CAPÍTULO 27

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Me quedo en mi lugar sin saber que decir o hacer, no se si las torturas pueden causar pérdidas de memoria pero esta situación está empezando a desesperarme. No sé qué hacer o decir, cómo actuar, no sé qué mierdas hacer y si Dimitri me llegará a olvidar no sé qué haría. ¿Lo volvería a conquistar? Si, pero y si no logro enamorarlo de nuevo.

—Esos no son juegos Dimitri.

—¡No sé quién vergas eres, habla de una puta vez antes que te deje sin cuello!. ¿Trabajas para la C.I.A?—habla con severidad y braveza. Me voy de la habitación y voy en dirección a la cochera, tomo las llaves de mi Ferrari y cuando estoy por montarme siento como alguien me toma del antebrazo y me estampa contra el auto, su olor me golpea y mis lagrimas salen.

—Déjame... por favor, déjame ir—susurro sollozando, esto me está doliendo más de lo que pensé.

—¿Como crees que sería capaz de olvidarte pequeña?—habla y me acuna las mejillas en sus manos—. Jamás olvidaría al amor de mi vida.

Me besa tan ferozmente que siento que me quedo atrás.

—No Dimitri...—recuerdo—. Tus heridas.

—No duelen—admite pero se que miente—. Todo está bien, te necesito.

  Me toma de las piernas alzándome y haciéndome enrollar mis piernas en su cintura, nos lleva en dirección a la habitación de nuevo tirándonos en la cama, nos desvestimos tan pronto como podemos sin dejar de besarnos, acuna mis senos en sus manos masacrándolos a su antojos. Baja una de sus manos entre nosotros y las mete entre mis piernas, toca ese punto nerviosos que se encuentra urgido y necesitado por su toque volviéndome loca haciéndome comenzar a gemir como perra el celo.

—Te amo—admito.

—Lo sé pequeña—sonríe—. Y yo a ti.

Nuestras miradas se enlazan y vuelvo a besarlo, dos, tres besos más, desciende por mi cuello sintiéndose tan bien pero a la vez quiero más de la boca que me está llevando al cielo o al infierno, no sé. Solo siento la fuerza de sus manos sobre mis pechos y coño. Me desespera y en menos de minutos me tiene gimiendo rogándole que me folle y así lo hace, cierro los ojos mientras mi espalda se arquea cuando entierra su miembro entre mis piernas arañándome la línea de la mandíbula con los dientes.

—Dimitri...—jadeó en suspiros ahogados.

—Gime para mi, pequeña.

Follamos hasta el amanecer y ya pierdo la cuenta de cuantos orgasmos hemos tenido pero seguimos en los nuestro, el sol empieza a salir pero eso no nos detiene, mi vientre está tenso al igual que los brazos de Dimitri quien me sostiene contra la pared de nuestra habitación. Buscamos nuestro orgasmos pero este se niega a dármelo, tiene una sonrisa la cual me encantaría borrar de un balazo.

—Para...—pido cuando siento ganas de ir al baño—. Necesito hacer pis amor.

—¡O no!—sonríe—. Déjate llevar, no es pis.

—Dimi... tri―suplico―. Por favor.

―No sabes lo que estás pidiendo, pequeña ―susurra contra mi boca, mi mano se pierde en su cabello cuando sus embestidas de intensifican. Aprieta la mandíbula y jalo su cabello en mi puño mientras inclina su rostro hacia el mío. Su pecho sube y baja rápidamente, con sus pupilas dilatadas al igual que los mías. La forma en que jadea me tiene loca y extasiada.

―Sé exactamente lo que estoy pidiendo, ruso.

—Córrete para mi pequeña—susurra en mi oído y esas palabras son suficientes para hacerlo, no sé qué sucede con mi cuerpo pero comienza a temblar de una manera indescriptible, un cosquilleo en mi espina vertebral se aloja haciendo que me sienta rara, mis músculos pélvicos y abdominales se tensan. gimo tan fuerte que es imposible evitarlo siento que me he orinado y la vergüenza llega a mi cuando veo a Dimitri todo bañado de mis fluidos.

Amor color carmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora