Soy su todo

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NARRA ETHAN O'CONNOR

— ¿Entendiste? — Lauren se miraba dudosa.

¿Qué sucedía? Qué no me había echo respetar, ¿De qué manera? Ella me pisoteada en todo.

Yo soy el dominante, su señor, su dueño de su cuerpo, alma y mente.

Cosa que Lauren no a sabido obedecer muy bien.

— No existen sumisas desobedientes, solo amos que no sabes disciplinar y créeme Lauren ese no es mi caso.
— la mire fijamente.

Hoy empieza su entrenamiento. Si, debió de empezar desde que le di el contrato, pero me deje llevar por la lujuria que está mujer me hizo pasar.

Estaba parada en mi departamento con un lindo vestido amarillo. Se miraba linda muy linda.

Se miraría mejor sin ropa, la ropa estorba.

Camine por al rededor de ella.

Sabía cómo disciplinar la, no era la primera sumisa que tenía y posiblemente no sería la última.

El mundo del masoquismo es fácil.

Las sumisas son fáciles, si las sabes dominar y corromper.

Las sumisas deben de ser tus esclavas, más allá del ámbito sexual. Deben de entender que su vida ahora es tuya, que con una simple mirada las puedes castigar, que su placer está ligado al tuyo, confianza ante todo.

Y confianza es lo que me falta con Lauren. Ella se enteró de cosas que no debió saber, está relación está echa a base de mentiras y engaños.

Nada bueno saldrá de esto lo sé.

Pero por ahora quiero ganarme su confianza.

— ¿Confías es mi? — me puse atrás de ella.

Hubo un momento de silencio.

— Sí, señor — contesto firme.

— ¿Te sientes cómoda conmigo? — pregunté de nuevo.

— Sí, mi señor — contesto de nueva cuenta.

Camine para ponerme enfrente de ella.

— ¿Me amas? — alcé una ceja.

— Sabe que sí señor — sonreí.

Qué mal, el amor solo te hace débil. Es mejor no amar para no salir herido

Aunque para mí mala suerte mi corazón lo tiene resguardo una mujer con cabellos de fuego...

Recorrí mi mirada por todo su cuerpo.

— Quítate la ropa — ordené.

Esto es lo que más amo de ser un dominante, ordenar, yo no pido permiso, ni mucho menos pregunto, solo ordenó y mi palabra es la ley.

— Pero... — odiaba los malditos "peros"

— Pero nada — me miraba fijamente
— Házlo, quítate la ropa ahora.

Temerosa se quitó la chamarra que tenía.

— ¡Alto! — no deje que continuará.

— ¿Qué pasa? — me miró confusa.

— Te quitarás la ropa en este orden:
Calcetines, Vestido, blusa, shorts, sostén y bragas.

— ¿El orden importa?

— Demaciado — era verdad.

Más que nada quería que aprendiera a seguir mis órdenes ya que aún no lo hacía. Se tenía que acostumbrar a que cada cosa que yo dijera se tenía que hacer con punto y coma, sin errores y sin peros. Ella era mi sumisa por lo tanto se hacía absolutamente lo que yo quería que se hiciera.

La santa del profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora