Aleo Carchi

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La noche a llegado, el frío azota la ciudad.

El peligro ronda por el alrededor esperando el momento preciso para atacar sin ser descubierto.

— ¿Marisol? — preguntó el hombre.

Nado hasta la orilla de la piscina.

Al no ver rastro de su amante regresó nuevamente a dejarse llevar por el agua.

Cerro los ojos para seguir flotando escuchando la música de Robert Johnson.

Unos ojos grises lo observan cuidadosamente.

Hay muchas formas de matar a una persona. El asesinato es un mensaje que el asesinado no logro comprender a tiempo.

Camino lentamente viendo como el hombre flotaba sin preocupaciones, sin saber que la muerte estaba a sus espaldas.

Entró cuidadosamente al agua.

— Marisol, ¿Por qué tardaste una eternidad? — preguntó con notoria molestia.

Volteó pero no había nadie. Estaba seguro que escucho alguien entrar a la piscina.

Abrió la boca con intención de volver a hablar pero unas manos jalarón sus pies al fondo. Intento forcejear pero las manos lo abrazaron al rededor de su cuello cortándole todo el oxígeno al pobre hombre. Unos minutos después la vida se le había escapado.

Estaba muerto.

A Ethan se le hacía increíble cómo la vida humana era tan frágil.

Salió del agua. Echo una última mirada al cuerpo que flotaba.

— Hasta nunca Aleo Carchi — sonrió con descaro.

Uno menos.

Camino por los pasillos del hotel era de noche así que no había mucha gente.

Entró a una habitación donde se sacó el traje de buzo. No era estúpido él no sabía estar tanto tiempo bajo el agua.

Termino de vestirse. Cuando una mujer pelinegra entró a la habitación.

— ¿Está...? — movió la cabeza.

Sonrió con tristeza aunque en el fondo por fin sentía alivio. Por fin ese hombre estaba donde se lo merecía.

— Cuídate mucho Marisol — se despidió para marcharse a su habitación en ese mismo hotel.

Su plan había salido tal y como lo planeó.

Todos crearían que fue un accidente. No pensarían que su asesino fuera un maestro graduado con honores. Marisol... Bueno de ella no se preocupaba si él no lo hubiera matado sin deuda ella lo haya echo.

Entró a su habitación y se dejó caer en la cama estaba cansado.

Reviso su teléfono más de cien notificaciones de la rubia.

Diablos si que sabía joder.

La idea de estar en el hotel para que no lo culparán de sospechoso, también era un pretexto para estar lejos de Lauren.

Ella solo estorbaba pero no quería dejarla ir. Tal vez podría servir de algo...

Borro esas ideas.

— Yuki — dijo entre labios al ver su nombre en la pantalla del teléfono.

Hizo una mueca de desagrado pero contestó.

"— ¿Cómo estás? — "

— Estoy bien Yuki — empezó a caminar por la habitación.

"— ¿Dónde estás? —"

— En un lugar — se asomó por la ventana.

Silencio se escucho por parte de Yuki.

"— Te amo —" soltó de pronto.

Suspiro. Su mujer podía ser intensa algunas veces.

— Yuki tú sabes que yo... No — lo último lo dijo en un tono bajito.

— Yo sé que me amas solo no lo aceptas pero como sea, solo te marco porque sabes que si necesitas mi ayuda estoy aquí para tí — silencio.

Colgó no sabía que más decirle. Yuki sabía todo su pasado, sus miedos, lo que le gustaba y lo que no.

Ella era una mujer que estaba echa para él. Solo que eso lo hacía sentirse culpable. Nadie debe acostumbrarse a lo malo después nos pasan cosas buenas y creemos no merecer las.

Lastimosamente él se lo había creído.

Se acostó en la cama, mañana temprano tendría a muchos oficiales preguntando si se encontraba bien, si vio algo. Preguntas de rutina para ser exactos.

Pero no se preocupaba no había nada que lo apuntará a él como sospechoso.

¿Las cámaras de vigilancia?, borradas.

¿Testigos?, no había nada.

Todos crearían que Aleo Carchi tuvo un accidente o en su defecto se suicidio.

Suicidio que curioso.

Algunos piensan que el suicidio es para cobardes pero es todo lo contrario, es para valientes que no le temen a la muerte.

Y Aleo, no era valiente.

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Capitulo corto pero con cosas importantes.

¿Quién es él siguiente que matará Ethan?

La santa del profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora