Aemond Targaryen

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Lucerys regreso a la fortaleza roja en barco, junto a su protector y guardias. Jugueteando nerviosamente con sus manos, sabiendo que su madre no estaría contenta con el resultado de la reunión de cortejo. No sabía cómo le haría frente, ni que excusa usaría para ni siquiera considerar a uno solo de todos los alfas que viajaron para pedir su mano.

Realmente no es que no deseara casarse, quería tener un alfa y dar a luz hermosos niños, el embarazo era algo con lo que soñaba. Pero no con cualquier idiota que creyese que podían comprarlo con oro y tierras. Lucerys ya tenía ambas cosas, no necesitaba más de eso. De enlazarse con un alfa sería porque realmente le parecería digno de el.

Lucerys solía imaginar cómo sería casarse con Cregan, el joven lobo ya cumplía con la mayoría de las obligaciones de un esposo, después de todo. Lo despertaba en las mañanas, ordenaba a las sirvientas a preparar su tina e incluso el mismo lo bañaba en algunas ocasiones, desayunaba junto a el en su habitación, lo acompañaba la mayor parte del día y a dónde Lucerys fuera, Cregan sin duda lo seguiría. Pero no solo eso, su lobo complacía a Lucerys algunos días, nunca habían pasado de besos y manoseos pero Luke sabía que de perder su doncellez no le molestaría que fuese con su protector.

Aún así no se atrevía a llegar más lejos, no todavía. Ya habían muchas otras cosas de las que se le acusaban, ser bastardo o un omega rebelde, añadir a los rumores la perdida de su virginidad solo le daría más armas a sus enemigos.

Cuando finalmente tocaron tierra, Lucerys bajo del barco y ordeno que le llevarán a la fortaleza de inmediato. Una vez ahí, entro con la cabeza en alto esperando encontrarse con su madre. Cosa que no sucedió, los pasillos no se veían tan llenos de sirvientes cómo comúnmente.

– ¿Dónde están todos, Amelia? – Lucerys le pregunto a una de sus sirvientas personales.

– La reina recibió la llegada de su hermano, Ser Gwayne Hightower, a la fortaleza. Por ello organizo una celebración en el balcón de la torre oeste de la fortaleza, su madre y hermanos también están ahí, solo por protocolo, mi príncipe.

Lucerys asintió y Amelia, quien era una mujer de cabello negro y ojos grises, retrocedió hasta estar detrás del omega nuevamente.

– Bien, vayamos al balcón. – Lucerys ordeno, emprendiendo su camino. – Ya era suficiente con un hermano merodeando por la fortaleza, ahora tendremos dos.

– Esperemos que este no esté igual de obsesionado. – Cregan se burló, sacando una risita del menor.

Caminaron hasta el sitio de la celebración de bienvenida y se le pidió al caballero en la puerta que anunciará la llegada del omega.

– ¡El príncipe Lucerys Velaryon y su protector, el heredero del norte, Cregan Stark!

Lucerys entro recibiendo las miradas de todos los presentes, probablemente las noticias de la fallida reunión de cortejo aún no habían llegado a la corte, de otra manera ya estarían susurrando sobre ello.

– Mi niño, estoy tan feliz de que estés de vuelta, tan sano y sin un solo rasguño. – Rhaenyra le abrazo, oliendo el aroma del menor y desprendiendo ella el olor protector de una madre alfa.

– No tenías que preocuparte, madre. Cregan es el mejor protector que pude tener, no se despegó de mi ni un solo segundo.

– Y por ello estoy agradecida, el joven Stark te ha protegido grandiosamente en este viaje.

– Es mi deber, princesa. – Cregan dijo, haciendo una breve reverencia. – Protegería al principe con mi vida de ser necesario.

Lucerys vio la felicidad en el rostro de su madre, sin duda satisfecha con las palabras de su protector. Pero en los hermosos ojos violeta de la alfa podía ver una leve tristeza, como si lo dicho por Cregan le recordará a algo... o alguien.

El omega que fue prometido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora