Sometida ante mí.

1K 24 0
                                    

BDSM: Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo.

Bondage: esclavitud o cautiverio.

Disciplina: instrucción de una persona.

Dominación: Acción y efecto de dominar.

Sumisión: Sometimiento de alguien a otra u otras personas.

Sadismo: Perversión sexual de quien provoca su propia excitación cometiendo actos de crueldad en otra persona.

Masoquismo: Perversión sexual de quien goza con verse humillado o maltratado por otra persona.

El significado vivo de lo que era un "BDSM".

Los hombres que son capaces de llegar a dominarte son capaces de hacerte sentir dolor y placer a la vez.

Un mundo que no es para todos. Un mundo del cual o puede abrirte las puertas del cielo o las puertas del infierno.

Y aquí estoy yo sin saber donde irá mi alma. Consiente de que Ethan O'connor mas que mi profesor es el que controla mi mente, alma y cuerpo.

Estoy entregada a él y no creo que sea por poco tiempo.

— Acércate — con paso lento llegó hasta él.

Siento su aura oscura, no me desagrada.

Su olor tan varonil y tan propio de él,  me embriaga hace que quieras respirar más cerca de él, con ese aroma dulzón pero sin llegar a ser empalagoso, con unas notas de cítricos enbriagador. fuertes que sin duda me hacen perder el conocimiento.

Tomó mi mano y la encadenó de una cadenas que colgaban del techo primero una mano y después la otra.

No puse resistencia, todo esto me exitaba, el mundo de donde yo sabía que Ethan venía me hacía suspirar, hacia que mi cuerpo quisiera experimentar.

Quiero descubrir mis límites.

Cuando termino de amarrarme camino hacia una tablet que tenía, solo basto con que tecleara unas cuantos botones para que las cadenas empezarán a subirme.

Cuando finalmente quede con los pies colgando, sin ropa, las manos estiradas, con una respiración alborotada, una vista perdida en él, me susurró.

— Diabla...— con una fusta de cuero golpeo mi tracero.

Di un pequeño grito.

— No te lleve a que te pusieran la perforaciones — acarició con su fusta mi columna vertebral — eso lo haremos después.

— Como usted guste amo — otro azote en mi tracero.

Gemí, porque por más loco que suene encontraba lo satisfactorio que había en todo esto. ¿Ya me había metido en todo esto que no? Mínimo tenía que disfrutar.

— No te dí el permiso para hablar.

— Lo siento... — no termine, no me dejó, me volvió a azotar.

— Mejor usemos esto — acerco una mordaza a mi boca y me la puso.

Mi mirada busco sus ojos. Su sonrisa se hizo presente en su bello rostro.

— No sabes cuántas veces soñé con verte así — me miró de arriba a abajo. — amarrada, amordazada y sometida ante mi.

Se agachó dejando que mi sexo quedará serca de su boca.

— ¿Alguna vez te han echo un oral? — niego con la cabeza ya que por obvias razones no puedo hablar. — Entonces prepárate para tener el mejor oral de tu puta vida.

Mi mente se desconecta, cuando siento su lengua caliente por un lugar donde no debería estar. Repite este movimiento y me da pena admitir que con tan solo dos legüetazos que me ha dado y unos cuantos azotes ya estoy mojada.

Él sigue en lo suyo y si sus dedos son buenos y ágiles su lengua es otro nivel, tan caliente, hace que me desconecte.

Tomó mis caderas y metió su lengua dentro de mi. Quiero gritar como loca pero la maldita mordaza no deja que se escapen mis gemidos.

Sus dedos juegan con mi clítoris haciéndome tocar él cielo de pronto siento como algo se forma en mi vientre la señal que estoy a punto de acabar. Cierro los ojos apunto de llegar, pero de una su lengua se aleja al igual que su mano.

Perdiendo mi añorado orgasmo. Lo miro de mala manera. Es un estúpido egocéntrico.

No dice nada solo camina y se pone detrás de mi. Suelta mis manos que están encadenadas.

Como no tengo fuerza en los pies caigo una vez que me suelta. Milagrosamente antes de tocar el suelo él me sostiene.

— Cuidado, Nonne — Su maldita voz me va a preñar.

Tan fuerte, grave, un tono de voz que te hace doblar las rodillas.

Me jala a la cama que está en esta habitación.

Cuando estoy arriba de la cama, me pone boca arriba amarra nuevamente mis manos al respaldo de la cama.

Del mueble de a lado abre un cajoncito y saca un toper lleno de hielos agarra uno de ellos el cual pasa por mi abdomen.

Siento el frío del hielo en mi piel hirviendo. Metí rápidamente mi abdomen por inercia. El contacto de sus dedos sobre mi piel pasando el frío hielo me hacía decir más.

Lo dejo un poco más abajo de mi ombligo. Agarró otro cubito de hielo y lo paso por mis senos, axilas y cuello.

Me removí ante el contacto, este lo dejo en medio de mis senos. Agarró nuevamente otro pero esta vez se dirigió a mi sexo que estaba desiando amor.

Metió el cubo de hielo empezó a jugar moviendo lo de arriba y abajo despacio, torturando me con su lentitud y el frío del hielo. Deseaba más mucho más y eso me preocupada.

El hielo de su mano se derritió al igual que el de mi obligó y pechos.

Se subió arriba mío y empezó a besar mi cuerpo primero eran besos pero  poco después ya no eran besos si no mordidas y chupetones que me dolían y a la vez hacían que me mojara.

Quería dejarme marcada, lo sabía. Y lo estaba logrando porque esas manchas no se iban a quitar de un día para el otro.

— Mía — gruño en mi oído.

No me avisó, no me preparo tan solo sentí como su miembro entró de una sacándome un grito de dolor que fue callado por la mordaza. Una lágrima resbaló por mi mejilla.

¿Delicadeza? ¿Cuidado? ¿Amabilidad?
No, para él esas palabras no las conocía. Rudeza, fuerza, agresividad, esas las sabía.

Su pene entraba y salía una, y otra y otra vez rápido pero duro. Gemidos combinados de dolor y placer salían o bueno intentaban salir de mi boca, lágrimas también resbalaban por mis mejillas.

Pero aún así el placer era mayor, escuchar sus maldiciones, su respiración agitada, sus movimientos, poder enredar mis piernas en sus cintura era una sensación que nunca había experimentado pero sin duda era lo mejor que me había pasado.

¿Ser ninfómana es una enfermedad? Por que creo que con este hombre me volveré una maldita ninfómana.

.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.

Si pongo mi insta, ¿me siguen?

La santa del profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora