Capitulo 25

8 1 0
                                    

Así pasaron los meses, cuando un día me encontré con la rubia de frente, Maitte camino directo hacia mi

-Ana, adivina quién será la señora Towers- dijo mientras me enseñaba su mano y el anillo de compromiso que llevaba. -

-Felicitaciones- respondí y continúe con mi camino como si la noticia me diera igual, por dentro mi corazón terminó de romperse pero no le daría el gusto a esa víbora de verme sufrir.

Esa tarde llegue a mi habitación y saqué del armario la caja que aún guardaba con el anillo que Eliot había dejado el la almohada cuando habíamos visitado a mi mamá, la metí en un sobre y la envié al loft de Eliot.
Ya no quería tener ningún recuerdo de él, ni quería guardar alguna esperanza.

Ese día iba a cerrar ese capítulo de mi vida, con todo el pesar y los sueños de una vida diferente que ya no tendría jamás.

...

Faltaba un mes para la graduación cuando en la televisión, en redes, periódicos y revistas, la noticia era la gran boda entre los Towers y los Vernon, aun me dolía verlos juntos y saber que ahora Maitte era la esposa del hombre que amaba.

Pero admito que la tristeza y el corazón roto fueron excelentes motivadores, tenía el mejor promedio de la facultad y además habia sido aceptada para cursar una maestría en una importante universidad de Madrid, ya tenía varias ofertas de trabajo y aun no me graduaba, mi vida profesional era todo lo que me quedaba y había centrado todos mis esfuerzos en ello, así que estaba cosechando los frutos.

Todo paso tan rápido, mi vida se había vuelto solo estudiar, era la unica forma que encontré para no pensar en Eliot, así que no hubo mayor novedad, hasta después de mi graduación.

Casi de inmediato viaje a Madrid para continuar mis estudios, viaje unas semanas antes para conocer, adaptarme a la ciudad y a los horarios.

La ciudad era bellísima y me ofrecía lo único que necesitaba en ese momento, un lugar desconocido donde empezar de cero.

Mi nueva vida había empezado, no puedo negar que a veces miraba el pasado con nostalgia, había perdido al hombre más incondicional de mi vida, el dulce Paul a quien mi corazón siempre lo guardaría como mi primer amor y por quien sentia un profundo cariño pese al tiempo que había pasado sin saber de él y a como había terminado nuestra historia; me enamore de manera insensata de un hombre que me complico la vida pero me enseñó a disfrutarla también, me saco de la zona de confort en la que estaba y a quien le debía en gran parte la mujer que ahora era, el recuerdo del hombre que tanto me esforcé por olvidar a veces invadía mis noches, sin embargo, esa Ana que enloquecía por él se quedó atrás, junto con mi vieja vida y mi hogar.

Ahora era una mujer segura de si misma que tomó todas esas desilusiones, tristezas y recuerdos y los convirtió en fortaleza, en valor y determinación; había nacido de nuevo, esta vez para ser independiente y poderosa.

Mi vida comenzó a sonar diferente, comencé en una nueva universidad mi maestría, la confianza que hoy tenía de inmediato me hizo sobresalir entre mis compañeros, comencé a trabajar en el despacho de uno de mis profesores, donde conocí también a más gente.

El tiempo avanzaba, en un abrir y cerrar de ojos ya había pasado un año desde que me mude y cada vez me sentía más confiada y cómoda con esta vida.

Me enrolle con un par de españoles, nada serio!! Huía antes de que las cosas se pusieran serias con alguno.

Conocí a Carlos, el único de mis rollos con quien aún mantenía el contacto, éramos algo así como amigos de cama, nos veíamos para tener sexo y luego nos despedíamos hasta un próximo encuentro; ese era el tipo de relación que en el momento me interesaba, una impersonal de mutua satisfacción. Claro está, pese a que solo nos usábamos cuando alguno tenia ganas, habíamos entablado cierta amistad, a veces íbamos por un café, él sabía quien era yo y yo quien era él, eso me bastaba.

Iniciando mi segundo año de maestría conocí a otro hombre que puso a temblar mi piso, su atractivo no podía ser de este planeta, desde que lo vi me sentí atraída a él y a su aura poderosa.

El italiano que apenas me llevaba 10 años de diferencia era un hombre extremadamente inteligente, consiente de su atractivo, con una confianza atemorizante, un físico envidiable, su piel era un poco bronceada, de cabello castaño y esos ojos ámbar qué parecían mirar más allá de lo perceptible... Era una tentación caminante, pero había un enorme problema, uno que me detenía para intentar algo con él, y es que sabía que yo no le era indiferente, nuestros ojos se cruzaban cada que tenían oportunidad, su mirada reflejaba lascivia pura y yo deseaba a ese hombre en igual medida.

¿Cual podría ser el problema en algo que era notoriamente recíproco?

Era mi profesor!!!

Era eso lo que me detenía para intentar algo con él, no se que había en esa figura de autoridad que tanto me atraía, pero me recordaba aquello que me había hecho huir antes y tenía miedo de volver a sentir con la intensidad que ya había sentido, miedo a que los recuerdos tan bien enterrados resurgieran.

Los recuerdos pesaban, aun cuando el tiempo había pasado, temía que Piero de la Robere acabará con aquello que había construido y con la estabilidad que había logrado.

Diario de una confesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora