26. Un visitante inesperado

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Caminábamos de la mano, Emma y yo, disfrutando del cálido sol del parque y de la compañía del otro. Íbamos camino a casa, cuando de repente, un joven se nos acercó con paso decidido, interrumpiendo nuestra paz.

—¡Evan! ¡Qué sorpresa verte aquí! —exclamó el joven con entusiasmo, extendiendo la mano hacia mí.

Le devolví el gesto, aunque su presencia me dejó un poco desconcertado. No reconocí al joven de inmediato, pero su actitud amistosa sugería que nos conocíamos de algún lugar.

—Hola, ¿cómo estás? —respondí con una sonrisa educada, esperando que su identidad se revelara en su próxima frase.

—Soy Jack, ¿recuerdas? Del club de lectura de la universidad. ¡Hace tanto tiempo!

Una oleada de recuerdos inundó mi mente mientras asentía, tratando de conectar los puntos entre el joven Jack y mis días de estudiante.

—¡Oh Claro! ¿Cómo olvidarlo? —dije, aunque en realidad mi memoria estaba un poco borrosa sobre ese período de mi vida.

Emma, a mi lado, observaba la interacción con curiosidad, pero no dijo nada por el momento. Jack continuó hablando, recordando anécdotas y momentos compartidos en el club de lectura.

—Bueno, no quería interrumpir. Solo quise saludar y ver cómo estabas, Evan. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos. ¿Cómo has estado?

La pregunta me tomó por sorpresa, y no pude evitar sentir una punzada de incomodidad. ¿Cómo podía resumir tantos años en una respuesta breve? Decidí optar por la simplicidad.

—He estado bien, Jack. Gracias por preguntar. Y tú, ¿qué has estado haciendo?

Jack sonrió, y dijo:

—He estado extrañándote mi buen amigo. Desde que te fuiste sólo me quedan los recuerdos. Y no son pocos. Cada noche antes de dormir, mi cerebro comienza a reproducirlos como si se tratasen de viejos episodios de una serie que ya fue cancelada. Dios, es muy triste. Pero me ayuda a dormir

La presencia de Jack, aunque amistosa en apariencia, comenzó a ser una carga pesada sobre mis hombros. Cada palabra que salía de su boca parecía traer consigo un peso del pasado, un recordatorio incómodo de tiempos que prefería olvidar.

—Sí, recuerdo aquella vez que nadamos desnudos en la piscina del campus. Dios, estabas bellísimo —empezó Jack, con un brillo de entusiasmo en los ojos—. ¿Te acuerdas, Evan? Aquella vez que dijiste "Mira, me lanzo desnudo desde mi ventana". Creí que te romperías el cuello. 

—Jack, creo que no es necesario hablar de eso ahora —interrumpí, sintiendo la incomodidad crecer dentro de mí.

Pero Jack pareció no captar la indirecta, o tal vez simplemente la ignoró deliberadamente.

—Oh, sí, claro —continuó, sin mostrar señales de detenerse—. Pero recuerdo cuando fuimos a ese campamento y que decidimos llevar nuestra amistad al siguiente nivel. Fue algo tan dulce de tu parte. Aun siento tus besos en mi piel, aunque lo niegues.

—Jack, por favor —insistí, mi voz ahora teñida de una nota de irritación—. No creo que sea el momento ni el lugar para hablar de esas cosas.

—Oh, vamos, Evan, no te pongas así. Todos tenemos un pasado, ¿verdad? —dijo con una mirada astuta, ignorando mi solicitud.

Mis mejillas se calentaron con una mezcla de vergüenza y frustración, mientras Emma observaba la escena en silencio, sintiéndose cada vez más invisible. 

Finalmente, Emma decidió intervenir, carraspeando para llamar la atención de Jack, quien la miró con una mezcla de sorpresa y condescendencia.

—Disculpa, ¿quién eres tú? —preguntó Emma, su tono cortante dejando claro que no estaba dispuesta a tolerar más intrusos en nuestro día.

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