Maldito profesor

563 16 0
                                    

— Mi cabeza — se queja la rubia por octava vez.

El ojigris la miraba con burla desde un sillón.

— ¿Quieres otro trago? — Lauren negó repetidas veces.

No, jamás en su vida beberá.

— El alcohol es un veneno total.

Ethan río, ayer tuvo que llevarla alzando hasta su cama, la pobre mujer se quedó dormida en el taxi.

— Alístate iremos a comer.

Lauren quería quejarse, no tenía ganas de salir pero por otra lado quería conocer loa alrededores.

La televisión estaba prendida en el canal de las noticias, la rubia puso toda su atención cuando una imágen de ella salió.

En otras noticias la señorita Lauren Garza fue reportada como desaparecida. Puesto que se le vio cuando fue obligada a subir a una camioneta, los investigadores están haciendo todo lo que está en sus manos para traerla a su casa con su familia... — La televisión se apagó.

— Oye — se quejó en voz alta — ¿Qué le diré a mis padres?

Paso sus manos por su desordenado cabello.

— No te veo alistando te — de un brinco se paró para salir disparada a bañarse y arreglarse.

Máximo una hora Lauren estaba reluciente. Su vestido floreado le daba un toque de  inocencia que Ethan estaba planeando quitársela.

Estaba emocionada y se lo hizo notar al pelinegro pero este solo la ignoro.

Salieron del departamento para ir a comer a una plaza no muy lejos de donde se hospedan.

Al llegar dieron paso a un restaurante de mariscos. Pidieron sus respectivos platos. Sin darse cuenta que al igual que la noche anterior unos ojos los miraban desde lejos.

— ¿Te gustan los camarones? — La rubia afirmó alegremente.

— Los amo — miro al plato del ojigris — pero odio el pulpo.

Ethan río, no entendía como era posible que no le gustará.

— Es una pena porque yo lo amo.

La rubia se quedó pensando un momento, ¿Amaba a el pulpo? Hasta el pulpo tiene más oportunidad con Ethan  que ella.

— ¿Tu brazalete? — Lauren dejó de comer por un instante.

Finjo demencia. En el fondo tenía miedo.

— ¿Brazalete? — río nerviosa.

— Eso amerita un castigó.
— La chica solo pudo asentir no muy segura.

— Si señor. — llevo una cucharada de camarónes a la boca.

Sentía la mirada de su "señor" encima de ella. La hacía sentir incómoda.

— ¿Te gustó? — lo miro de golpe.

— Si, está muy rico el camarón — el ojigris negó.

— Hablo de que si te gusto que él repartidor te follara. — un escalofrío recorrió el cuerpo de la chica — y tu amiga también.

No sabía que responder. En primera, ¡Él como sabía! Empezó a ver a todos lados no hallaba una respuesta presisa.

— E-ss que no-o entiendes y-oo — el tartamudeo era evidente.

Sus palmas sudaban. Sus dedos se agarraban firme a la cuchara.

— Buenos días — un hombre moreno saludo con una sonrisa en el rostro.

La santa del profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora