Luego de nuestra visita compartida al cine, Emma y yo pasamos un par de días sin vernos. Ella tenía sus obligaciones, yo las mías. En serio. A pesar de que aún eramos jóvenes, los dos teníamos rutinas que no nos gustaban mucho. Ambos cursábamos carreras universitarias, y luchábamos día a día para salvar las materias, entregar los trabajos y sobre todo, llegar a horario. A veces me llamaba y pasábamos horas al teléfono, sin pensar en nada más que el disfrute de nuestras voces. Me encantaba hablar con ella, y díganme loco, pero hubiera tenido que elegir, habría dicho que mi momento favorito era cuando hablábamos por teléfono. Por encima de todo.
Tampoco voy a mentir: tenerla cerca era comparable a subir al cielo con una escalera mecánica.
Recuerdo esa vez que me llamó a su departamento y me invitó a acompañarla a un local de ventas de películas en DVD. Su rostro estaba lleno de emoción mientras me explicaba que el lugar cerraría pronto debido a la popularidad creciente de las plataformas de streaming como Netflix. No podía negar que me sentía afortunado de ser parte de esta última aventura antes de que el lugar desapareciera para siempre.
— ¿Cuándo te gustaría ir? —le dije con mucha ilusión—
— Mañana, por la tarde. Yo te aviso.
Hablamos un rato más ese día, y al siguiente apenas recibí su mensaje subí a su departamento. Antes de salir hacia el local, nos sentamos en su acogedor sofá, compartiendo nuestras reflexiones más íntimas acerca del deseo que nos envolvía. Emma, con su cabello pelirrojo y sus ojos verdes llenos de chispa, se acercó a mí y susurró:
— Siento cómo nuestras miradas ardientes se chocan en cada encuentro. El deseo que hay entre nosotros es indomable, ¿no crees? ¿Qué opinas?
Asentí con una sonrisa y respondí:
— Es cierto, Emma. El deseo que siento hacia ti es abrumador. Cada vez que nos encontramos, mi cuerpo se llena de anticipación y mi mente se vuelve un torbellino de fantasías.
Intenté que mi voz sonara normal, pero era más que obvio que la presencia de Emma me perturbaba al 100%. Su manera de hablar era tan única. Su voz era un susurro seductor que enviaba escalofríos por mi columna vertebral. Era imposible mantenerse tranquilo frente a eso.
— ¿Ya decidiste que películas vas a comprar? si quieres puedo regalarte la que más te guste.
— ¿Harías eso por mí? —le dije emocionado—
— Claro. No me molesta.
— En serio aprecio mucho eso. —dije y luego agregué—En verdad, no pensé en nada concreto, pero tengo algunas ideas.
— Yo llevo una lista. —dijo— ¿La querés ver?
Me la mostró y pude ver que habían muchos tesoros y mucha obra clásica. Era toda una conocedora. A medida que más títulos leía, más me conectaba con ella. A medida que continuamos nuestra conversación, descubrimos que nuestros gustos cinematográficos eran extraordinariamente similares. El horror de los años 80 y 90 se convirtió en un tema recurrente, y compartimos anécdotas sobre nuestras películas favoritas. Juntos, recordamos clásicos del género como "Pesadilla en Elm Street", "Viernes 13", "Hellraiser" y "Poltergeist". Cada título mencionado evocaba recuerdos vívidos y emociones intensas.
— ¿Tomamos un café antes de salir? —dijo ella, poniéndose de pie con un saltito—
— Me encantaría —le dije, sin quitarle los ojos de encima—
Finalmente, llegó el momento de visitar el local de ventas de películas. Decidimos ir caminando, ya que ella sabía qué dirección tomar y por suerte no quedaba lejos. Era un viejo edificio similar a una tienda departamental, y sus enormes puertas me recordaron a esos viejos centros comerciales de los años 80s. Al entrar, la nostalgia se apoderó de nosotros al ver las estanterías llenas de cajas de VHS y DVD, repletas de títulos icónicos que habíamos amado en nuestra infancia. Emma y yo nos sumergimos en la búsqueda de tesoros cinéfilos, y de tanto en tanto nuestras manos se rozaban ocasionalmente mientras examinábamos los estantes.
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La vecina
Novela Juvenil- Soy tu vecina-me dijo-Te vi hoy cuando sacaste la basura. - ¡Oh no! Qué vergüenza... yo, no estaba en mis cabales. - Ni yo-dijo-Salí anoche, y bueno... al despertar no me di cuenta. Pero cuando salí, sólo traía puesta mi camisa corta que uso para...