6.Mucho Trabajo y Poco Descanso

754 4 0
                                    


El sol apenas comenzaba a pintar el cielo con tonos rosados mientras salía del departamento de Emma. El aire fresco de la mañana me acarició el rostro, trayendo consigo los sonidos habituales de la ciudad en pleno despertar. Me sumergí entre el gentío, dejando atrás la intensidad de la noche que había compartido con Emma.

Mis pensamientos se enredaban entre el placer que había experimentado y la sensación de complicidad que había crecido entre nosotros. Emma era más que una simple atracción física; había algo en su sonrisa traviesa y en sus ojos verdes que me intrigaba profundamente.

Caminé por las calles, perdido en mis reflexiones. El aroma del café de las cafeterías cercanas se mezcló con el aire fresco, creando una especie de refugio sensorial que me permitió procesar lo que había sucedido.

La noche anterior, nuestros cuerpos habían danzado al ritmo de la pasión desenfrenada. Cada caricia, cada beso, parecía llevarnos a un lugar en el que solo existíamos nosotros dos. Pero ahora, a plena luz del día, frente a los detalles de la vida real comenzaron a resurgir como una especie de sueño o fantasía irreal. ¿Acaso todo eso vivía sólo en mi mente y en mi corazón?

Claro que no. Era mucho más fuerte que eso.

Recordé nuestras conversaciones sobre películas y cómics, nuestras risas compartidas sobre anécdotas que solo nosotros entendíamos. Todo aquello no podía ser real, me negaba a que perteneciera a un rincón de mi mente, como si se tratase de un rincón sucio y olvidado. Un sótano que se abría frenético, ante el escenario irreparable de la soledad. 

Una notificación en mi celular disolvió mis pensamientos, y me devolvió el alma al cuerpo. Era un Whatsapp de Emma que decía: "Cariño, no pierdas el rumbo. Sé que estar separados es difícil. Pero teniéndote en mis pensamientos, las cosas siempre se hacen más fáciles de tolerar. Besitos, que tengas un buen día". 

Guardé mi celular con una sonrisa y me encaminé hacia mi amado y odiado puesto de trabajo. No era la gran cosa. La paga era buena y el ambiente era tedioso, pero aquella mañana juro por dios que hasta disfruté estar en el mismo edificio con los demás compañeros. Aceptaba de buena manera los encargos, me ocupaba de llevar y traer las fotocopias, de preparar el café y aunque los ojos se me cerraban debido al agotamiento, daba todo de mí. siempre he creído que si se busca, dentro de cada uno de nosotros suele quedar ese porcentaje de energía que nos permite mantenernos de pie a pesar de todo. Para mí, ese porcentaje era Emma. 

Cada tanto, cada vez que iba al sector de las secretarias, no podía evitar sonreír al recordar cada momento vivido con mi vecina. Mis compañeras me observaban de reojo, intercambiando miradas cómplices. Sasha, en plena confianza me dijo con tono burlón:

— Parece que alguien no durmió mucho esta noche.

— Así parece. —mencionó Melanie, siguiendole el juego a Sasha— ¿Acaso habrá otra entrometiéndose entre nuestro cadete y nosotras?

— Ya lo creo. -dijo sasha, agudizando el tono, y tratando de dar con la respuesta correcta.— ¿Acaso es una friki igual que tú?

— ¿Lo imaginas? —añadió Melanie— La pareja ideal.

— Sería el colmo de la rareza. —dijo Sasha sonriendo. Luego agregó. —Anda, cuenta. 

No pude evitar reírme. Era obvio que algo había cambiado en mí, y aunque no podía compartir los detalles, no me importaba. Las miré a ambas luego de entregarles sus cafés y dije:

— Chicas, no se preocupen. En cuanto tenga más datos, o algo más certero les voy a contar todo el chisme.

—¡ay, sí! Amo el chisme. —dijo Melanie dando palmaditas—

- Bueno. —aceptó Sasha un tanto resignada— Mientras no te tardes mucho. Cuando se enfría no es tan interesante.

— ¡No digas eso! -insistió Melanie— Un buen chisme puede salvar al mundo.

Los tres reímos y aproveché una pequeña distracción para escaparme y seguir con lo mío. Si quería que la jornada acabara, debía seguir haciendo mis labores. 

El día avanzó, y finalmente llegó el momento de tomar un descanso. Mientras bebía un café en la pequeña área de descanso, Melanie se acercó y se sentó a mi lado.

— Oye, lamento si Sasha te molestó antes. A veces puede ser un poco demasiado directa—dijo con una mirada comprensiva—

Le sonreí agradecido y dije:

 —No te preocupes, entiendo cómo es. No me importa realmente.

Melanie asintió y luego cambió el tono de la conversación para decir:

  — Pero, en serio, ¿cómo estás? ¿Qué tal estuvo tu noche?

Mis mejillas se calentaron un poco ante su pregunta directa, pero decidí ser honesto:

— Fue... increíble. Pasé una noche increíble con alguien que conocí.

Melanie rió suavemente, 

—Oh, suena misterioso. ¿Podría saber quién es esa afortunada?

—Su nombre es Emma —respondí con una sonrisa, sin poder evitar sentir una oleada de emoción al mencionar su nombre. — Es mi vecina. Nos conocimos casi por accidente.

 — Me encantan esos accidentes. —dijo Melanie — Me recuerdan a mis época s de la juventud.

Sonriendo le dije:

 — ¿Juventud? Ni que fueras tan vieja, por favor.

 — Me halaga, jovencito  —dijo Melanie poniendo voz afectuada y sonriendo — ¿Y qué más? Tienen muchas cosas en común?

Le hablé de los cómics, de las películas de terror y el amor por la nostalgia. Las idas y venidas de piso a piso, y nuestra salida al mundo de la "spidergente". era tal mi orgullo que no pude reservarme nada, bueno sí. No le dije nada acerca de nuestros encuentros pasionales, no quise parecer el típico "machito" que se enorgullece de hablar de una buena mujer a sus espaldas. sin embargo, aunque omitiera todo tipo de detalle escabroso o erótico, Melanie tenía antenas para captar ese tipo de información que yo creía súper secreta.

Melanie me palmeó el hombro con una mirada de complicidad y dijo:

— A mí me parece, que ustedes hacen de todo menos ver películas.

No pude evitar sonrojarme y cuando quise responder Melanie levantó una mano y dijo:

— ¡Ah! No aclares, que oscurece. Eso decía mi querida abuela.

Ambos nos reímos y tratamos de redireccionar la conversación al principio de todo, como si no hubiera pasado nada.

Melanie me miró y me dijo:

— Cuidate mucho, por favor. No lo digo por decir. Trata de ponerte siempre un condon y si no traes uno, pregunta si tu chica... ¿Cómo se llama?

— Emma.

— Emma —añadió— Si ella trae uno.

Sonreí, recordando la forma en como me había colocado el condón encima de mi erección palpitante. 

— Sí que estás en las nubes, amigo. —dijo Melanie con una sonrisa— Y con respecto a saha y los demás, lo único que puedo decirte es  ¡No te pongas nervioso por los comentarios que puedan hacer! Ellos no entienden nada. ¿Sí? Vamos, sigamos trabajando.

Terminamos el descanso y volví a mi puesto de trabajo con una actitud más positiva. Aunque los comentarios de mis compañeras me habían sacado de quicio al principio, me di cuenta de que no tenía por qué avergonzarme de lo que había vivido con Emma. Estaba decidido a disfrutar de cada momento y a no dejar que las opiniones de los demás me afectaran. Cuando se hicieron las 13:30 en el reloj de pared, nos marchamos todos por nuestro lado. Caminé rápido hacia mi departamento con dos ideas en mente: ducharme y descansar un poco.

Quería estar listo para Emma.

Quería estar listo para todo lo que pudiera llegar a ofrecerme el futuro. 


La vecinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora