XV: Lástimas

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Estoy en clase de francés, mirando por la ventana. Veo a Manuel, que
camina hacia las gradas que están junto a la pista. Lleva su comida y
está solo. ¿Por qué come solo?

Manu siempre estaba con Luna y conmigo. El trío. Y ahora no somos ni
siquiera un dúo, y está completamente solo. En parte es culpa de Luna
por haberse ido, pero también es mía. Si no hubiese empezado a gustarme, no hubiera tenido que inventarme toda esta historia con Pablo y podría seguir siendo su buena amiga Mía Colucci.

Quizá por eso mamá le dijo a Luna que no se fuera a la universidad teniendo pareja. Cuando tenes novio o novia, sólo queres estar con esa persona y te olvidas de los demás. Cuando cortan,
perdiste a todos tus amigos.

Horas después, estoy delante de casa, sacando cosas del buzón cuando él estaciona en su entrada.
-¡Hola! -grita. Sale del auto y viene corriendo, con la mochila
colgada del hombro.

Hablamos de cualquier cosa durante unos minutos, y después dice:
-Si necesitas ir a algún lado, sabes que me podes llamar.

Asiento. Lo sé perfectamente. No lo llamaría para cosas relacionadas
conmigo, pero lo haría por Taly, en caso de urgencia.
-A ver, sé que ahora estás con Bustamante, pero vivimos al lado. Es más práctico que te lleve yo al colegio. Es más sostenible desde el punto de
vista ecológico. -No digo nada y él se frota la nuca-. Quería decirte
una cosa, pero mencionártelo me hace sentir un poco raro. Y eso también es raro porque siempre nos contamos todo.

-Todavía podemos hablar. Nada cambió.

Es la mentira más grande que conté en mi vida.

-Bueno, siento que... Siento que me has estado evitando desde que...

Va a decirlo. Va a decirlo de verdad. Bajo la vista al suelo.
-Desde que Luna rompió conmigo.

Alzo la cabeza de golpe. ¿Eso es lo que piensa? ¿Que lo estoy evitando
por Luna? ¿De verdad le afectó tan poco mi carta? Intento mantener
el gesto impasible cuando respondo:
-No te estuve evitando. Estuve ocupada.

-Con Pablo, lo sé. Vos y yo nos conocemos desde hace tiempo. Sos
una de mis mejores amigas, Mía. No quiero perderte a vos también.

El «también» es la palabra crucial. El «también» es lo que hace que me
frene en seco. Es lo que se me atraganta. Porque si no hubiese dicho
«también», se trataría de mí y de él. No de él, Luna y yo.

-La carta que escribiste...

Demasiado tarde. Ya no quiero hablar de la carta. Antes de que pueda
soltar una palabra, lo corto en seco:
-Siempre voy a ser tu amiga, Manu.

Y entonces le sonrío. Pero requiere un gran esfuerzo. Requiere muchísimo esfuerzo. Pero si no sonrío, voy a llorar.

Él asiente.
-Bueno. Bien. Entonces... ¿podemos volver a vernos?

-Obvio.

Manuel alarga el brazo y me levanta la barbilla.
-Entonces ¿puedo llevarte a clase mañana?

-Sí -respondo. Porque de eso iba toda esta historia, ¿no? ¿Poder verlo sin tener que pensar en la carta? ¿Ser su buena amiga Mía otra vez?

Después de cenar, le mando un mensaje a Pablo diciéndole que no necesito que me lleve mañana.
No le digo que me va a llevar Manuel. Por las dudas.

A todos los chicos de los que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora