38. La última vez

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Emma me llevó de regreso a casa, y me sirvió otra medida de Whisky. Me sonrió y esperó a que yo siguiera con mi historia.

Tomé otro sorbo de whisky, dejando que el líquido ardiera en mi garganta mientras trataba de reunir el coraje para continuar. Emma me miraba con atención, sus ojos reflejando amor y preocupación.

—¿Recuerdas cuando te mencioné que Jack me convenció de ir a un lugar para disculparse? —comencé, sintiendo cómo las palabras se formaban en mi mente.

Emma asintió, su expresión tensa mientras esperaba que continuara.

—Fue un café muy elegante, con libros por todas partes y una decoración de cine clásico. Me pareció un lugar extraño para una disculpa, pero en ese momento, estaba dispuesto a darle una oportunidad —dije, recordando el ambiente acogedor del lugar.

Recuerdo que me senté en una de las mesas del café, observando los detalles de la decoración. Carteles de películas antiguas adornaban las paredes, y una suave música de jazz llenaba el aire. Jack se veía raro, como asustado pero a la vez expectante. Su comportamiento me inquietaba, pero traté de no darle demasiada importancia.

—Gracias por venir, Nick. Quiero pedirte disculpas por todo —dijo Jack, su voz temblando ligeramente.

Lo miré a los ojos, intentando encontrar sinceridad en sus palabras.

—Jack, he estado pasando por un infierno. Necesito entender por qué hiciste todo eso —dije, mi voz llena de dolor y confusión.

Pero Jack parecía en otro mundo, siempre mirando la puerta de salida. Cada vez que intentaba hablar, él desviaba la mirada o fingía escuchar.

—No sabes cuánto lo siento, Nick. Todo fue un error... —dijo, pero su atención estaba claramente en otro lugar.

Quise gritarle, hacerle entender el daño que había causado, pero en ese momento su teléfono sonó. Jack respondió rápidamente, murmurando algo inaudible antes de decir, "Lo tengo".

Fruncí el ceño, confundido.

—¿Lo tienes? ¿Qué significa eso? —pregunté, sintiendo una creciente sensación de alarma.

Jack se hizo el desentendido, sonriendo de una manera que me puso aún más nervioso.

—Nada, Nick. Solo un asunto pendiente. Ven, quiero presentarte a mi amigo que es el chef del lugar. Siempre fuma en el callejón —dijo, levantándose de su asiento.

Mi instinto me decía que algo no estaba bien, pero contra mi mejor juicio, le seguí. Las mesas y el bullicio del café fueron lo último que oí antes de salir.

El callejón era frío, húmedo y oscuro, un contraste escalofriante con el interior cálido del café. Tres jóvenes adultos estaban allí, fumando y hablando en voz baja. Cuando vieron a Jack, uno de ellos sonrió de manera siniestra.

—Por fin llegas. ¿Es él? —preguntó uno de ellos, mirando directamente a Jack.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda.

—Sí, es él —respondió Jack, su voz llena de una oscura satisfacción.

Intenté retroceder, pero mis piernas no respondieron. Estaba congelado por el miedo y la confusión.

—Jack, ¿qué está pasando? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

Pero antes de que pudiera reaccionar, los tres jóvenes y Jack se abalanzaron sobre mí. Me desnudaron, sus manos rudas y crueles arrancando mi ropa. Intenté resistirme, pero eran demasiado fuertes. Sus risas llenaban el callejón, una cacofonía de crueldad y desprecio.

La vecinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora