El ascenso del rey.

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Por la mañana, Cregan había recibido a Lucerys en roca-dragón, preocupado por su paradero desconocido la noche anterior. Pero alegrándose de que el omega estuviese bien y sano.

Luke se encargó de explicarle a donde había ido y lo mucho que las palabras de su padre le ayudaron.

Para Cregan fue un gran cambio ver a Lucerys tan decidido, su mirada mostraba la fuerza y valentía que reflejaba su alma, él ya había aceptado su destino.

Y por supuesto que lo ayudaría.

– Envía cartas a King's Landing, quiero saber si Aegon, Aemond y sus hermanos estarán de mi lado. – Había pedido una vez en sus aposentos.

– No dudo que lo estén. – Cregan afirmó. – Y no es necesario, anoche llegó una carta del príncipe Daeron. Intento avisarnos que el rey está muerto.

Lucerys tomo el pedazo de papel que Cregan le entrego, leyendo su contenido. La letra era mala y desordenada, una evidencia de que había sido escrita con rapidez, enviada en secreto probablemente.

Pero en ella estaba claro que el rey había muerto y dadas las reuniones del consejo verde, Daeron creía que Alicent planeaba coronar a Aegon. Usurpando el legítimo derecho.

Realmente Lucerys sabía que Aegon no deseaba el trono. Solo te bastaban unos minutos con el alfa para saber que su deseo era más bien vivir en comodidad y tranquilidad, no liderando a los siete reinos, una tarea que veía demasiado grande para él.

Con dos de los hermanos de su lado, solo quedaba Aemond.

Pero conociendo la evidente obsesión que tenía por Lucerys, sabían que no apoyaría a su madre, su lealtad era para el omega. Hoy y siempre.

Así que pensando seriamente en ello, Lucerys sabía que debía partir, si quería cumplir la última petición de su abuelo, tenía que llegar a King's Landing y tomar el trono.

Pero al hacerlo, también dejaba atrás a su madre, su padrastro y todos aquellos que se quedarían en roca-dragón y pensarían que Lucerys era un traidor a su propia sangre.

Era doloroso.

Una carga demasiado pesada que Lucerys debía llevar. Porque este siempre había sido su destino, esto era para lo que nació y no podía seguir negándolo. La corona era suya.

Ahora debía pensar en el reino. En el futuro, en la prosperidad que traería su mandato. Y no en el dolor que provocaría su partida y su ascenso al trono.

Lucerys obtuvo un poco de tiempo en paz, en el que pudo convencerse a si mismo que todo valdría la pena, que todo estaría bien.

Pero ese tiempo termino cuando Rhaenyra había llamado a una reunión, en la que mencionó escuchar algunos rumores sobre el supuesto fallecimiento del rey, aunque ella se negó a creer en esos susurros, Daemon la había convencido de que debía tomar precauciones y averiguar si aún tenía el apoyo de aquellos que le juraron lealtad cuando fue nombrada heredera.

Por lo que Jacaerys había puesto sobre la mesa la opción de enviarlos a ellos en sus dragones, pues serían más rápidos que un cuervo. Luke entendía el movimiento estratégico de su hermano, de esta forma podrían salir de roca-dragón ambos, sin problemas ni otras explicaciones.

Aunque su madre se había negado al principio, terminó aceptando al ver que está era la manera más rápida de confirmar sus aliados.

Así que ambos hermanos serían enviados.

Pobre, pobre Rhaenyra. No sabía que ellos no volverían.

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El omega que fue prometido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora