Lucerys llegó a la fortaleza roja seguido por más de trescientas personas, una caravana de gente que iban cantando alabanzas para el y su supervivencia.
Cuando entro al castillo, los guardias detuvieron a las personas pero estás se quedaron afuera gritando y aplaudiendo en nombre del príncipe. Lucerys estaba siendo adorado como un dios.
– ¡Lucerys, mi niño! – Rhaenyra grito, cuando Luke entro a la sala del trono dónde estaban todos reunidos. Ella lo abrazo, completamente desesperada, no le habían permitido salir a buscar a su hijo por la posibilidad de que el secuestrador le hiciera daño. – Estás lleno de ceniza, mi pequeño. Dime qué te ha pasado, quien ha hecho esto y yo misma lo quemaré vivo.
– No se quién ha sido, madre. Cuando he abierto mis ojos, solo había fuego y humo alrededor mío.
– Oh, mi pequeño... Han intentado quemarte vivo. – Rhaenyra rugió con rabia, su mirada se desvío por un segundo a la reina verde, la cual apretó sus manos y bajo su cabeza. – Bendito sea aquel que te ha salvado.
– No, nadie mas que los dioses y yo mismo me han salvado. – Lucerys dijo, se aparto de la alfa y recorrió con la mirada el salón. – He pasado la noche entera entre el fuego, la cabaña entera se quemó. Pero yo no, he sobrevivido. – El omega dirigió sus ojos al rey. – Soy aquel que no arderá jamás, he sido elegido por los dioses, mi rey. Este es mi destino.
Viserys se acercó al joven omega y lo observo con puro asombro, limpio la ceniza de su mejilla con suavidad y lo atrajo a un abrazo. Lo sujeto con fuerza, con agradecimiento. Está mañana creyó que había perdido a su amado nieto, ahora veía que los dioses lo habían guiado a casa y finalmente esclarecieron su destino.
– Los dioses te han bendecido, Lucerys. Si, este es tu destino y de ser posible, caminaré a tu lado hasta que la vida me lo permita. – Le susurro el rey, se aparto con suavidad y sonriendo grito: – ¡Larga vida al principe Lucerys, el omega que jamás arderá!
– ¡Larga vida al principe Lucerys! – Gritaron al unisono los guardias.
– ¡Larga vida a Lucerys! – Jacaerys grito, aplaudiendo con los demas presentes.
Rhaenyra observo todo en silencio, aunque estaba feliz de que su hijo sobreviviera, sabía que esto solo era el principio de los problemas. Lucerys no podía ser quemado vivo, pero esa no era la única manera de matar a alguien. Su niño estaría en peligro.
Alicent apretó sus manos, escuchando a todos gritar alabanzas para el omega, su mirada se desvío hacia sus hijos, podía ver el constante deseo de Aemond hacia el muchacho pero... Aegon tenía una mirada parecida, sin embargo en sus ojos predominaba el respeto, estaba admirando al omega. Esto era malo, muy malo. No podía perder a dos de sus hijos ante este chico.
Si Lucerys había sobrevivido al fuego, Alicent no tenía duda alguna, era magia negra. No había otra explicación posible, no existían registros de targaryens que no reaccionarán al fuego. Es decir, si eran más resistentes pero no a prueba de el. Debía ser algún tipo de magia oscura, lo cual solo hacia mas peligroso al muchacho.
Los gritos aclamando al joven principe cesaron cuando la mano del rey se alzó, acallando a todos.
– Debes ir a cambiarte, tal vez quieras descansar un poco también. – El rey dijo, Lucerys asintió y después de una breve reverencia salió del salón, con Cregan detrás suyo, quien ya no se apartaría de su lado ni por un segundo.
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Lucerys observaba a la multitud afuera de la fortaleza, desde su ventana. Todos seguían ahí, esperando verlo, deseando observar al omega que no arde. Podía ver el éxtasis en ellos, incluso algunos estaban de rodillas, parecían rezar, a quien exactamente no sabía.
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El omega que fue prometido
أدب الهواةLucerys Velaryon nacido como un Omega en un mundo donde los Alfas mandan y aquellos con su casta son solo medios usados para alianzas matrimoniales. Pero Lucerys sabe que merece más que solo ser un esposo trofeo, el sabe que vino a este mundo para...