17. Planes para la noche

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Entre sorbos de cerveza y risas, Emma y yo nos sumergimos en una charla animada sobre nuestros planes para la noche. El sol comenzaba a ceder su lugar al crepúsculo, pintando el cielo con tonalidades cálidas.


—¿Tienes alguna idea para esta noche? —pregunté, mirándola con curiosidad.


Emma dejó escapar una risa sugerente y apoyó su mentón en la palma de la mano.

—Tengo algo muy especial en mente. Algo... sensual —dijo, sus ojos brillando con una chispa traviesa.

Intrigado, no pude evitar sonreír y le pedí más detalles.

—¿Sensual, dices? Cuéntame más, estoy intrigado.


Ella rió suavemente, jugando con el borde de su vaso.

—No puedo revelar todos mis secretos de inmediato. Tendrás que esperar para descubrirlo.



—Oh, vamos, Emma. No puedo esperar. Dame una pista al menos —le rogué, con una expresión de súplica fingida.

Ella se inclinó hacia mí, susurrando con complicidad.

—La anticipación hace que las cosas sean mucho más emocionantes, ¿no crees?

—Eso suena como un juego peligroso —comenté, levantando una ceja—. Pero estoy dispuesto a 

jugar.

Emma sonrió, sus ojos brillando con malicia.—Eres valiente, me gusta eso. Pero no te preocupes, la espera valdrá la pena.

No pudiendo contener mi curiosidad y anticipación, solté un suspiro dramático.

—No sé si pueda aguantar las ganas. ¿No hay ninguna pista que puedas darme?

Ella rió abiertamente y acarició mi mejilla con picardía.

—La paciencia es una virtud, cariño. Además, siempre es bueno mantener un poco de misterio.

Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando el atardecer y el murmullo de la ciudad que despertaba a la vida nocturna. Emma rompió el silencio con una risa suave.

—Además, ¿dónde está la diversión si te lo cuento todo ahora? Tendrás que esperar para descubrirlo, y créeme, valdrá la pena.

Sonreí ante su respuesta, sumido en la intriga y la anticipación.

—Está bien, jugaré tu juego, pero prométeme que no será demasiado largo. No sé cuánto tiempo podré resistir.

Emma rió juguetonamente y levantó su vaso en un brindis.

—Lo prometo. Ahora, cambiemos de tema. ¿Alguna vez has tenido una cita tan divertida como esta?

Reflexioné sobre su pregunta y no pude evitar contarle sobre aquel concierto en el que quedé atrapado accidentalmente en un baño químico.

—Fue realmente vergonzoso. Entré pensando que era el baño normal, y cuando intenté salir, la puerta estaba atascada. Mi cita pensó que me había ido con otra persona, ¡fue un desastre! —expliqué, riendo mientras recordaba la situación.

Emma, con ojos curiosos, preguntó:

—¿Cómo diablos quedaste atrapado en un baño químico?

—Bueno, la verdad es que no estaba prestando mucha atención. Solo quería llegar rápido al baño y no me fijé en los detalles. ¡Gran error! —respondí, riendo por mi propia torpeza.

Ella soltó una risa contagiosa y luego compartió su propia historia.

—Bueno, una vez fui a una Comic Con tan apurada que olvidé ponerme bragas. Lo peor es que iba vestida como Batgirl, y una ráfaga de viento hizo que mi situación fuera bastante evidente. Fue allí donde conocí a Daniel, el guardia de seguridad que me llevó a su camerino y me ayudó a vestirme.

Me reí ante su confesión y no pude evitar hacer una broma juguetona.

—Vaya, una Batgirl sin bragas, ¿eh? ¿Qué tal fue esa experiencia?

Emma sonrió con picardía.

—Daniel lo manejó con mucha caballerosidad. Me prestó una chaqueta y fue muy amable. Aunque debo decir que aprendí la lección y ahora siempre verifico dos veces antes de salir de casa.

Riendo juntos, compartimos más historias cómicas y situaciones incómodas que, de alguna manera, fortalecieron nuestra conexión. Emma, con ojos brillantes al sol, disfrutaba cada palabra y gesto cómplice entre nosotros.

—Vaya, parece que ambos hemos tenido nuestras dosis de situaciones incómodas. Pero, ¿quién diría que detrás de ellas encontraríamos historias tan divertidas? —comentó Emma, con una sonrisa cómplice.

—Así es, parece que esas experiencias nos han llevado a este momento. Y déjame decirte, estoy contento de haber quedado atrapado en ese baño químico en aquel concierto —respondí, con una sonrisa.

Emma asintió, sus ojos brillando con complicidad mientras continuábamos compartiendo risas y anécdotas, creando una conexión más profunda entre nosotros.


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