XXVII

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Papá está emocionado cuando le pido que firme la hoja del permiso.
—Mía, que bien. ¿Te convenció Pablo? ¡Te da miedo esquiar desde que tenías diez años y te abriste de piernas y no
pudiste volver a levantarte!

—Sí, me acuerdo.

Me devuelve la hoja y dice alegremente:
—Podes usar los pantalones de esquí de Luna. Y sus guantes.

No le digo que no voy a necesitarlos porque voy a estar sentada en el hotel, leyendo y tomando chocolate caliente.

Cuando hablo esa misma noche con Luna por teléfono y le cuento que voy a ir al viaje, se muestra sorprendida.
—Pero no te gusta esquiar.

—Voy a probar el snowboard.

—Tene cuidado —me advierte.
Pienso que se refiere a las pistas de esquí, pero cuando Vico se acerca
por casa la noche siguiente para que le preste un vestido, me doy cuenta de que no se trata de eso.

—Sabes que todo el mundo lo hace durante el viaje de esquí, ¿no?

—¿Qué?

—Ahí fue donde perdí la virginidad en primero.

—Pensaba que la habías perdido en la casa de Joaquin.

—Ah, sí. Da igual, la cuestión es que también estuve con alguien durante el
viaje de esquí.. Las profesoras se van temprano a dormir porque son viejas. La gente se escapa. Además, hay un jacuzzi. ¿Sabías que hay un jacuzzi?

—No… Pablo no me lo mencionó. Tampoco es que puedan obligarte a entrar en el jacuzzi si no quieres.

—El año en que fui yo, la gente se bañaba desnuda. Más vale que te prepares. —me advierte Vico, y se mordisquea la uña

No es que me preocupe que Pablo intente hacer algo conmigo. Sé que no
lo va a hacer porque no piensa en mí de esa manera. Pero ¿y la gente? ¿Lo
esperará? ¿Voy a tener que quedarme en su habitación por la noche para que
la gente piense que estamos haciendo algo? No quiero meterme en un
lío, pero Pablo siempre termina convenciendome de que haga cosas que no quiero hacer.

Agarro a Victoria de la mano.
—¿Vas a venir? ¡Por favor, por favor!

—Sabes perfectamente que no voy a excursiones escolares —responde,
negando con un gesto.

—¡Antes sí lo hacías!

—Sí, en primero. Ahora ya no.

—¡Pero necesito que vayas! ¡Te necesito! —imploro, desesperada.
Impasible, Vico saca la mano y se dedica a examinarse el cutis en el
espejo.

—Pablo no te va a presionar para que estés con él si no queres. No es tan idiota. La verdad, es bastante decente.

—¿A qué te refieres con decente? ¿Decente en el sentido de que no le
importa el sexo?

—Dios, no. Marizza toma pastillas desde antes que yo. Es una lástima que toda la familia piense que es un
ángel. Es más falsa… Debería mandarle una carta anónima a la abuela…
No lo haría. Porque no soy tan mala como ella. ¿Te acordas de cuando
le dijo a nuestra abuela que yo iba al colegio borracha? —Ella no se
espera a que responda. Cuando empieza a despotricar sobre Marizza,
no hay quien la pare—. ¡Hicieron una reunión familiar para hablar sobre mí! Me alegro de que le hayas
robado a Pablo.

—No se lo robé. ¡Ya habían cortado!

—Sí, claro. Marizza va a ir al viaje de esquí. Es la delegada del curso, así que prácticamente lo organiza ella. Así que
tene cuidado. No salgas sola a esquiar —resopla.

—Vico, te lo suplico. Acompañame, por favor. —En un segundo de inspiración,
añado—: ¡Si venis, a Marizza le va a re molestar! Lo organizó todo. Es su viaje. ¡No va a querer verte ahí!

Ella frunce los labios formando una sonrisa.
—Sabes cómo manipularme.

A todos los chicos de los que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora