XVI: DYA

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Hoy la nota de Pablo dice: ¿Dulce y Ácido después de clase?

Dibujó dos cuadrados, uno para el sí y otro para el no. Marco el sí
y dejo la nota entre sus cosas.

Después de clase, me reúno con él en su auto y vamos con sus amigos del equipo de fútbol a Dulce y Ácido.
Pedimos nuestras cosas, y cuándo estoy por pagar, Pablo me frena. Me
guiña el ojo y dice:

-Yo me ocupo.

-Pensaba que no ibas a pagar nada -susurro.

-Los chicos están acá. -Entonces me rodea con el brazo y dice en voz alta-. Mientras seas mi novia, no pienso dejar que pagues el yogur helado.

Pongo los ojos en blanco, pero no voy a decirle que no a un yogur helado gratis. Ningún chico me había invitado nunca. Podría acostumbrarme a que me traten de esta forma.

Me estaba preparando mentalmente para ver a Marizza, pero no
aparece por acá. Creo que él también se está preguntando dónde está, porque mantiene la mirada fija en la puerta. Tratándose de ella, sigo esperando a que pase lo peor. Por el momento esta conservando la calma de una manera tan escalofriante como inquietante.

¿Cuándo piensa contraatacar? Vico dice que ella está demasiado obsesionada con su novio universitario como para perder el tiempo conmigo, pero no lo creo.
Vi cómo mira a Pablo. Como si le perteneciera.

Los chicos juntan unas cuantas mesas, y básicamente invadimos la tienda.
Más tarde estamos yendo hacia los autos, cuando Tomás se dirige a Guido.
-Es tan chiquita que podría ser nuestra mascota.

-Eh, tampoco soy tan chica -protesto.

-¿Cuánto medis? -me pregunta Café.

-Un metro cincuenta y siete -miento. Más bien, mido un metro
cincuenta y cinco.

Tomás tira la cuchara de plástico a la basura y grita:
-¡Sos tan chiquita que entrarias en mi bolsillo! -El resto de los chicos estallan en carcajadas. Pablo sonríe divertido. Entonces Tomás me
agarra de repente y me levanta encima de su hombro como si fuera una
niña.
-¡Bajame! ¡Tomás! -grito. Él empieza a girar en círculos y todos los chicos no paran de reír.

-¡Voy a adoptarte, Colucci! Vas a ser mi mascota. ¡Te voy a meter en la antigua jaula de mi hámster!

Me río tanto que me quedo sin aliento y empiezo a sentirme mareada.
-¡Bajame!

-Soltala, imbécil.-le pide Pablo, pero él también se está riendo.

Tomás corre hasta la camioneta de alguien y me deja en la parte de atrás.
-¡Sácame de acá! -grito. Él ya se fue corriendo. Los chicos
están entrando en sus autos.

-¡Chau! -gritan.

Pablo se acerca corriendo y me ofrece la mano para ayudarme a bajar.
-Tus amigos son unos idiotas -comento, y bajo de un salto.

-Les caes bien.

-¿De verdad?

-Sí. No soportaban que trajera a Marizza. Pero no les importa que vos
vengas con nosotros. -Dice mientras me rodea con el brazo-. Vamos, te llevo a tu casa.

Mientras caminamos al auto, dejo que el pelo me caiga sobre la cara
para que Pablo no vea que estoy sonriendo. Es lindo formar parte
de un grupo, sentir que encajas.

A todos los chicos de los que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora