El deber de un omega

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Lucerys veía el atardecer desde el balcón de su habitación, observando cómo el sol se ocultaba lentamente. El aire soplaba con suavidad, fresco y agradable.

Hace una semana que el incidente del fuego en la cabaña sucedió y su madre insistió en poner extra protección para el. Cuarenta guardias custodiaban su habitación, día y noche, sin cesar. Eso era una tortura para el, había sido criado para ser fuerte y defenderse de lo que sea, sin embargo su madre seguía siendo una alfa y Luke, como el único hijo omega, tenía su sobreprotección.

En el jardín vio a su hermano mayor paseando con Baela, parecían conversar amigablemente, Lucerys apretó sus manos y desvío la mirada. Suspirando abandono el balcón y se dejó caer en la cama, nada ganaba con sentir estúpidos celos, Jacaerys y el podían haber tenido un momento intenso hace un par de noches pero no debía olvidar que su hermano tenía un compromiso con su prima, Baela Targaryen. Y esa unión traería mayor fortaleza a la alianza con los Velaryons.

Lucerys tenía suerte de no haber sido comprometido con su prima Rhaena, ella era una beta y el un omega, una unión suya no traería herederos para el apellido. Sin embargo, Baela aún siendo una mujer alfa podía concebir hijos para Jacaerys, quien también compartía la casta alfa.

"Espero que ahora entiendas realmente la fortaleza y significado de mis palabras."

Le había susurrado su hermano hace dos noches, Lucerys aún estaba intentando procesar sus palabras. Era obvio que Jace lo quería de una manera mucho más intensa de la que se quiere a un hermano y aunque eso era halagador, había un compromiso de por medio y de romperse, podían perder alianzas para el reclamo de su madre al trono en un futuro.

– Mi príncipe... – Una criada abrió lentamente la puerta, bajando su cabeza. – Su madre, la princesa Rhaenyra, está aquí y desea verlo.

– Está bien, hazla pasar.

Lucerys se levantó de la cama y aliso con sus manos la media falda de su ropa, acomodo un poco su cabello y las joyas de su cabeza, el velo estaba puesto sobre la cama, no era necesario que lo usara en su habitación.

– Lucerys, mi niño – Dijo Rhaenyra, entrando a la habitación con los brazos extendidos y abrazando al menor. – Te vez tan hermoso con las joyas de tu abuela en tu cabello.

– Gracias madre, el rey insistió en que debía tenerlas, dijo que mi belleza solo puede ser comparada con la que tenía la difunta reina Aemma. – Luke respondió, dejándose besar en la frente por su madre.

– Tu parecido con ella es extraordinario, mi niño. Me gustaría que usarás estás joyas fuera de tus habitaciones, se te ven preciosas. – La alfa dijo, acariciando el cabello del menor. – Aunque habrán algunos a quienes no les parecerá correcto. En este palacio hay quienes codician tales joyas.

Lucerys no respondió, sabía de quién hablaba su madre, la rivalidad entre su progenitora y la reina Alicent era tan fácil de ver, tan fuerte y abrasadora cómo el fuego de un dragón.

Sin embargo, su abuelo le había pedido que no se entrometiera en ello, el rey aún tenía la esperanza de que ambas partes de la familia se unieran y fortalecieran la línea Targaryen.

– Dime cómo has estado, mi niño. Después de tu secuestro y la forma tan horrible de la que intentaron deshacerse de ti, aún debes estar temeroso. – Su madre cambio el tema, sin embargo el tono que usaba le decía a Lucerys que está no era una simple conversación acerca del suceso de hace una semana.

– Estoy bien, madre. Cregan ha sido cómo un bicho pegado a mi, todo el tiempo quiere estar a mi lado. Aunque he tenido que ordenarle que tome descansos, terminará agotado. – El menor respondió. – Sin embargo, no siento temor, puedes estar tranquila. No pueden usar el fuego contra mi.

El omega que fue prometido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora