CAPITULO 30

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  Luego de esa llamada con el poli la noche anterior me fui directo a la cama.

—¿Quien se cree?.

  Me pregunto por enésima vez en el día, no tiene ningún derecho a reclamarme nada, no es nadie en mi vida. Que busque por otro lugar donde meter su pene flácido. Gruño por la molestia que siento al recordar la conversación.

  En estos momentos me encuentro en mi habitación viendo como el amanecer desencadena la agonía que conlleva ponerse de pie, Dimitri sigue a mi lado dormido, lo veo con envidia ya que alguien al parecer si pudo descansar. Todavía no puedo creer que fuera a ver al agente Russo, estoy completamente segura que le contó a Dimitri de nuestros pequeños inconvenientes pero no es algo que me moleste ya que no hay nada de que preocuparse. No siento absolutamente nada por el.

«o eso quiero creer» pienso.

  No le sería infiel a Dimitri ni por mucho que quisiera, me levanto y me detengo a mitad de la cama para observarlo. El ojo humano es puerco, no le gusta privarse de ningún tipo de morbo y menos cuando está viendo el cuerpo desnudo de un mafioso ruso que lo que tiene de sádico lo tiene de irresistible. Trato de calmar mis pensamientos y camino al baño para asearme. Para cuando salgo me coloco ropa deportiva colocándome un abrigo grueso ya que empieza la temporada de invierno en Rusia y con este clima despedimos noviembre. Al salir siento  inmediato la nariz enrojecida por el frío pero aún así respiro hondo y me dispongo a correr.

  Mi respiración cada vez se convierte más errática y siento como mis pulmones luchan por retener el aire que mi boca trata de tomar. Busco respiración donde no la hay pero sigo aferrada a eso, mi pulmones arden cada vez más y mis pies duelen pero aún así no dejo de correr, corro por más de media hora ya que perdí la cuenta pero llego hasta el centro de la cuidad. Estoy en la plaza central más grande de Moscú, detengo mi correr mirando todo como si fuera desconocido cuando conozco más que nadie estas calles, sigo mirando mi alrededor viendo el sol salir cada vez más, cada persona va metida en su mundo, otros escuchan música mientras el otro 50% va corriendo hacia el metro ya que van tarde a sus trabajos. Respiro con dificultad cuando siento una mirada en mi, la busco con rapidez pero estoy rodeadas de tantas personas que me es imposible encontrarla, siento su penetrante mirada en la nuca y un extraño sentimiento que me inquieta.

«corre» recuerdo las palabras que alguna vez me dijo Dimitri, y así lo hago. Corro tan rápido como puedo sintiendo como alguien también corre a mi ritmo, no traje arma, ni nada por el estilo mas que mis ganas de salir a relajarme. Tomó el camino por un callejón desolado buscando escapatoria pero no veo alguna, me detengo para buscar una esquina o algún grupo de personas con las que pueda dispersarme o pasar desapercibida pero no encuentro. Rebusco en mis bolsillos del jogger mi celular marcando inmediatamente el número de Dimitri cuando lo encuentro.

Llamada entrante.

¿¡Donde demonios estás Irina?!, me levanté y no estabas en casa— lo escuchó rugir pero no es el momento para ponerme a discutir con él.

—Ruso—respiro con dificultad—. Me están siguiendo. Trate de perderlos pero no consigo salida, no traje conmigo mi arma.

—¿Donde estás? , voy por ti ahora mismo.

—!No!, buscaré una salida, encuéntrame en el centro trataré de llegar allí de nuevo.

—Voy ya mismo, cuídate por favor pequeña.

  Cuelgo pero cuando trato de guardar de nuevo el celular veo a una persona completamente encapuchada mirándome desde lejos, ambos tenemos la respiración errática y nuestras miradas conectan, puedo ver su aureola cargada de maldad y por primera vez en mi vida puedo admitir que siento mi piel erizarse sintiendo algo parecido al miedo, no sé quién es ya que va todo encapuchado pero ha logrado causar en mi algo que jamás nadie había podido, esa mirada se me hace conocida y mis recuerdos de ese día se remueven.

Amor color carmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora