Después de una noche de pasión y amor, el sol se asomó tímido por la ventana. Decidí levantarme para preparar el desayuno. Mientras Emma seguía dormida, me aventuré a la cocina con la determinación de sorprenderla con algo especial. No lo pensé dos veces, tenía muchas ganas de hacer unas galletas de avena.
Tras un rato de buscar en TikTok la receta perfecta, comencé a mezclar los ingredientes con entusiasmo, agregando un toque extra de vainilla y canela para hacerlas aún más deliciosas.
—¡Mmm, qué bien huele aquí! —exclamó Emma, bostezando y estirándose perezosamente al entrar en la cocina.
—¡Buenos días, dormilona! —respondí con una sonrisa, disfrutando de su expresión adormilada.
Mientras las galletas se horneaban, preparé café y adorné una pequeña mesa para llevar a la cama, creando un ambiente acogedor y cálido.
—¿Qué estás tramando? —preguntó Emma, con una mirada curiosa mientras observaba mis preparativos.
—Solo quiero empezar el día con buen pie —respondí, con una sonrisa traviesa.
— Estoy muy cansada —dijo ella con cierto rubor en su rostro— Vuelvo a la cama.
— Enseguida te alcanzo —le dije—
De vuelta en la habitación, me acerqué a Emma, que aún estaba medio dormida, y el aroma tentador del café y las galletas comenzó a despertarla lentamente.
—¿Qué es todo esto? —preguntó, con los ojos entrecerrados mientras se sentaba en la cama y observaba la mesa preparada.
—Es un desayuno especial para una persona especial —respondí, ofreciéndole una sonrisa cariñosa.
Emma sonrió, su rubor matutino haciéndola aún más encantadora.
—¡Eres un encanto! —exclamó, dándome un suave beso en los labios—. Gracias, Evan.
Nos sentamos juntos en la cama, compartiendo las galletas recién horneadas y el café caliente, mientras hablábamos de nuestras expectativas para el día y recordábamos los momentos compartidos la noche anterior.
—Estas galletas están increíbles —dijo Emma, saboreando cada bocado con deleite—. ¿Dónde las conseguiste?
—Las hice yo mismo —respondí con orgullo, disfrutando de su expresión de sorpresa y placer al enterarse.
Emma abrió los ojos grandes, sorprendida.
—¡Nunca había probado nada tan delicioso! —exclamó, con una sonrisa—. Bueno, además de lo de anoche.
—Me alegra que te gusten —respondí, sintiéndome halagado por su reacción.
Emma tomó otra galleta y la saboreó con deleite antes de hacer una broma.
—¿Dónde aprendiste a cocinar así? ¿Eres un chef en secreto?
—Bueno, todos tenemos nuestros talentos ocultos —respondí, riendo—. Pero las galletas son solo el comienzo.
Emma sonrió traviesamente mientras tomaba otro bocado.
—¡No puedo esperar para ver qué más tienes preparado para mí! —exclamó, con una mirada sugerente.
Mi rostro se tornó de un intenso color rojo mientras ella continuaba con sus bromas.
—Deberías quedarte en casa hoy —sugirió Emma, cambiando de tema—. Te ves agotado.
—Quizás debería —respondí, pensativo—. Aunque tengo algunas cosas que hacer en la oficina.
Emma me miró con ternura y me acarició el rostro suavemente.
—Ve a darte una ducha, pareces alguien que acaba de vivir toda una vida en una noche —bromeó, con una sonrisa pícara.
—¡Hey, no me mires así! —respondí, fingiendo indignación—. Tú también te ves un poco... despeinada.
Emma soltó una risita y asintió, jugando con su cabello desordenado mientras terminaba su café y se comía otra galleta.
—Tal vez debería considerar quedarme en casa contigo —sugerí, con una sonrisa cómplice.
—Eso suena tentador —respondió Emma, con una mirada sugerente—. Pero no quiero ser responsable de que te despidan por faltar al trabajo.
Asentí, comprendiendo su preocupación, y le di un beso rápido antes de dirigirme hacia el baño para tomar una ducha.
—Voy a darme una ducha rápida —le dije a Emma mientras me alejaba—. ¿Quieres que deje los restos del desayuno en la cocina?
Emma sonrió y asintió.
—Sí, así tengo algo que hacer —respondió, juguetona.
Con una sonrisa, agradecí su respuesta y me dirigí al baño. El agua caliente me revitalizó y salí casi como nuevo, listo para enfrentar el día.
Al salir del baño, me encontré con Emma aún envuelta en las sábanas, pero igualmente atractiva con su cabello desordenado.
—¿Listo para enfrentar el día? —preguntó Emma, con una sonrisa.Le di otro beso antes de responder.
—Casi —dije con una sonrisa—. Pero primero, tengo que enfrentarme al tráfico.
Emma hizo una mueca comprensiva mientras me dirigía hacia la puerta.
—Buena suerte —me deseó, con una sonrisa—. Nos vemos más tarde.
Con un gesto de despedida, salí a la calle, donde el tráfico recién comenzaba a despertar. Mientras caminaba hacia mi lugar de trabajo, pensaba en la suerte que tenía de tener a Emma en mi vida, y en todas las aventuras que aún nos esperaban juntos.
ESTÁS LEYENDO
La vecina
Teen Fiction- Soy tu vecina-me dijo-Te vi hoy cuando sacaste la basura. - ¡Oh no! Qué vergüenza... yo, no estaba en mis cabales. - Ni yo-dijo-Salí anoche, y bueno... al despertar no me di cuenta. Pero cuando salí, sólo traía puesta mi camisa corta que uso para...