Luna está tocando el piano mientras Taly y Manuel están intentando enseñar a Jamie a sentarse. Yo estoy sentada leyendo un libro cuando entra Pablo Bustamante por la puerta con un tupper entre las manos. Casi me atraganto con el café.
Taly lo divisa a la vez que yo.
—¡Viniste! —Grita. Natalia salta en sus brazos, y él deja el tarro de galletitas en el suelo y la levanta en brazos. Cuando la suelta, lo lleva de la mano hacia donde estoy sentada.—Mira lo que trajo Pablo —dice Taly dándole un empujoncito.
Él me pasa las galletitas.
—Toma. Galletitas de fruta hechas por mi mamá.—¿Qué haces acá? —susurro en tono acusador.
—La enana me invitó. —Señala con la cabeza a Taly, quien, casualmente, volvió corriendo a Jamie. Manuel está de pie con el ceño fruncido—. Tenemos que hablar.
Así que ahora quiere hablar. Demasiado tarde.
—No tenemos nada de que hablar.
Él me agarra del codo y yo intento separarme, pero no me suelta. Me lleva hasta la cocina.
—Quiero que le inventes una excusa a Taly y te vayas. Y podes
llevarte tus galletitas.—Primero decime por qué estás tan enojada conmigo.
—¡Porque sí! ¡Todo el mundo dice que estuvimos en el jacuzzi y que soy una puta y te da igual!
—¡Les dije que no era verdad!
—¿De verdad? ¿Les dijiste que sólo nos habíamos besado?
Él duda, así que continúo:
—¿O dijiste: «Chicos, no lo hicimos en el jacuzzi», guiño, guiño, sonrisa
autosuficiente?Pablo me taladra con la mirada.
—Confia un poco en mí, Colucci.—Sos una mierda, Pablo.— Otra voz se escucha en la habitación. Me giro de golpe. Ahí está Manuel, en el marco de la puerta, lanzándole una mirada asesina. —Vos tenes la culpa de que estén diciendo todo eso sobre Mía. —Manuel sacude la cabeza, asqueado.
—Baja la voz —susurro, y miro a un lado y a otro para comprobar que no nos escucha nadie. No puedo creer que esto esté pasando justo ahora, con toda mi familia en la habitación de al lado.
A Pablo le tiembla la mandíbula.
—Aguirre, ésta es una conversación privada entre mi novia y yo. ¿Por qué
no vas a jugar Minecraft o algo así? O puede que pasen una maratón de El Señor de los Anillos en la tele.— Mía, de esto es de lo que estuve intentando cuidarte. No es suficiente para vos. Sólo te va a hundir.
A mi lado, Pablo se pone rígido.
—¡Superalo de una vez! Ya no le gustas. Se terminó. Pasa página.—No tenes ni idea de lo que hablas —dice Manu.
—Lo que digas. Me dijo que intentaste besarla. Si lo volves a hacer, te voy a partir la cara.
—Adelante —dice Manuel, y deja escapar una carcajada.
Me invade el pánico cuando Pablo camina con determinación hacia él.
Pablo echa atrás el brazo.—¡Basta ya!— Gritan detrás de nosotros.
Entonces la veo. Luna, de pie detrás de Manuel, la mano en la boca. La música del piano se detuvo. El mundo deja de girar porque Luna escuchó todo. —No es cierto, ¿no? Por favor, decime que no es cierto.Abro y cierro la boca. No me hace falta decir nada porque ya lo sabe. Luna me conoce muy bien.
—¿Cómo pudiste? —pregunta, y le tiembla la voz. El sufrimiento que
veo en su mirada hace que quiera estar muerta. Nunca la había visto así.—Luna —empieza Manuel, pero ella sacude la cabeza y retrocede.
—Fuera —le ordena, y se le está quebrando la voz. Entonces me mira—.
Sos mi hermana. La persona en la que más confío.—Luna, espera.
Pero ya se fue. Escucho sus pasos escalera arriba, y cómo se cierra la
puerta sin dar ningún portazo.Entonces rompo a llorar.
—Perdón —se disculpa Manuel—. Todo esto es por mi culpa.
Y se va por la puerta de atrás.
Pablo intenta abrazarme, pero lo detengo.
—¿Te importaría… te importaría irte?Su expresión denota sorpresa y angustia al mismo tiempo.
—Sí, ya me voy —se resigna, y sale de la cocina.Voy al baño que está al lado de la cocina y me siento a llorar.
Me pongo de pie y me mojo la cara con agua fría. Tengo los ojos rojos e
hinchados. Mojo una toalla y me humedezco un poco la cara.Subo hasta la habitación de mi hermana. La puerta está cerrada.
Desde fuera pregunto:
—¿Puedo entrar?Sin respuesta.
—Por favor, Luna. Por favor, déjame que te lo explique…
Nada de nada.
Me siento delante de la puerta y empiezo a llorar. Mi hermana mayor
sabe cómo lastimarme mejor que nadie. Su silencio, que me haga el
vacío, es el peor castigo que podría ocurrírsele.Pasan los días, y nada. Evita mirarme, y sólo me dirige la palabra cuando es estrictamente necesario. Taly nos observa con gesto preocupado. Papá está confundido y nos pregunta qué fue lo que pasó, pero no insiste en obtener una respuesta.
Se levantó un muro entre las dos, y siento cómo se aleja más y más
de mí. Se supone que las hermanas se pelean y después se reconcilian
porque son hermanas, y una hermana siempre encuentra el camino de vuelta hacia la otra. Pero lo que más me asusta es que quizá no lo consigamos.
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A todos los chicos de los que me enamoré
FanfictionMía guarda sus cartas de amor en una caja. No son cartas que le hayan enviado, las escribió ella, una por cada chico de los que se ha enamorado. En ellas se muestra tal cual es, porque sabe que nadie las leerá. Hasta que un día alguien las envía por...