¿Las voces se recuerdan?

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La mesera gemía cual perra, mientras el pene de Matt salía y entraba dentro de ella. Y aún que matt trato de taparle la boca al final le dió igual que la escucharán. Agarró sus muñecas para ponerlas en su espalda para subir la intensidad.

Cuando los dos terminaron.
La chica voltio a verlo con una gran sonrisa. Lo beso. Un beso lleno de lujuria.

El chico se separó de ella. Acomodándose los pantalones salió del pequeño cubículo para echarse agua en la cara para refrescarse.

— ¿Me pasarás tu número? — hablo al fin la chica.

Matt solo rodó los ojos. Vamos solo era una follada rápida, algo casual.

— No — observo que todo estuviera en orden.

La mesera solo se quedó plasmada. Le dejo que le diera por detrás ¡apesar de nunca haberlo echo con nadie por el culo! 

— No seas un maldito hijo de puta.
— Matt río.

— Una mujer bonita se vuelve fea cuando pronuncia malas palabras — la chica se acercó a él con una mirada enoja.

— Jódete — levantó su mano con la intención de darle una muy merecida cachetada por cínico.

Él castaño detuvo su mano en el aire.

— Cuida tu mano si no la quieres  perder.

La chica se safo de su agarré. Matt no perdió tiempo y salió del baño lo más antes posible.

Busco con la mirada a sus amigos quienes hablaban animadamente en la mesa del fondo la misma mesa de cuando llegaron.

— Vámonos. — los dos acompañantes solo se miraron curioso viendo cómo se alegaba.

Luke saco dinero para pagar. Volteó a ver cómo la chica salía del baño para ser regañada por su supervisor al no saber donde estaba metida.

Cuando estuvieron dentro del auto arrancaron lo más pronto posible.

— ¿Y? — Xoan rompió el momento.

— Nada mal pero, quería algo más.

— ¿Y? — se burló Luke — ¿No hiciste un buen trabajo?

— Si quieres más es porque te gustó la primera. — Los tres rieron.

¿A dónde irían? A un lugar donde podían ser ellos mismos y dónde la policía no estuviera de ensimosa.

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Lauren temblaba de miedo hace no mucho que estaba conciente. Pero no habían ruidos. No grito, ni hizo alguna clase de ruido que la delatara que estaba despierta.

De sus ojos salían lágrimas y de su boca sollozos que trataba de ahogar.

Estaba amarrada en una silla con los ojos vendados. Todo era oscuridad,  ¿Qué sería de ella?

Se golpeó mentalmente, si le hubiera echo caso a su madre en estos momentos estubiera en la iglesia o estudiando o haciendo cualquier otra maldita cosa en vez de estar amarrada muriéndose de miedo.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando se escucharon retumbar unos pasos. Eran firmes y constantes. La rubia sabía que se acercaba a ella.

Tenía tanto miedo que su cuerpo temblaba involuntariamente y quería hacerse pipí encima como una niña pequeña.

Los pasos cesaron, sintiendo como se ponía sus espaldas. Una mano fría le acarició su mejilla. Chilló para alejarse sin éxito, las cintas que la tenían prisionera estaban muy bien atadas.

— ¿Quién es? ¿Quiere dinero? Mi padre tiene dinero. — Tragó saliva

Nadie contestaba y aquella mano fría ya no estaba en su cara sin embargo sentía su presencia, sentía esa mirada penetrante que por más raro que suene la chica sentía que ya la habían visto de esa manera.

— Dime algo — exigió — ¿Dónde estoy? ¡Contéstame! — grito.

Desesperada empezó a moverse sin éxito alguno simplemente ocasionando que sus muñecas le dolieran.

— Cuando haces algo que está bien se te recompensa — hablo al fin.

Un escalofrío recorrió su espalda.

— Y cuando haces algo que está mal se te reprende. Porque siempre nos han enseñado que al bien clama y al mal huye.

Cerro sus ojos. Pensando. Pensando. Pensando. ¿Las voces se recuerdan?.

— No es verdad Nonne — Ethan O'connor.

El miedo que sentía no bajaba simplemente incremento, la chica chilló.

¿Qué le había echo a Ethan? En su mente llegó el brazalete que le había dado aquella noche.

Mierda pensó

Se lo había quitado. No tenía la valentía para que sus padres lo vieran. No se iba a arriesgar a que se lo quitarán.

Pero como la vida no estaba a su favor, se le olvidó ponerse la.

— ¿Cuántas reglas rompiste hoy? — no contesto.

Es que no tenía palabra alguna para mencionar. Lauren era una cobarde, creo que en el fondo todos somos unos cobardes.

— Vas a desear no haber firmado el maldito contrato Lauren — la rubia solo sintió los ojos llenarse de lágrimas.

No hizo nada malo, ¿O si?

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Ya saben faltas de ortografía se corrigen al último.

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La santa del profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora