11 de Septiembre 2028
El verano se fue más rápido de lo que tardó en llegar, habían disfrutado de los días de playa, las cenas en sus bares de confianza, las tardes de paseos, los momentos en familia y con los amigos e incluso les había dado tiempo a olvidarse un poco de la rutina. Pero nada era eterno, la vida sigue y con ella llegaban las responsabilidades y los nuevos comienzos.
El pequeño Leo entraba a la guardería para que al año siguiente al entrar al cole no se le hiciese difícil el despegarse de sus madres y Lúa no aguantaba ya los nervios de saber que estaba por entrar al instituto de la mano de su mejor amiga. Por ello no era de extrañar que estos últimos días la casa de Violeta y Chiara haya sido un lugar en el que reinaba todo menos la calma. Sin embargo, después de varias charlas con su hija y varios paseos en bici, algo que desde hacía ya un tiempo volvía loca a Lúa, entre ambas lograron que la pequeña, ya no tan pequeña, cogiera bien el sueño la noche anterior al inicio del curso.
Pov Violeta
El despertador sonó por primera vez en la semana, el reloj marcaba las siete de la mañana y nuestras ojeras el cansancio acumulado de la semana anterior. Entre pequeños besos y arrumacos nos levantamos con el piloto automático preparado para seguir al pie de la letra el plan que habíamos establecido para las mañanas. Kiki se encargaba de despertar a los peques y vestir a Leo mientras que yo ponía los desayunos, así ambas después del desayuno sólo nos teníamos que preocupar por que se lavasen los dientes y adecentarnos nosotras.
El verano aunque había pasado a una velocidad estrepitosa nos había dado el tiempo suficiente para seguir caminando y construir nuevas rutinas, como Lúa que había descubierto su gran afán por el ciclismo, descubrir nuevas zonas por las que se tapeaba que daba gusto y por las que Chiara y yo nos habíamos permitido perdernos alguna que otra noche en la que los peques disfrutaban con alguno de sus tíos o abuelas. Los días que pasábamos en la playa Chiara había probado junto con mi cuñado las tablas de surf que alquilaban en uno de los chiringuitos, y fue cuestión de dos semanas en las que ambos habían cogido la confianza suficiente como para hacer una excursión hasta la tienda que un viejo surfista les había recomendado, y comprarse sus propias tablas.
Por otra parte, mi madre parecía haber dejado atrás los miedos y desde hacía ya algunas semanas no era de extrañar ver un plato más en la mesa de los domingos, el asiento del copiloto ocupado y a mi madre en la que ya había bautizado como su rincón de la terraza de la cafetería de Pedro. Kiki y yo estábamos muy felices de ver a mi madre con esa sonrisa inconsciente la mayor parte del tiempo, los niños cuando se trataba de Pedro se volvían locos, era un hombre que sin esperar nada a cambio lo daba todo, a pesar de sus propias sombras conseguía casi sin esfuerzo dar felicidad a todas las personas que formaban el círculo cercano de mi madre y por tanto, a ella. Eso era lo que importaba.
Pov Lúa
Los nervios que ayer pude llegar a olvidar durante un ratito habían vuelto, estaba inquieta y lo único que quería era entrar en aquel lugar con Olivia y que nos tocase juntas en la misma clase. Es verdad que durante el verano he podido hablar poco con ella, pero porque se fue con su familia a hacer una especie de ruta muy larga en un sitio, me dijo el nombre pero no me acuerdo muy bien, y después se fue de vacaciones a una casa y acaba de volver de un campamento así que no nos hemos podido ver mucho, así que estoy loca de contenta de poder volver a verla hoy, tengo mil cosas que contarle.
El coche de mis madres poco a poco nos acercaba al instituto "El Cerezo", realmente estaba a unos diez minutos de mi casa y podríamos ir andando pero hoy íbamos con prisa. Al llegar reconocí la silueta de Oli entre todos los niños y las niñas que esperaban a la entrada, intenté no alargar mucho la despedida con mis madres.