La decisión de Lucerys.

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Kermit avanzó por los pasillos con rapidez, tratando de no llamar atención innecesaria sobre él, sus pasos se volvieron erráticos y su mirada no paraba de voltear hacia atrás. Con el miedo profundo de estar siendo seguido.

Está misma preocupación fue lo que le llevó exactamente a toparse contra Lord Dalton, quién aún permanecía en la fortaleza por asuntos de nobleza. Sorprendido por el encuentro, Kermit se apresuró a esconder detrás suyo la carta.

– ¿Que está pasando?

– Nada que sea de su importancia, mi Lord. – Kermit trato de rodear al hombre, pero este fue más rápido que él y logro sujetarlo lo suficiente para arrebatarle la carta de las manos. – ¡Devuélveme eso!

Dalton era ágil y veloz a pesar de ser más alto y musculoso. Así que no fue sorpresa como pudo escabullirse lo suficiente de Kermit para abrir la carta y ver parte del contenido.

Detuvo la pelea con el joven pelirrojo en cuanto la información recorrió cada parte de su cerebro como una ráfaga de viento.

Era la firma del rey.

– Lo ha decretado su heredero...

Kermit estaba jadeante y nervioso, odiándose por no haber llegado más lejos y fallar a su promesa. El rey necesitaba que esa carta fuera entregada.

El ruido de pasos y armaduras se acerco a ellos, aún era de madrugada y si los veían, serían atrapados y encarcelados por conspiración. Al menos Kermit.

Sin embargo, Dalton rápidamente tomo el brazo del muchacho y se escondió con él detrás de un muro hueco, dejando que los guardias siguieran su camino sin percatarse de ellos. Kermit estaba sorprendido y sin palabras. Su mente corriendo a mil por segundo tratando de entender a este sujeto.

– Sígueme, conozco otra salida. – Dijo Dalton, pero Kermit no se movió de su sitio. – Mira, se que tal vez no sea de tu agrado.

– No eres del agrado de la mayoría de la gente, me temo.

– Acepto que he tomado malas decisiones en el pasado. Pero Lucerys me cambio. Él vio en mi algo que nadie más pudo, me ofreció su sonrisa y amistad. – Dalton explicó en susurros. – Le debo todo lo que ahora soy. Y si la voluntad del rey es que se convierta en su sucesor, entonces ayudaré a que está carta llegué a sus manos.

– Podrían decapitarte si nos atrapan.

– Entonces que así sea. – Dalton respondió. – Si moriré, será un honor que sea en nombre del heredero al trono. Lucerys Velaryon.

Kermit observo la mano que Dalton le ofrecía, en señal del aliado y aunque dudo durante algunos segundos, finalmente la tomo con fuerza y salió del hueco en el muro, tomando la carta y guardándola.

Ambos hombres corrieron por los pasillos en la oscuridad de la noche. Escabulléndose en silencio y con sigilo hasta el establo más cercano a la fortaleza. Donde tomaron dos caballos y emprendieron su viaje con rapidez.

No había tiempo que perder.

Lucerys debía conocer los deseos del rey y tomar el lugar que le correspondía en el trono de hierro.

Cuatro días después.

Desde que habían partido de la fortaleza hace ya varios días, Lucerys no podía parar de pensar en qué algo estaba mal. Este presentimiento quemaba su pecho hasta dejarlo sin aliento y con horribles dolores en el corazón.

Su madre lo había aludido a qué estaba nervioso por separarse de su abuelo. Pero que en cuanto su hermana o hermano naciera, podría visitar al rey nuevamente.

El omega que fue prometido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora