CAPITULO 47

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Los amaneceres me gustan por sus tonalidades amarillas y naranjas, por el cantar de los pájaros pero odio cada despertar desde que tengo un mes de embarazo. Desayuno, mientras veo a Danil hablando con Dimitri. Voy por el segundo bocado, cuando no me siento bien, las náuseas se hacen presentes en mi estómago. Me levanto con rapidez para entrar al baño más cercano, levanto la tapa del inodoro y expulso el contenido de mi estomago. Varias arcadas me invaden, siento como las manos de mi esposo, toman mi cabello mientras acaricia mi espalda.

Que asco.

Pasan algunos minutos para cuando logro recomponerme, me pongo de pie pero un mareo me hace perder ligeramente el equilibrio, los brazos de Dimitri me atrapan a tiempo, respiro profundamente cerrando mis ojos, esperando a que el mareo se me pase.

—¿Estás bien, pequeña?

—Si—respondo tajante soltándome de su agarre cuando el mareo se pasa, me mira confundido y yo regreso a la mesa, como bajo la intensa mirada de todos, Dimitri, Danil y Vera me miran esperando una respuesta pero no digo ni una sola palabra.

Dimitri ha estado muy raro estos dos meses que han pasado, está distando y supuestamente lleno de trabajo, llega tarde por las noches, a veces no llega antes de que yo me duerma o tan siquiera hemos tenido sexo. Su respuesta siempre es la misma.

Estoy cansado pequeña.

Su comportamiento no es normal y aunque quiera descubrirlo no he encontrado nada, este mes lo he pasado hablando con Madeline por las tardes ya que está contenta por mi embarazo y podría decir que más que yo, con Eva que cumple cada uno de mis antojos y por supuesto en el inodoro vomitando ya que mi esposo no ha tenido tiempo para mi. Mis hormonas cada vez están mas locas y por qué no admitir que yo también, mis ánimos cambian mas que lo que cambio de bragas y esta situación con Dimitri me está haciendo ofuscar.

Luego de terminar el desayuno me voy a la habitación y de me ocurre una idea para hacer que mi esposo complazca mi apetito sexual y porque no tener un momento en pareja, tomo una ducha colocándome un vestido ceñido a mi cuerpo haciéndome sobresalir un poco mi pequeña barriga la cual poco a poco comienza a notarse, mis botas y una gabardina para el frío, tomo mis guantes y mi arma metiéndola en mi cartera, no me maquillo ya que siento que mi cara últimamente está en su mejor punto haciéndome sentir más bella que nunca, salgo en busca de Kirill el cual encuentro hablando con Danil.

Recuerda no decirle nada a Irina—escucho cuando estoy a unos pasos de distancia, no pueden verme ya que una pared nos separa, me escondo detrás de está colocando mi oído para escuchar mejor. Es Danil quien habla—. Te conozco Kirill, recuerda que yo te recomendé aquí, no me hagas arrepentir, no le cuentes a Irina, por su estado podría caerle mal la noticia.

—¿Crees que no lo sé?—responde con amargura Kirill.

Con que lo sepa Dimitri basta, el se ocupará y yo lo ayudaré—dice—. Tienes mucha confianza con Irina y eso podría complicar las cosas, cuento en que no le contarás.

—Cuente con ello jefe.

Decido salir de mi escondite haciendo resonar mis botas, se callan abruptamente y yo volteo los ojos.

—Sé que me ocultan algo—Kirill baja su cara y Danil aprieta sus labios pero no me baja la mirada—. No se preocupen, no vengo a pedirles explicaciones—un amargo sentimiento se instala en mi, odio los secreto y ellos lo saben—. Kirill enciende el auto, saldremos.

—¿Dimitri lo sabe?—pregunta Danil—. ¿A donde vas Irina? Recuerda tu estado.

—Estoy embaraza, no invalida. Mi doctora ha dicho que estoy mejor y que podía seguir con mi vida normal—recalcó cada una de sus palabras—. Y si mucho te interesa que mi esposo sepa de mi paradero, ve y cuéntale, ya que al parecer se lo cuentan todo y yo soy la única que no le informan nada.

Amor color carmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora