𝐗𝐗𝐕

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2010, Australia.

Eran cerca de las nueve de la mañana cuando la puerta de la habitación fue abierta, sintió como una parte de su cama se hundía con un nuevo peso y pensando que era su hermana pequeña, tomó una de sus almohadas y se la lanzó sin abrir los ojos.

—No molestes, Hannah —. Habló con voz adormilada, volviendo a acomodarse para darle la espalda y tapándose en la manta.

No escuchó respuesta por lo que pensó que su hermanita se había rendido fácilmente, no pasó mucho hasta que sintió como unos brazos lo rodearon por encima de las mantas y que alguien se recostaba a su lado. Extrañado abrió un poco los ojos y volteó lentamente para toparse con la sorpresa de que no era su hermana quien está junto a él.

—No puedo creer que así trates a la pequeña Hannah —. Sonríe Lizzie con reproche.

—Mar...

—Hey Chris.

— ¿Qué haces acá?

—Pues, nos veríamos hoy —. Responde con obviedad. — ¿Acaso lo olvidaste?

—Por supuesto que no —. Su respuesta fue rápida, casi automática. —Pero creí que nos encontraríamos más tarde, no tan temprano.

—Oh, pues... Quería comenzar el día contigo y le pedí a mi papá si podía traerme mucho más temprano para que así estuviéramos mucho más tiempo juntos...

Chris se acomoda para poder verla mejor, estaba preciosa. Sus mejillas se veían algo rosadas, sus ojos se veían grandes y brillantes, solo brillaban cuando lo tenían a él al frente y aquello le fascinaba.

—Quizás podrías haberme informado antes de que querías hacer esto...

—Quería que fuera una sorpresa —. Su mente comenzó a llenarse de ideas que le decían que quizás no fue una buena idea. —Lo siento, ¿Te molestó que viniera así?

El chico notando su cambio de humor, dio un beso en la frente de la contraria y la abrazó para calmar sus pensamientos.

—No seas boba, si fuera por mí seguirías viviendo por acá y nunca te soltaría.

El abrazó se intensificó por parte de la chica, escondiendo su cara en el pecho del chico sintiendo como su corazón latía desbocado al igual que el de ella. Chris aprovecho esto para sentir por sus fosas nasales la fragancia que emanaba del pelo de la chica, su aroma siempre era dulce, casi empalagoso y atrayente como solo ella podía serlo.

Estuvieron así un rato hasta que una pequeña infante llegó corriendo a la habitación después de enterarse que la mayor estaba por la casa. Sin pedir permiso ingresó a la habitación abriendo la puerta de golpe, al grito de "¡Lizzie!" se lanzó sobre la cama, causando que la pareja se separará, quedando ella al medio de los dos para impedir que volvieran a tocarse.

—Hola princesa —. Saludó la mayor con una sonrisa tierna.

—Lizzie, te extrañé mucho —. La pequeña no dudó en abrazarla.

—Hannah, sal de mi habitación, Mar vino a verme a mí no a ti —. Se quejó su hermano.

Ante el reclamo, sin soltar a Lizzie, la menor giró su cabeza para mirar a su hermano y en un gesto infantil, le enseñó su lengua mientras fruncía su ceño. Acción que él imitó, algo celoso de que la atención de la castaña le fuera arrebatada.

—Hannah —. La llamó la chica, obteniendo rápidamente su atención. — ¿Qué te parece si vas a ver si el desayuno está listo y cuando lo esté nos sentamos juntas para comerlo?

— ¡Sí! —Hannah no dudó el salir corriendo hacía la cocina de su casa para ver si sus padres habían terminado el desayuno.

— ¿Qué se cree esa niña? Tú estás conmigo, no con ella —. Vuelve a quejarse el chico.

𝑩𝑼𝑮𝑨𝑴𝑩𝑰𝑳𝑰𝑨 || 𝗕𝗮𝗻𝗴 𝗖𝗵𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora