Durante todo el camino no parábamos de besarnos, nuestras manos recorrían el cuerpo del otro con hambre y necesidad.
-señor llegamos- dijo el conductor, obligándonos a separarnos.
Estábamos en uno de los edificios más costosos y lujosos de la ciudad, Eliot me dirigió hasta el ascensor y este subió hasta el último piso, cuando las puertas se abrieron, revelaron un interior aún más lujoso pero muy impersonal aunque poco pude detallar, pues apenas las puertas se cerraron Eliot volvió a atrapar mis labios con avidez.
Sus manos recorrían mi cuerpo, solo se separó de mi un instante para fijar su mirada en la mía, como permitiéndome un momento por si quería huir, empero la lujuria ya se había apoderado de todos mis sentidos en ese momento, sujete su cuello con fuerza y ahora era yo quien controlaba el ritmo de los besos, no iba a huir. Pronto retomó el control y comenzó a soltar el lazo en mi espalda que sujetaba el vestido, mis manos desabrochaban la camisa del hombre con igual ímpetu y así nos fuimos despojando de la ropa que solo estorbaba.
Su cuerpo parecía tallado por los mismísimos dioses del olimpo, sus músculos estaban definidos, sin ser enormes, mis manos lo recorrían con curiosidad, con hambre, con necesidad.
Mi espalda chocó con una pared y él aprovecho para pegarse más a mi, podía sentir el roce de su erección en mi abdomen, y a sus dedos jugando con mi entrada de manera magistral, provocando deliciosas corrientes que nacían en mi centro y se extendían por la totalidad de mi cuerpo.
-Que húmeda estas- Susurró con voz ronca
Provocando un calor mayor en mi, que crecía y pedía más, quería sentirlo, así que le rodee la cadera con una de mis piernas para acercarlo aún más; él sujeto mi otra pierna haciendo que se enrolle a su cadera también, dejando mi sexo a su merced
-Quieres que te folle?- Preguntó
Su pregunta me avergonzó un poco, nunca me habían hablado así, por eso solo me limite a asentir.
-Dilo- me ordenó -
Sentía los colores subir a mi cara.
-Si- fue la primera palabra que salió de mi boca.
-si ¿que?... dilo Ana- Quiero oírte, dijo mientras con sus movimientos seguía provocándome
-Quiero que me folles- dije agitada viéndolo directamente a los ojos, incapaz de resistir más
Nunca había pedido que alguien me follara en mi vida! que vergüenza!
Camino hasta su recamara conmigo enrollada a su cadera y me dejo sobre su cama mientras se acomodaba sobre mi, su miembro empezó a jugar en mi entrada, hasta que lo introdujo de una sola estocada, mi cuerpo se tenso por una milésima de segundo mientras se adaptaba a su tamaño, sin embargo las oleadas de placer que me recorrieron al sentirlo me hacían estremecerme, provocando fuertes gemidos mientras entraba y salía de mi, de un momento a otro empezó a bajar el ritmo sin dejar de moverse de una manera tan placentera, era casi como una tortura, una que me encantaba casi tanto como impacientaba.
Con ímpetu me moví, ahora era yo quien estaba encima de él... Clave mis manos a su musculoso pecho y comencé a contonearme a mi antojo, lo sentía más profundo en mi y la vista de su cara transformada por el placer, aquel que yo nos estaba proporcionando me hacia sentir poderosa.
-Que bien te mueves nena- decía entre los gruñidos que emitía
Sus palabras me animaban a seguir dándonos placer, sus manos que antes habían estado jugando con mis pechos, bajaron hasta mis caderas y me sujetaba con fuerza provocando que entrara mas profundo en mi, no había delicadeza en nuestro contacto y eso me volvía loca, pronto comencé a sentir esa deliciosa corriente desde mi centro y en unas cuantas estocadas más explotó, provocando un intenso orgasmo para los dos.
Cuando terminamos caí agitada en su pecho gozando de las últimas contracciones de mi sexo, mientras nuestras respiraciones se acompasaban.
Repetimos un par de veces más hasta que el cansancio casi me había vencido por completo
-Eres deliciosa- Dijo adormilado mientras me rodeaba con su brazo
Los ojos me pesaban tanto que me quede dormida casi al instante.
...
Sentía fuertes punzadas en la cabeza, en definitiva no debí tomar tanto la noche anterior, cuando abrí mis ojos la luz del sol me cegaba, en tanto mis pupilas se adaptaban al brillante amanecer; cuando me moví sentí en mi espalda un cálido cuerpo, su brazo me atrajo a él y me dio un cálido beso en el cabello.
susurró - buenos días bella-
De inmediato se me vinieron los recuerdos de la noche anterior, se agolpaban en mi cabeza uno a uno y luego pensé en Paúl.
¿Qué carajos hice anoche?
Pronto una ola de remordimiento abrazo mi cuerpo, me levante despacio con una falsa calma y corrí al baño, necesitaba refrescarme y salir de ahí.
Mi cuerpo se reflejaba en el espejo del baño, mi cuello tenía un par de marcas moradas y otras más en mis pechos, que me devolvían a la noche anterior y a la intensa sesión de sexo que había tenido con mi profesor, mis ojos se encontraron con mi reflejo y tenia la cara sonrojada, por aquellos recuerdos.
Abrí el grifo del lavabo y tire agua fría en mi cara para disipar mis lascivos pensamientos, mientras organizaba mi cabello a mi mente vino un pensamiento
"No llame anoche a Paul" "¿Y si sospecha algo?"
Termine de arreglar mi cara y cabello, tratando de disimular las lagrimas que se me habían escapado y el manojo de nervios que era yo en ese momento, como le daría la cara a Eliot al salir, ¿y mi ropa?
Resignada salí desnuda, por suerte note que Eliot se había vuelto a dormir, respire aliviada pues no sabía como debía actuar, ni que decir.
Me apresure a buscar mi ropa, encontré todo menos las bragas negras que llevaba anoche, sin querer perder mucho tiempo me vestí y hui del lugar, un taxi me recogió y me llevó a casa.
En el camino las lagrimas que había estado conteniendo comenzaron a caer por mis mejillas, me sentí profundamente decepcionada de mi, había roto mis principios y traicionado la confianza que mi novio había puesto en mi. Me desconocía totalmente, yo nunca había hecho algo así, ni me lo había imaginado, yo nunca le había pedido a nadie que me "folle" con la desesperación que lo hice.
¿Quién era yo?
ESTÁS LEYENDO
Diario de una confesión
RomanceMi historia no es suave, ni armoniosa; tiene sabor a insensatez, locura, confusión, como la vida de aquellos que no quieren mentirse más a sí mismos. Ana era hermosa e inteligente, ya había encontrado a su príncipe azul y lo tenía todo o al menos e...