El embarazo de Rhaenyra estaba cada vez más avanzado, sabiendo que no faltaría mucho para dar a luz, se decidió que volverían a roca-dragón para que el bebé naciera allá.
Aunque Daemon mostró cierta molestia y desacuerdo con la decisión de su esposa, no podía quedarse y dejarla ir sola. Rhaenyra en cambio, deseaba alejarse lo más posible de la fortaleza para el nacimiento de su sexto bebé, deseando que Alicent no estuviera cerca cuando el momento de parir llegará.
Con Lucerys, Jacaerys y Joffrey ella había sido un dolor de cabeza. Y no quería que nada malo le sucediera a su próximo hijo, lo más seguro era alejarle del nido de víboras liderado por Alicent Hightower.
Así que, temprano por la mañana, Lucerys había ido a despedirse de su abuelo, no sin antes leerle un poco. Viserys realmente amaba su voz.
– Te extrañare, abuelo...
– Puedes quedarte, si lo deseas. – El viejo rey le dijo.
– Sabes que no sería propio de mi, debo acompañar a mi madre para estar presente en el nacimiento de mi hermano o hermana.
– No te ves muy emocionado por ello. – Viserys le miró, haciendo un esfuerzo por hablar. – ¿No deseas otro hermano?
– No es eso. – Lucerys respondió, tomando la vieja y lastimada mano de su abuelo con cuidado y suavidad. – Es sólo que, tengo este mal presentimiento. Como si algo fuese a terminar pronto. Y tengo miedo de que una tormenta se avecine sobre nosotros.
Viserys observo a su nieto, odiando no poder levantarse para darle un abrazo y ofrecerle consuelo. Siempre había querido que Lucerys fuera lo más feliz posible. Pero verle tan preocupado, tan desanimado le lastimaba.
– Todo estará bien. – Había dicho el mayor, tratando de ofrecer la mejor sonrisa que podía en su estado actual. – Nada malo te sucederá. Tienes la protección de los dioses. Ni siquiera el fuego puede lastimarte.
Lucerys sonrió, recordando el día en que pensó que moriría entre las llamas. Aunque en ese momento había sido aterrador, ahora era un recordatorio de su fortaleza, su destino.
– Y siempre que intenten quemarme, al menos tendré la visita de Aegon. – Comento con diversión y sarcasmo.
– ¿Aegon? – Viserys pregunto, confundido.
– No me hagas caso. Probablemente fue el humo o la adrenalina del momento, es solo que... – Lucerys dudo, jugueteando con sus manos. – Creo que vi a Aegon el conquistador, en las llamas.
Ante eso, Viserys sintió como si la respiración le faltase. No era un secreto que creía en viejas supersticiones y leyendas. La misma profecía del omega prometido era algo a lo que se aferraba con demasiada fuerza. Y que su nieto, un omega, viera precisamente a Aegon...
– Lucerys, creo que–...
– Joven príncipe. – Una criada interrumpió, entrando en la habitación. – La princesa heredera lo está buscando.
– Si, supongo que debo irme ya. – Lucerys respondió con tristeza, volteando a ver al rey. – Te veré pronto, abuelo.
Se levantó de la cama con lentitud y se inclinó sobre el viejo hombre, dándole un suave beso en la frente. Cuidando de no lastimar más su aquejado cuerpo. Y finalmente dio media vuelta sobre sus pies, tomando camino hacia la puerta.
Dejando atrás a un hombre muy confundido.
En su camino a encontrarse con su madre, Lucerys doblo en un pasillo, encontrándose con un joven pelirrojo hablando con uno de los guardias cercanos a la habitación del rey.
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El omega que fue prometido
FanficLucerys Velaryon nacido como un Omega en un mundo donde los Alfas mandan y aquellos con su casta son solo medios usados para alianzas matrimoniales. Pero Lucerys sabe que merece más que solo ser un esposo trofeo, el sabe que vino a este mundo para...