III

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La noche anterior a su viaje, las tres dormimos en la habitación de Luna.
Taly siempre es la primera en caer dormida. Yo solo me acuesto a
oscuras con los ojos abiertos. No puedo dormir. La idea de que mañana
por la noche Luna no va a estar en esta habitación me asusta tanto. Odio los cambios más que nada en este
mundo.

Desde las sombras, ella pregunta:
—Mía…, ¿estuviste enamorada alguna vez? Enamorada de
verdad.

Su pregunta me agarra desprevenida. No tengo ninguna respuesta preparada.
Intento pensar en alguna, pero ya está hablando otra vez.

—Desearía haberme enamorado más de una vez. Creo que deberías
enamorarte al menos dos veces en la secundaria —dice en tono
melancólico. Luego deja escapar un suspiro y se duerme.

Me despierto en mitad de la noche y ella no está. Taly sigue a mi lado, pero Luna no. La oscuridad es total; sólo la luz de la luna se filtra a través de las cortinas. Me levanto de la cama y voy a la ventana.

Ahí están: Manuel y ella, de pie la entrada de nuestra casa. Luna aparta la mirada de Manu hacia la luna. No
se están tocando. Hay tanto espacio entre los dos que resulta evidente
que mi hermana no cambió de opinión.

Suelto la cortina y regreso a la cama.
Desearía no haber visto esa escena. Era demasiado íntima. Debía pertenecerles sólo a ellos.

Me acuesto de lado. ¿Qué se debe de sentir al tener un chico que te quiere
hasta tal punto que llora por ti? Y no un chico cualquiera. Manuel. Nuestro
Manuel.

En respuesta a su pregunta: sí, creo que he estado enamorada de
verdad. Aunque solamente una vez. De Manuel. Nuestro Manu.

● ● ● ● ● ●

Así fue como Luna y Manuel se convirtieron en pareja.

En cierto modo, el
primero en decírmelo fue él.

Ocurrió hace dos años. Estábamos sentados en la biblioteca haciendo los deberes de matemáticas y entonces, dijo:
—Necesito un consejo. Me gusta una chica.

Por un segundo, pensé que era yo. Pensé que iba a decir que era yo.
Tenía la esperanza de que lo dijera.

Pero entonces vi cómo se sonrojaba, con la mirada perdida en el
espacio, y supe que no se refería a mí.

Hice una lista mental de todas las chicas posibles. Era una lista corta.
Él no tenía muchas amigas.
Podría ser Feli, del equipo de voley. Una vez la señaló como la
chica más linda de su curso.
En su defensa, lo obligué a hacerlo. Le
pregunté quién era la chica más linda de cada curso. De las de mi
clase, eligió a Marizza.
No me sorprendió, pero igualmente me rompió un poco el corazón.

Estaba a punto de preguntárselo cuando la bibliotecaria nos hizo callar,
así que volvimos a concentrarnos en los ejercicios. Él no volvió a sacar
el tema y yo no pregunté.
Sinceramente, prefería no saberlo. No era yo, y eso era lo único que me importaba.

No se me ocurrió en ningún momento que pudiera ser Luna. No la
veía como el tipo de chica que podía gustarle.

Lo que me resultó más sorprendente fue que a ella también le gustase. No por el tipo de persona que es él, sino por el tipo de persona que es Luna. Nunca había dicho que le
gustase ningún chico, ni una sola vez.  Luna estaba por encima de esas cosas. Su existencia se desarrollaba en un plano superior donde esas cosas (los chicos, el maquillaje y la ropa) no tenían importancia.

Todo ocurrió de repente. Luna llegó tarde a casa ese día de octubre.
Entró en la cocina y anunció:
—Tengo algo que contarles.

Taly estaba haciendo los deberes en la mesa de la cocina, papá estaba
volviendo del trabajo y yo revolvía la salsa para la cena.

—¿Qué? —preguntamos las dos.

—Manu dice que le gusto.

Me quedé helada.
—¿Manu? ¿Nuestro Manuel?
No me atrevía siquiera a mirarla. Me daba miedo que se diese cuenta.

—Sí. Hoy me esperó a la salida de clase para decírmelo. Dice… —Luna sonrió, emocionada—. Dice que soy la chica de sus sueños

Sonreí. Lo único que sentía era desesperación. Y envidia.
Una envidia tan profunda que parecía asfixiarme. Así que
volví a intentarlo, esta vez con otra sonrisa.
—¿Así que ahora son novio y novia?— Preguntó Natalia.

—Creo que sí.
Y entonces sonrió, y comprendí que
a ella también le gustaba. Y mucho.
Esa noche escribí mi carta para él.

"Querido Manuel..."
Lloré mucho. Y así fue como terminó. Terminó incluso antes de tener mi
oportunidad. Lo importante no era que él hubiese elegido a Luna,
sino que ella lo había elegido a él.
Ése era el fin. Lloré mares. Escribí mi carta y lo dejé todo atrás. No volví a pensar en él de esa forma desde entonces.

● ● ● ● ●

Sigo despierta cuando Luna regresa a la cama, pero cierro
los ojos rápido y finjo dormir. Cuando todo queda en completo silencio miro a Luna de reojo. Está de espaldas a
nosotras. Le tiemblan los hombros. Está llorando.

Ella nunca llora.

Ahora que la vi llorar por él, estoy más convencida que nunca: estos dos no terminaron.

A todos los chicos de los que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora