CAPITULO 28

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Dimitri Volkov.

Mis ojos siguen recorriendo su alto y formado cuerpo, el idiota que tengo de frente sonríe y yo quiero borrarle esa sonrisa a punta de puñetazos, me mira en espera de una reacción la cual no le daré por impertinente, Irina sigue sonriendo por su inoportunidad y porque sabe lo molesto que estoy, no sé porque carajos está aquí o cómo llego pero eso lo averiguaré ya mismo.

—¿Qué carajos haces aquí Damon?—pregunto con braveza.

—Estaba aquí en Sicilia en unas pequeñas vacaciones con mi mujer—mira a la persona a su lado y está abaja su arma quitándose con la otra la capucha. Madeline sacude su cabeza despeinado y me sonríe haciéndome contener un alarido de sonrisa que amenaza con salir ya que siempre le está siguiendo las ideas a Damon—. Y supimos por Danil lo qué pasó con nona Vera y Mattia Bianchi, y el cómo les prohibieron venir con ustedes, como a nosotros no nos prohibieron nada decidimos venir para darles apoyo.

Irina carcajea y yo quiero arrancarles la cabeza, ¿seria capaz de matarlos?, claro que si tal vez así dejan lo inoportunos.

—No les pedí ayuda—aclaro—. Pude haberles disparado.

—Pero no lo hiciste así que mejor vámonos.

Caminamos hasta donde dejamos nuestro auto y cuando estoy a punto de irme este me toca el vidrio, lo bajo y espero a que hable y quite esa sonrisa.

—Nos vemos el próximo mes, iremos a visitarlos en Rusia luego de nuestras vacaciones.

—No los invite—le recuerdo.

—Irina lo hizo—admite y yo miro a Irina quien asiente mientras sonríe.

—Nos vemos el próximo mes De—se despide está y damon le devuelve la despedida junto a un beso que me hace gruñir.

—Deja lo cascarrabias—regaña Vera desde los asientos de atrás.

—El paquete está ahora mismo en el aire—me susurra y asiento—. Danil lo recibirá.

—Gracias hermano— le doy la mano y le guiño el ojo a Madeline quien me lanza un beso desde su auto haciendo gruñir a Damon.

—Deja de gruñir como un perro Damon—regaña Vera de la misma forma que a mi.

—Si nona...

Decido ponerme en marcha ya que tenemos un vuelo y ya casi comienza a salir el sol. Para cuando llegamos a Rusia le digo a mis mujeres que se vayan a descansar, le doy un abrazo a mi nana y un beso a mi pequeña mientras le susurro que en un rato voy a la cama. Camino entre las enormes paredes del pasillo en dirección al sótano, bajando escaleras abajo, nadie más que yo sabe de este lugar ya que cuando traje a nana le dije que no teníamos sótano y nunca hurgó buscando uno, las paredes son aprueba de sonidos por esa razón nadie tampoco sabe de este luego ya que lo qué pasa aquí, aquí se queda.

  Escucho los gritos y sonrío, sigo bajando hasta que llego al último escalón y las luces se encienden pero sigo en las sombras de las escaleras.

—¿¡QUIEN ESTÁ AHÍ?!—grita con desespero al no ver a nadie—¡SAL NO SEAS COBARDE!, ¡NO SABES CON QUIEN TE METISTE!.

—¿Y según tú con quien me metí?—salgo de mi escondite y sonrío cuando me coloco delante de él,

  Mattia Bianchi se encuentra delante de mi, con todas sus extremidades restringidas ya que las cadenas que guindan del techo lo tienen completamente inmovilizado, sus piernas guindan ya que ni siquiera logra tocar el piso y su cara de dolor es reconfortante. Este coloca cara de susto cuando me pozo frente a él desesperándose.

Amor color carmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora