Capitulo 26

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Ya había renunciado a ser esa chica inocente que una vez fui, ya no quería un cuento de hadas, sabía que lo mio no era el príncipe perfecto que te rescataba, ese dulce que te empalagaba.

En todo este camino descubrí que yo no era la princesa de la historia, era aquel personaje que era mal visto por sucumbir a sus deseos, por aceptar su oscuridad y en su mundanidad ser deliberadamente feliz.

Hace tiempo había dejado de importarme lo que se dijera de mi y esa era mi fortaleza.

Mi nuevo profesor se había convertido en una tentación, no podía quitarle los ojos de encima y no era lo único que quería tener sobre él.

Se me acercaba en la cafeteria, en el campus, donde nos encontrábamos siempre llegaba a mi.

"Bella Ana" así me llamaba y me encantaba como sonaba con su acento italiano tan marcado

Sus ojos estudiaban mis movimientos con descaro siempre que tenia la oportunidad y yo me encargaba de darle sutiles espectáculos, lo suficiente para que ese jueguito qué habíamos iniciado se mantenga, pero no tan deliberados para que el entorno lo notará.

Yo era lujuria y el era deseo.

El miedo que al inicio sentí de acercarme a él y al pasado que tan bien conocía, se fue discipando conforme el tiempo pasaba.

El se volvió el asesor de mi trabajo de grado y ese fue el momento en que todo exploto.

Admito que fue tan persistente que no pude mantenerme lejos de él, entre cada asesoría nos acercabamos más y su sexapil italiano terminó con mi fuerza de voluntad.

Pasábamos mucho tiempo juntos y me encantaba estar con él, más cuando estaba desnudo sobre mi cama.

Llevábamos meses en este rollito, el italiano era un dominante en su máximo esplendor, era rudo, fuerte, demandante...

Poseía mi cuerpo con la destreza qué solo otro hombre había tenido, pero ese pensamiento lo alejaba cada vez que venía.

Los italianos son hombres realmente intensos en  cada aspecto de su vida

...

Di dos golpes a las puertas de madera de su despacho antes de pasar.

-Bella Ana- me saludó
-Doctor de la Robere, quería entregarle el avance que me pidió -
-Lo pudiste envíar por correo- me dijo ofreciéndome una de sus sonrisas de medio lado
-Lo se, pero quería venir personalmente- conteste acercándome a él

Sus manos sujetaron mi cintura y pego su boca a la mía con la misma hambre que yo.

Mis manos recorrían su camisa desabotonandola a su paso, las suyas subían por mis piernas levantando mi falda y notando qué no llevaba bragas, se separo de mi boca y al oído susurro

-me encanta cuando haces eso-

Mis manos aflojaron su cinturón y liberaron aquel bulto qué ansiaba salir; sin tiempo que perder me apoye sobre su escritorio y me abrí de piernas para él, su sonrisa cada vez era más grande y se abalanzo sobre mi tomándome con fuerza, era salvaje y rudo, sus manos se ajustaban a los lados de mi cadera para poder sujetarme.

Mis dientes se clavaban en su clavícula conforme sus embates arrancaban gemidos en mi que debían ser ahogados.

Mi cuerpo temblaba ante su agarre y el suyo soportaba las marcas que mis uñas dejaban en su espalda tras cada orgasmo qué me provocaba.

Acabado nuestro encuentro, volví a organizar mi ropa mientras el hacia lo mismo.

-Te veo en la cena- dije dándole un beso de despedida

- vamos ya, mia ragazza- dijo tomando mi mano antes de salir de su despacho

Ya me había acostumbrado a que nos miraran en los pasillos y en todo el campus, con Piero nunca tuve que esconderme, en realidad siempre llevé mi cabeza en alto estando con él, para nadie era un secreto que nosotros salíamos. Acá no habian restricciones sobre relaciones así que podíamos andar abiertamente.

En la cena Piero lucia un poco ansioso, algo inusual en él

-Todo en orden? - pregunté
Respiro profundo y tomó mi mano por encima de la mesa

-Quieres vivir conmigo? - me preguntó sin anestesia ni rodeos

Mi cara reflejaba tal desconcierto qué el tuvo que aclarar

-Vivir Bella, no es matrimonio... Se lo que piensas al respecto, solo es un paso más en nuestra relación-

El sabía que no pensaba en casarme, que no quería las cosas tan serias con nadie, el fue el primero a quien le confíe todo mi pasado y cuando pensé que me juzgaría, solamente demostró con mayor empeño su interés en mi.

-No puedo Piero, las cosas están bien como están- dije contrariada.

Su decepción era evidente, pero su actitud se mantuvo neutral, la cena a partir de ahí se puso algo incomoda.

Al terminar Piero fue conmigo a mi apartamento y pasamos la noche juntos, esa era nuestra dinámica natural...
El se quedaba conmigo o al reves!!

El tema de vivir juntos Piero lo puso sobre la mesa un par de veces más hasta que acepte, esta era mi vida ahora y lo que paso antes ya no debía interponerse en mi presente, ni en mi felicidad.

Compramos un piso en el centro de Madrid, amplio y bien iluminado; renuncie a mi trabajo y junto a Piero decidimos abrir nuestro propio Bufete.

Al inicio era complicado dividirme entre mis estudios y la oficina, como todo comienzo, no era fácil, pero estábamos decididos a hacer que funcione.

Mi grado llegó, lo que libero más mi horario y así mi tiempo era todo para la oficina, eso nos ayudó a crecer bastante, tanto que comenzamos a buscar socios para expandirnos.

A la par estaba planeando mi boda, así es, el día de mi grado, Piero se puso de rodillas y se me declaró.

"Amore mio, no imagino a nadie más que a ti para compartir la vida y recorrerla, eres la razón de mi felicidad, el motivo de mis esfuerzos, el motor que me impulsa a ser mejor cada día, por ti, por nosotros... Te amo y no quiero pasar un solo día más sin ser totalmente tuyo y tu totalmente mía. Ana Johnson, mi bella, ¿quieres casarte conmigo? "

Las lagrimas corrían por mi cara sin control en ese momento, le extendí la mano para que pusiese el anillo mientras le daba el si.

Que bello momento fue ese.

Diario de una confesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora