XXIX

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—¿Podemos armar el árbol este fin de semana? —pregunta Taly durante el desayuno.

—No veo por qué no.

Por la tarde, Manuel llega justo cuando estamos por empezar. Tengo el
presentimiento de que va a querer quedarse y ayudar a decorarlo.
No puedo dejar de pensar en lo que dijo Pablo. Que podría gustarle a Manuel.

—Un poco más a la izquierda. No está lo bastante recto —dirige Taly.

Bajo la caja con las luces y los adornos, y empiezo a ordenarlos.
—¿Qué luces usamos este año, las de colores o las blancas? —pregunto.

—Las blancas. Tienen más clase —responde Taly.

—Pero las luces de colores son más extravagantes. Son más nostálgicas—opina Manuel.

Pongo los ojos en blanco.
—¿Extravagantes, Manu?

Y él comienza a argumentar a favor de las luces de colores y ambos
discutimos hasta que papá dice que deberíamos colgar mitad y mitad. Por fin parece que las cosas volvieron a la normalidad entre los dos, ahora que peleamos como en los viejos tiempos.

Pablo se equivocó con él.

Un rato después, papá tiene que irse al hospital y Taly se va a casa de los vecinos a jugar con una amiga, así que sólo quedamos él y yo ordenando la casa.
Manuel levanta la caja y choca con una rama del árbol y un adorno de cristal cae y se rompe.

—Manueeel. Lo hice en clase de arte.

—Perdón.

—No pasa nada. Tampoco era tan lindo, le puse muchas plumas.

Es una bola de cristal transparente con plumas y lentejuelas en el
interior. Voy a buscar la escoba y, cuando vuelvo, dice:
—Actuas de manera distinta con Pablo, ¿sabías?

Levanto la vista de donde estoy barriendo.
—No, no lo sabía.

—No te comportas como vos misma. Actuas como… como todas las otras
chicas. Vos no sos así, Mía.

—Me comporto como siempre. ¿Y vos qué sabes, Manuel? Casi no estuviste
con nosotros —respondo, molesta. Me agacho para agarrar un pedazo de
cristal roto.

—Cuidado. Deja, lo hago yo —Dice, y se inclina a mi lado para agarrar otro pedazo—. ¡Ay!

—¡Tene cuidado vos! —le replico, y me inclino para examinarle el dedo de
cerca—. ¿Estás sangrando?

Él sacude la cabeza a modo de negación.
—Estoy bien —dice, y luego añade—: ¿Sabes lo que no entiendo?

—¿Qué?

Manuel me mira fijamente. Tiene los cachetes colorados.
—¿Por qué no dijiste nada? Si durante todo ese tiempo sentiste algo por
mí, ¿por qué no dijiste nada?

Se me tensa todo el cuerpo. Eso no me lo esperaba. No estoy
preparada. Trago saliva y digo:
—Estabas con Luna.

—No estuve siempre con ella. Lo que escribiste… Yo te gustaba
antes de que me gustase Luna. ¿Por qué no me lo dijiste?

—¿Y eso qué importa ahora?

—Importa, y mucho. Tendrías que habérmelo dicho. Al menos tendrías
que haberme dado una oportunidad.

—¡No hubiera cambiado nada, Manuel!

—¡Te estoy diciendo que sí! —exclama, y da un paso hacia mí.

Me levanto con brusquedad. ¿Por qué me dice todo esto justo cuando las
cosas empezaban a volver a la normalidad?

—No inventes cosas. Nunca pensaste en mí de esa manera, ni una sola vez, así que no intentes reescribir la historia sólo porque ahora estoy con alguien.

—No intentes decirme qué es lo que pienso. No me conoces tan bien, Mía.

—Sí que te conozco. Te conozco mejor que nadie. ¿Sabes por qué? Porque sos predecible. Todo lo que haces es más que predecible. El único motivo por el que me estás diciendo todo esto es que estás celoso. Y ni siquiera lo estás de mí. No te importa con quién esté. Estás celoso porque Pablo ocupó tu lugar. Hasta Taly lo prefiere a él.

Me mira enojado y yo le devuelvo la
mirada.
—¡Bueno! ¡Estoy celoso! ¡¿Contenta?! —grita.

Y entonces inclina la cabeza con brusquedad y me besa. En los labios.
Tiene los ojos cerrados. Los míos están completamente abiertos. Y entonces los míos también se cierran y, por un segundo, sólo un segundo, le devuelvo el beso.
Me separo de él de un empujón.
—¿Eso lo habías predicho, Mía? —dice con voz triunfante.

Abro y cierro la boca, pero no me salen las palabras. Suelto la escoba y
corro escaleras arriba tan rápido como puedo. Corro hasta mi habitación
y cierro la puerta. Manuel acaba de besarme.
Mi hermana va a volver dentro de unas semanas. Y tengo un novio de
mentira a quien acabo de serle infiel.

A todos los chicos de los que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora