En el prestigioso Master musical de la escuela Julliard, Chiara y Violeta, dos personalidades diametralmente opuestas, se ven obligadas a compartir habitación. ¿Aprenderán a quererse?
-¿Pero no deberíamos cambiarnos?- preguntó Chiara dudosa al observar nuestros outfits. Quizá íbamos demasiado formales para salir de fiesta.
-Estais estupendas nenas- dijo Juanjo sacándonos de la habitación a rastras.
Casi todos llevaban la ropa de la ópera, sólo que con alguna variación. Martín y Juanjo habían sustituido los pantalones de vestir por unos vaqueros, y el jotero además portaba una camiseta de rejilla de lo más sugerente.
-¿Oye pero nos dejan?- si nos dejaban todo el día de mañana sin salir me iba a cabrear.
-Hoy no ha dicho nada de toque de queda, hay que aprovechar el vacío legal- contestó María bajando el tono para no llamar mucho la atención.
-Yo voto por pillar un taxi- dijo Ruslana.
-Yo igual, no me voy a meter ahora en el berenjenal del transporte público. Que además aquí va por tranvías y no los controlo- contestó su hermana.
Todos estuvimos de acuerdo y en media ahora el vehículo nos dejó frente a la fachada de lo que parecía un edificio abandonado de no ser por la música que se escuchaba desde el interior y la larga cola de entrada.
-Os presento el único ruin bar de todo Viena, el Tür 7- dijo Martin abriendo los brazos como si fuera el dueño del lugar.
Aquello tenía su mérito puesto que los ruin bar eran típicos de Hungría. Consistían en edificios abandonados que la gente había recuperado a modo de pub.
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-Me encanta viajar a sitios con otro idioma, es que puedes llamar de todo a la gente y ni se enteran- río Ruslana amenizando la espera- Eh tu, tonta del culo- le dijo a lo que parecía una chica austríaca que le sonrió de vuelta sin enterarse- ¿veis? Me descojono.
Estallamos en carcajadas por lo extra de la chica. Bien podía haberse topado con una española, por lo que había podido comprobar, los españoles abundaban en las calles vienesas.
Sentí a Chiara tiritar a mi lado y rápidamente me quité la americana para colocársela sobre sus hombros.
-No Vio, a ver si te vas a poner mala- intentó quitársela pero yo la aferré con fuerza sobre ella.
-Estoy bien Kiki, quedátela porfa- y aceptó con una sonrisa agradecida.
De momento no tenía frío, pero aunque lo tuviera le seguiría dando la americana de todas formas. Mi instinto protector hacia Kiki seguía aumentando a pasos agigantados. Me daba miedo hasta donde podría llegar por cuidarla.
-Míralas que monas... si es que son sunshine y sunshine protector total- murmuró Juanjo enternecido.
-Y también son dos mujeres que se comen la boca- soltó Ruslana a bocajarro.
