XIV

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Después de clase, Vico y yo estamos matando el tiempo en mi habitación.

Se peleó con sus padres por pasar toda la noche fuera de casa, así que se esconde acá hasta que su madre se vaya al club de lectura.
Vico se mete un puñado de papas fritas en la boca.
—Decime, Mía. ¿Hasta dónde llegaron?

Casi me atraganto.
—¡A ningún lado! Y no tenemos planes de llegar a ninguna parte en el
futuro cercano.

Ni nunca.

—¿En serio? ¿Nada de nada?

—¡No! Ya te lo dije, mi hermana y yo no somos así.

—¿Me estás jodiendo? Obvio que Luna y Manuel hicieron algo. No seas
tan ingenua, Mía —resopla Vico.

—No soy ingenua. Estoy completamente segura de que Luna y Manuel no lo hicieron.

—¿Cómo podes estar tan segura?

—No te lo voy a contar.

● ● ● ● ● ● ● ●

—¿Para vos, si un chico y una chica llevan mucho tiempo saliendo, significa que tuvieron relaciones sexuales? —pregunto a Pablo.

Estamos sentados en el suelo de la biblioteca, apoyados de espaldas a la
pared. Las clases terminaron, la biblioteca está vacía y estamos haciendo tareas. Pablo siempre saca notas bajas en química, así que lo estoy ayudando.

Él levanta la vista del libro de química. Parece que desperté su
interés. Deja el libro a un costado y dice:
—Necesito más información. ¿Hace cuánto salen?

—Mucho tiempo. Unos dos años o así.

—¿Cuántos años tienen? ¿Nuestra edad?

—Más o menos.

—Entonces es probable, pero no tiene por qué. Depende del chico y de la
chica. Pero si tuviera que apostar algo, diría que sí.

—Pero la chica no es así. Ni el chico tampoco.

—¿De quiénes estamos hablando?

—Es un secreto. —Pero, después de dudar un poco, añado—: Vico dice que seguro que lo hicieron. Dice que es imposible que no lo hayan
hecho.

Pablo suelta un bufido.
—¿Por qué le haces caso? Esa chica es un desastre.

—¡No es ningún desastre!

Pablo me lanza una mirada escéptica.
—. ¿De qué hablan Vico y vos? No
tienen nada en común.

—¿De qué hablamos nosotros dos? —respondo yo.

Él se ríe.
—Bien dicho.
Pablo se corre de la pared y apoya la cabeza en mi regazo y yo me
quedo completamente inmóvil.
Intento que mi voz suene normal cuando digo:
—Hoy estás de un humor raro.

Él arquea una ceja.
—¿De qué humor estoy? —A Pablo le encanta que hablen de él. Por lo
general, no me molesta, pero hoy no estoy de humor para transigir. Ya
tiene a demasiada gente a su alrededor que le dice lo fantástico que es.

—De un humor insoportable —le digo, y se echa a reír.

—Tengo sueño. —Cierra los ojos y se acurruca a mi lado—.Contame una historia para dormir, Colucci.

—No coquetees —le digo.

Abre los ojos de golpe.
—¡No estaba coqueteando!

—Sí que lo estabas. Coqueteas con todo el mundo. Es como si no
pudieras evitarlo.

—Bueno, contigo no coqueteo nunca.

Se endereza y mira su móvil y, de repente, desearía no haber dicho
nada.

A todos los chicos de los que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora