CAPITULO 35

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Ha pasado una semana desde la noticia, ahorita nos encontramos en Rusia de nuevo ya que decidimos volver a casa. Las cosas no han ido muy bien. La palabra «embarazada» no deja de retumbar en mi mente, luego de que el doctor me dijera «lo perdiste» sentí como mi corazón dejo de latir. Nunca me había imaginado cómo sería la vida siendo madre, nunca estuvo en mis planes serlo porque siento que no sería una buena madre pero hay algo dentro de mi que ahora está roto luego de eso.

«Mi bebe, mío y de Dimitri... nuestro» Un hijo construido por nuestro amor, pero todo eso ya no está. No quiero comer, no quiero vivir, no quiero seguir así. Mi pobre bebé no tenía la culpa de nada, solamente es culpable de haberme tenido una pésima madre que fue incapaz de protegerlo. El odio que siento por Maximiliano en este preciso momento es único, juro por la memoria de mi bebé destruirlo y herirlo tanto que se acordara del día en que nació.

—Pequeña no puedes seguir sin comer—siento la mano de Dimitri sobre mi cabello deslizándola de arriba hacia abajo, me encuentro en la cama como lo he estado todos estos últimos días. Lo miro de reojo, se ve cansado y con los ojos hinchados ya que él piensa que no me doy cuenta que llora todas las noche en su oficina—. Tienes días sin beber así sea un trago de agua.

—No quiero nada—mis ojos se cristalizan—. Solo quiero a mi bebé.

—No sabes cuanto daría porque estuviera aquí—toca mi abdomen—. Hasta mi vida misma la daría si fuese necesario cariño.

—Discúlpame por no haberlo cuidado, todo es mi culpa.

—Nada de esto es tu culpa, nadie tiene la culpa por la vida que nos tocó vivir cariño, quizás nuestro Ángel en este momento es feliz en el cielo—trata de animarme—. Él te ama y  jamás te hubiese culpado de esto. Perdónate Irina, no tienes la culpa de nada y yo no tengo nada que perdonarte.

  Vuelvo a hacerme bolita en la cama y mi esposo suspira derrotado por su fallido intento para lograr que comiera, la culpa es más grande que yo y mi corazón en estos momentos está totalmente destruido, trato de dormir para no pensar más.

•••

Bajo las escaleras de la mansión y todo está en absoluto silencio, busco a Dimitri pero no lo encuentro por ningún lado, escuchó una risita en su oficina así que decido ir a buscarlo.

—Ruso—susurro.

  Me quedo paralizada con lo que veo, mis ojos se cristalizan y pienso que estoy alucinando por tantas medicinas por causa del accidente. Un niño con pelo rojizo y ojos color aceituna me mira con una sonrisa traviesa desde la silla del escritorio de Dimitri. Trato de hablar pero simplemente mi voz no sale, quiero decir algo pero se me es imposible, le calculo unos 4 años pero aún así no lo confirmo, su cara esta sonrojada por sus carcajadas y su belleza es tan incomparable que me es imposible dejar de mirarle.

—Mami...—dice sonriente para levantarse de la silla y correr hacia dónde me encuentro paralizada. Abraza mis piernas mientras ríe como si estuviera cometiendo una travesura.

—Mi amor—susurro cuando espabilo y me coloco a su altura quedando de rodillas—. Мой ангел—coloco mis manos en su regordeta carita y sonrío entre lagrimas—. Eres tan hermoso ангел, te pareces a tu padre.

—Papi..

—Si, papi—confirmó—Perdóname por no salvarte mi amor—lo abrazo y siento como se abraza a mi como si nunca quisiera dejarme ir—. Todo fue mi culpa, si fuese sido más cuidadosa o me hubiera enterado antes..

—Mami..

—Perdóname. Te amo.

—Mami— me toma la cara entre sus pequeñas manitas mientras limpia mis lagrimas—. No es tu culpa, papi y yo no tenemos nada que perdonarte—afirma—. Estoy bien, algún día nos volveremos a ver.

Amor color carmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora