Extraño

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Lucerys no estaba de buen humor.

No, realmente no lo estaba.

¿La causa? Daeron Targaryen. Obviamente tenía que ser alguien relacionado a los Hightower, siempre lo era. Sus jaquecas se debían mayormente a ellos.

Actualmente sólo Aegon se salvaba de esa pila de basura. Tal vez también Aemond, pero solo por un poco.

Daeron había pasado el día entero siguiéndole y tal vez lo hubiera podido ignorar, pero eso ya llevaba casi una semana sucediendo. El tipo no lo dejaba en paz. Aunque no le hablaba directamente, lo observaba a la distancia. En sus paseos por el jardín, en sus entrenamientos de espada, en sus vuelos con su dragón. El principito malcriado era un dolor de cabeza.

Había ordenado a Cregan que averiguara que era lo que el chico quería, si había sido mandado por Alicent para vigilarlo. A lo que Cregan regreso con la noticia de que... El idiota había quedado prendado suyo.

Dios, algo tenían los Hightower con que los tratará mal. Aemond, Thomas, incluso Aegon después de que le había chupado hasta el alma. ¿Era alguna clase de fetiche extraño de la familia?

En verdad, sólo quería que lo dejaran en paz. Aún tenía que convencer a Rhaenyra de que era buena opción considerarlo como heredero al trono y más pendientes que resolver, como pata lidiar con un loquito que se excito porque lo empujó.

Cregan también le había mencionado que encontró un patrón en las veces que Daeron les vigilaba. Sólo prestaba atención cuando estaba haciendo algo que lo diferenciaba de otros omegas. Entrenamiento de pelea, vuelos en dragón y otras cosas.

Así que tal vez estaba interesado en ver porque la gente susurraba que era diferente a los de su casta.

– Príncipe Lucerys.

En verdad no era su día, primero Daeron y ahora Thomas. Dioses, si había hecho algo que les molestará, pedía perdón pero ya basta de tanta tortura.

– Sir Hightower, creí que había regresado a la casa de su familia. – Se obligó a decir con una sonrisa. – No pensé volver a verlo por aquí.

– Si, sólo tuve que ir a arreglar algunos asuntos y regrese. Creí que me toparia a mi hermano, pero la reina Alicent dice que ya no está aquí.

– Que desafortunado, pero así podrá volver a su hogar más rápido.

– En realidad, pensaba en que podíamos hablar sobre nuestra situación.

– ¿Nuestra situación? – Pregunto con una ceja alza.

– Nuestro compromiso, por supuesto. Creo que es hora de que seas serio con ello, Lucerys.

Realmente el tipo no se cansaba con el mismo jodido tema, dioses.

– Tío Thomas es obvio que el príncipe no desea casarse con usted, ¿Porque no lo acepta ya?

Una voz que venía detrás de ellos llamó la atención de ambos, al voltear Lucerys se topo con su joven tío Daeron. Quién tenía una sonrisa burlona mientras se acercaba.

– ¿No se cansa de ser rechazado?

– Esto no es de tu incumbencia, Daeron. Da la vuelta y retírate. –El mayor ordeno con frialdad en su voz.

– En realidad, si lo es. Me temo que está retrasando al príncipe de nuestra cita programada para hoy. – La sonrisa del alfa menor creció, posicionándose a un lado de Luke. – Como miembro de la dinastía Targaryen tengo el día ocupado de asuntos de la realeza, no puedo desperdiciar ni un segundo. Aunque supongo no es lo mismo para usted.

Lucerys tuvo que contener una risa, su tío estaba prácticamente burlándose de que el mayor no tenía sangre de la corona, inclusive si su hermana era una reina, eso no lo hacía parte de la realeza. Algo que definitivamente hacía enojar al tipo.

– ¿Vamos, mi príncipe? – Daeron extendió su mano hacia él, incitándolo a retirarse.

Tal vez más tarde Lucerys se diría a si mismo que solo acepto la mano del alfa por la evidente molestia que le causó a Thomas y no por la encantadora sonrisa del chico.

Ambos caminaron en silencio por los pasillos, dejando detrás a un furioso Thomas. Mientras llegaban al jardín, Lucerys se tomó un momento para pensar en lo que el alfa estaba haciendo. Le causaba cierta curiosidad que mostrará tanto interés después de la discusión el día de su bienvenida.

Daeron no era igual a sus hermanos, eso podía verlo claramente. Mientras sus tíos Aemond y Aegon habían crecido en la fortaleza, rodeados de los lujos que los príncipes por nacimiento gozaban y siendo criados bajo el yugo de Alicent. Daeron había sido enviado lejos desde muy pequeño. Sabía por las investigaciones de Cregan que Daeron había mostrado tener talento para combatir desde muy pequeña edad y sin requerimiento de su título de realeza, se ganó el respeto de la gente a su alrededor por sus habilidades en duelo y su capacidad de creación de estrategias en batalla.

Sumándole a ello que Alicent no había participado en su crianza, Daeron tenía algunos puntos a su favor. Aunque no era del completo agrado de Lucerys después de su actitud con Amelia.

Mientras caminaban por el jardín, Daeron se agachó y recogió una flor. Entregándosela a Lucerys, hablo:

– Quería disculparme por mi terrible actitud con su criada, príncipe.

– Su nombre es Amelia, Daeron. Y creo que sí su disculpa fuera sincera, iría personalmente a pedir perdón por su deplorable comportamiento con ella.

Daeron permaneció en silencio durante algunos minutos, mirando a Luke como si lo que dijera era impensable. Ante esto, el omega le devolvió la flor y continuo caminando, siendo alcanzado unos segundos después por el mayor.

– ¿Le comió la boca un dragón, tío? – Pregunto con burla.

– Le ruego me disculpe, príncipe Lucerys. Es solo que me ha causado cierta sorpresa su respuesta ante mi disculpa. No es común ver esa clase de conexión y relación de un príncipe con su criad... Personal cercano.

– No soy común en muchos aspectos, me imagino que lo sabe, su madre se encarga de divulgar muy bien cada nueva información sobre mi.

Una pequeña risa de parte del mayor logro sorprender al omega, no esperando esa reacción.

– Si, definitivamente escuché sobre la actitud de mi madre y su indiscutible obsesión con esparcir chismes de "el omega que jamás arde".

Extraño, este hombre realmente era extraño. Y con sujetos así debía de tenerse cuidado.

– ¿Le gustan las flores? – Daeron pregunto, admirando la flor que había recogido hace unos minutos.

– Supongo que son un lindo detalle para muchas personas.

– Puede ser, aunque algunas tienen veneno, ¿Sabía? Una persona solo necesita envolver una flor venenosa entre varias otras y obsequiar el ramo a su objetivo y entonces, ese ser desafortunado moriría.

Con su atención recuperada por el mayor, Lucerys observo como este jugueteaba con la pequeña flor en su mano, su mirada estaba fija en ella y su sonrisa encantadora había vuelto.

– Creo que por ello las flores me fascinan. Nos recuerdan que detrás de tal belleza, puede haber espinas letales. Todo lo bello puede ser peligroso.

– ¿Y tiene miedo a esa belleza letal, príncipe Daeron?

– En realidad, desde pequeño lo peligroso siempre me ha resultado tan... Atrayente.

La ardiente mirada del alfa fue puesta sobre Lucerys, mirándolo con tanta intensidad. Fue solo el grito de Cregan que los saco de aquel trance en el que se habían metido.

Mientras Luke se retiraba para atender sus asuntos de príncipe, no pudo dejar de pensar en la mirada que Daeron le había dado. Tan cargada de deseo. Pero no uno sexual, no como lo veían los estúpidos alfas que pretendían su mano. No, esa mirada era la que Cregan le daba cuando Luke mostraba tanto poder.

Daeron era
demasiado extraño.

El omega que fue prometido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora