XVII: Cupcakes

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Me presenté voluntaria para preparar seis docenas de cupcakes para el
acto de recaudación de fondos de la Asociación de Padres y Madres de
Alumnos. Lo hice porque Luna lo hizo los dos últimos años. Ella preparó brownies las dos veces, pero yo me anoté para preparar cupcakes porque pensé que tendrían más éxito.
Pero ahora me doy cuenta de que el sistema de Luna es mucho mejor
porque con los brownies sólo tenes que poner la masa en el molde, cocinarlos, cortarlos y ya está. Los cupcakes dan mucho más trabajo.

Tenes que servir la cantidad exacta seis docenas de veces, después esperar a que se enfríen, y después decorarlos.
Estoy midiendo la octava taza de harina cuando suena el timbre.
-¡Natalia! ¡La puerta! -grito.

Vuelve a sonar.
-¡Taly!

Desde arriba, ella responde a gritos:
-¡Estoy ocupada!

Corro a la puerta y abro de golpe sin mirar quién es.
Es Pablo. Está riéndose.
-Tenes harina por toda la cara -comenta, y me desempolva con el dorso de la mano.

Me corro y me limpio la cara con el delantal.
-¿Qué haces acá?

-Vamos al partido. ¿No leíste la nota que te dejé ayer?

-Uh. Me olvidé. -Pablo frunce el ceño y añado-: Tampoco puedo ir, porque tengo que preparar seis docenas de
cupcakes para mañana.

-¿Un viernes por la noche?

-Bueno... Sí.

-¿Es para la Asociación de Padres? -Pregunta mientras entramos.

-Sí -digo sorprendida-. ¿Tu mamá también preparó algo?

-Brownies.

Eso es mucho más práctico que mis cupcakes.

-Perdón, te hice venir hasta acá para nada. Podemos ir al partido
del viernes que viene

Pero no se va. Pablo entra en la cocina y se sienta en un banco.
«¿Eh?».

-Tu casa es exactamente como la recuerdo -dice mientras ve a su alrededor.

-¿Cuándo estuviste en mi casa?

-En séptimo. ¿Te acordas de cuando ibamos a la casa del árbol de tus vecinos? Tenía que hacer pis y vine a tu baño.

-Ah, sí.

Se me hace raro ver en la cocina a un chico que no sea Manuel. No sé por
qué, pero me pongo nerviosa.

-¿Cuánto vas a tardar? -pregunta con las manos en los bolsillos.

-Horas, seguramente.

Levanto la taza de medir una vez más. No me acuerdo de por qué número iba.

-¿Por qué no los compramos hechos? -Se queja.

-¿Pensas que las otras madres van a presentar cupcakes comprados? Haría quedar mal a Taly.

-Bueno, si es para Taly, entonces ella debería ayudar. -Él se levanta de un salto, se me acerca, desliza las manos por mi cintura e intenta desatar las tiras del delantal-. ¿Dónde está la enana?

Me lo quedo mirando.
-¿Qué haces?

Pablo me mira como si fuese tonta.
-Si te ayudo, voy a necesitar un delantal. No quiero ensuciarme la ropa.

-No vamos a llegar a tiempo para el partido.

-Entonces vamos a la fiesta de después. -Me lanza una mirada
incrédula-. ¡Estaba en la nota que te escribí! No sé ni por qué me
molesto.

-Hoy estuve muy ocupada -explico. Me siento culpable. Pablo está
cumpliendo con su parte del trato y escribiéndome fielmente una nota al
día, y yo ni me molesto en leerlas-. No sé si voy a poder ir a la fiesta. No sé si
tengo permiso para salir hasta tan tarde.

A todos los chicos de los que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora