Cabello de oro, labios rojos.

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— No voy a admitir eso — atacó Lauren.

Ethan no lo dudo levantó el cinturón y con fuerza la dejó caer sobre el tracero de la rubia.

— Veremos cuanto aguantas. — se agachó y mordió su espalda con fuerza.

— ¡Duele! — la mordió más recio.

Sabía que su chica no iba a bajar de la mesa. Si lo hacía tendría castigo y ella lo sabía perfectamente.

Dejó de morder la, sangro esa parte puesto que sus dientes quedaron marcados en la piel blanca de Lauren.

Las lágrimas de la rubia caían le dolía todo el cuerpo, pero aún así no estaba dispuesta a aceptar que Ethan era el mejor hombre con el que había estado, porque si él repartidor fue un asco.

Además también quería saber qué tan capaz era de lograr Ethan lo que quería.

¿Qué tan lejos llegarías por lo que deseas?

— Sabes no te e mostrado mi colección, creo que es momento de que la estrene contigo.

Salió de la cocina, directo al despacho no tardó mucho cuando regreso encontrando a la chica donde la dejó.

Se puso enfrente a ella. Lauren lo miraba dudosa, el ambiente estaba tensó pero también tenía esa vibra sexual al estar ella desnuda y el sin camisa.

— Ella es mi vieja confiable — le mostró una daga.

Se miraba antigua pero elegante.

El mango era color negro pero con una piedra gris brillante al final. La punta brillaba de lo filosa que estaba.

Volvió a ponerse atrás de ella. Agarró sus brazos y los amarró con el cinturón. Paso la daga por su brazo dejando una cortada de la cual salía un líquido color carmesí.

— Hasta tu sangre es bella. — Lauren gimió de dolor.

— ¿Tu también tienes un fetiche con la sangre? — apenas pudo hablar por el dolor. 

— No, solo quería saber a qué sabía.

El ojigris paso su lengua por la sangre que escurría del amarrado brazo de Lauren.

— No sabe dulce — hizo una mueca.

— La única sangre que sabe dulce es la de los labios — mencionó la chica.

Sonrió dió la vuelta y se agachó un poco enredo su mano entre su cabello haciéndola que levantará su cabeza.

La besó.

Mordió su labio con fuerza, Lauren gimió con dolor y una lágrima salió de sus ojos.

Con su lengua contorno alrededor de el labio lastimado. Saboreando el sabor dulzón.

— Es verdad Nonne. — sonrió.

— Tuya — dijo Lauren sintiendo la atracción con tan solo mirar sus ojos.

— Mía — dijo la besó nuevamente.

Se puso atrás de ella, separó las piernas de la chica y la penetró con fuerza, robándole lágrimas y un sonoro grito desde lo más profundo de su garganta.

La chica intento liberar sus manos amarradas pero fue inútil.

Sintió como algo dentro de su tracero la destrozaba. El pene de Ethan salía y entraba con fuerza y sin ni una pizca de delicadeza.

Le robaba gritos de dolor. Ethan río no tenía pensado darle por atrás pero sus nalgas pintadas de rojo le llamaba la atención.

— Recuerda, el dolor es placer — dijo cuando la chica ya se estaba acostumbrado a Ethan. Ya empezaba a disfrutarlo.

Ethan no paro, y Lauren lo disfruto.

Lauren estaba al límite, sentía como una bola de fuego estaba creciendo en su interior.

Cerro los ojos dejándose llevar por el dolor y el placer que sentía. Los gemidos que el pelinegro soltaban la hacía querer todavía más de él.

Ella tampoco se quedaba atrás pues sus gemidos salían sin ningún descaro.

Cerro con más fuerza los ojos, solo un poco más y tocaría el cielo...

Si no fuera por que Ethan se detuvo.

— No-o por-favor  — Balbuceó.

Pegó su tracero hacia atrás buscando el pene de Ethan.

El ojigris por su parte empezó a jalar con fuerza su miembro estaba a punto de correrse.

— ¿Por qué? — chilló la chica.

— Se trata de castigarte no de premiar te — dijo obvio.

Lauren maldijo entre dientes si no estubiera amarrada de manos. Ella solo hubiera acabado el trabajo.

Unos cuantos segundos más y toda la leche de él pelinegro fue esparcida en la espalda y tracero de la rubia.

Aunque ella no había terminado ambos estaban aguitados.

Esperaron a que sus respiraciones se controlarán. Ethan la desató. La alzó para llevarla a un cuarto.

Hablo una ves que ya se encontraba en su cuarto donde la había acostado.

— Tienes prohibido masturbarte — dijo serio.

Lauren se puso boca abajo. El dolor no le permitía estar de espaldas contra la cama.

— ¿Si no qué? — lo reto.

— Te cortaré la mano — el tono que uso fue firme y serio.

Lauren callo de golpe. Vio como se marchaba de la habitación.

Cerro sus ojos dormiría un poco tenía sueño, pero el dolor que todavía sentía no la dejaba dormir agusto pero aún así se forzó a dormir.

Ethan la miró dormir o bueno la miro intentando dormir.

Suspiro cansado.

— Lauren, Lauren cabello de oro, labios rojos.

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Muchos capítulos en un solo día.

La santa del profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora