arte

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Domingo, una semana después .

Pov Chiara.

-No me acaba de convencer... no sé- bufó Violeta frustrada.

Mañana teníamos que presentar la actuación en la que nos examinabamos para clase de instrumental y baile contemporáno respectivamente.

Ya teníamos la canción y el baile, pero no acaba de quedar integrado en conjunto y nos empezábamos a desesperar, sobretodo Violeta la cuál pensaba que el baile que había montado no estaba a la altura de la melodía con la guitarra eléctrica.

La melodía era sensual y atrapante. Y nos estaba costando montar una historia acorde.

-A ver Vio, el baile es extraordinario. Tal y como está, tenemos el sobresaliente asegurado- intentaba tranquilizarla pero ella sólo daba vueltas en círculo con aquel culotte carne y su minúsculo top del mismo color. Me estaba poniendo de los nervios en todos los sentidos.

-Ya Kiki pero es que hay que ir a por la matricula- se quedó parada en mitad de la sala de ensayo frotando sus sienes.

Me encantaba que fuera tan perfeccionista, pero a la vez me frustraba no poder ayudarla.

-No se me ocurre nada Vio...

-Ya lo tengo- levantó la cabeza y se dirigió a una de las salas colindantes arrastrando una silla que dejó en medio de la sala- siéntate aqui- arrastró mi cuerpo hacia la silla y me sentó con algo de brusquedad- dame un segundo- cogió la guitarra que descansaba al lado del piano y me la entregó con suavidad- toca la canción Kiki- dijo con tono demandante. Irradiaba el ansia de un artista cuando la inspiración llegaba.

Mientras mis manos inciaban el ritmo en la guitarra eléctrica, mis ojos se vieron atraídos por el hechizo que tejía Violeta con su baile. Sus pasos eran como poemas en movimiento, cada uno una estrofa que cuenta una historia de pasión.

Sus pies descalzos se apoyaban con delicadeza en el suelo, dejando una estela de energía palpable a su paso. Cada movimiento, impregnado de una halo etéreo, como si estuviera danzando en las nubes. Sus brazos se extiendieron como alas de mariposa, trazando arcos en el aire que capturan la luz y la transforman en un baile de sombras.

Sus movimientos eran fluidos y sin esfuerzo. Sus giros, como remolinos en el mar, implacables y atrapantes. Empezaban con pontencia y luego los ralentizaba acabando en una cadencia francamente hipnótica.

Con una gracia felina, se lanzó al suelo y adoptó una posición provocativa a cuatro patas. Sus caderas se balanceaban con una sensualidad palpable, mientras su cabello, al mover la cabeza, caía hacia atrás, aunque algunos mechones rebeldes resbalaban con desenfado a los lados de su rostro, enmarcando su mirada penetrante.

Aquella postura emanaba una energía animal y cruda que no dejaría indiferente a nadie. Cada mechón de cabello que caía a los lados de su rostro añadía un toque de misterio y tentación a su figura, como si te estuviera desafiando con su magnetismo.

En aquel momento, era una criatura de la noche, una diosa de la danza que había descendido a la tierra para seducirte con su arte. Era un espectáculo que despertaba los instintos más primitivos.

Se levantó del suelo con una lentitud que desafiaba la gravedad.

Con movimientos suaves y sensuales, como la marea acariciando la orilla, se acercó a mí, cautivándome con cada gesto.

SUSURROS EN EL ALMA // KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora