me miró con una sonrisa matadora que casi me deja sin aire.
—Qué va, era muy buena lo que pasa es que...Bueno déjalo igual te aburro -no sé en qué momento los pensamientos intrusivos me invadieron pero igual que llegaron e hicieron acto de presencia, Violeta se encargó de echarles y decirles adiós amablemente.