19. No vives de ensalada

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Llegamos al piso de Emma, y mientras ella se preparaba para cocinar, la curiosidad me llevó a preguntarle sobre su elección de ser vegana.


—¿Cuándo empezaste a ser vegana? —pregunté, observándola cortar los ingredientes para la ensalada.

Emma dejó de cortar por un momento, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y determinación.

—Fue después de una excursión al matadero. Fue horrible, ver a esos animales siendo masacrados, hacinados y torturados. Ese día me provocó náuseas, vómitos y mareos.Intrigado y preocupado, le pedí más detalles.


—¿Puedes contarme más sobre eso?


Emma se sentó en la mesa, mirándome directamente.


—Fue una experiencia impactante. Ver la crueldad y el sufrimiento me hizo tomar la decisión de cambiar mi estilo de vida. Desde entonces, he adoptado la filosofía vegana, respetando a los animales y contribuyendo a un mundo más compasivo.


Emma con un brillo en los ojos, añadió:

— Desde que adopté este estilo de vida, me siento más conectada con el mundo que me rodea. Es como si cada elección que hago tuviera un impacto positivo, ¿no crees? —comentó Emma, mezclando aderezos en un tazón.

Asentí, reconociendo la importancia de las elecciones conscientes.

—Definitivamente. Pequeños cambios pueden marcar la diferencia. ¿Tienes algún platillo vegano favorito?

Emma sonrió y respondió:

—Me encanta la lasaña vegana. Es sorprendente cómo se pueden crear versiones deliciosas sin usar carne ni lácteos.

La conversación tomó un giro más ligero cuando Emma, con su característico sentido del humor, se acercó, se sentó en mi regazo, y mirándome a los ojos me dijo:

—Sabes, la única carne que quiero es la que tú tienes entre las piernas —dijo, con una sonrisa traviesa.


Me sonrojé ante su comentario atrevido, pero no pude evitar reír.


—¡Emma, siempre tan directa! —comenté, disfrutando de su sentido del humor.

Ella continuó haciendo bromas sobre erecciones y miembros, creando un ambiente juguetón entre nosotros. La risa y la complicidad llenaban la cocina mientras ella preparaba la cena vegana con una mezcla única de erotismo y humor.

La conversación tomó un giro más ligero cuando Emma, con su característico sentido del humor, hizo otra broma:

—¿Sabías que las frutas y verduras también pueden ser afrodisíacas? ¡Quién lo diría! —dijo, riendo—

Me uní a su risa, disfrutando de su espontaneidad.

—Eres única, Emma. Nunca sabes qué esperar contigo.

Ella me miró con una mirada traviesa.

—La vida debería ser así, llena de sorpresas y momentos divertidos. —luego agregó— Así que, chico desconstruido, estás en el camino correcto —comentó, guiñándome un ojo.

Me reí, apreciando su manera única de mezclar el erotismo con la información.

—¡Buena noticia para los veganos, entonces!

La noche transcurrió entre risas, bromas y una deliciosa cena vegana. Emma, con su encanto, había convertido la velada en una experiencia llena de humor, amor y complicidad, todo mientras explorábamos el fascinante mundo del veganismo y las sorpresas que la vida tenía reservadas para nosotros.

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