IX

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El sábado por la tarde, después de almorzar, saco a Sadie a pasear.
Sadie es una golden retriever que vive
al final de la calle. La familia Gonzales está fuera de la ciudad esta noche y
me pidieron que le diera de comer y la paseara.
Sadie y yo seguimos nuestra ruta de siempre cuando aparece Manuel con su ropa de ir a correr. Se agacha para acariciar a Sadie y dice:
—¿Cómo van las cosas con Pablo?

«Me alegra que me hagas esa pregunta, Manu, porque me preparé la respuesta».

—De hecho, él y yo cortamos esta mañana. —Me muerdo el labio e
intento parecer triste—. Es muy difícil, me gusta desde hace tanto y por fin le gusto yo. Pero no pudo ser. Creo que aún no supera la ruptura. Sigue pensando en Marizza.

Él me mira extrañado.
—Lo vi en la libreria hoy, y eso no es lo que iba diciendo...

¿Qué hacía Pablo en una librería? Las librerías no son lo suyo.

—¿Qué dijo? —Intento sonar relajada, pero el corazón me palpita tan fuerte que estoy convencida de que Sadie puede escucharlo.

—Cuando le estaba cobrando, le pregunté cuándo fue que empezaron a
salir, y me dijo que hace poco tiempo. Tambien dijo que le gustabas
mucho.

¿Qué…?

● ● ● ● ● ● ●

El lunes, durante la clase de química, Pablo se sienta en la fila de delante. Le escribo una nota.
"¿Por qué le dijiste a Manuel que …—dudo un momento y termino
con— éramos algo?"

Le doy una patada a la silla, se da la vuelta y le doy la nota. La lee, escribe y luego se inclina hacia atrás en la silla y suelta la nota en mi mesa sin mirarme.

"¿Algo? Jaja.
Luego lo hablamos."

Después de clase, Pablo desaparece con sus amigos. Se van todos
e

n grupo. Estoy guardando mis cosas en la mochila cuando vuelve solo y se sienta de un salto en una mesa.

—Hablemos

Me aclaro la garganta para poner mis ideas en orden.
—¿Por qué le dijiste a Manuel que éramos… pareja?

—No sé por qué te enojas. Te hice un favor. Podría haberte dejado tirada con la misma facilidad.

Me detengo un momento. Tiene razón. Podría haberlo hecho.

—Fue… muy generoso de tu parte. Pero ya le conté a Manuel que lo nuestro no va a funcionar porque Marizza te
tiene domado, así que ya no tenes por qué preocuparte. Ya podes dejar
de fingir.

Él me taladra con la mirada.
—No me tiene domado.

—¿Ah, no? A ver, los dos estan juntos desde hace mucho tiempo. Sos básicamente de su propiedad.

—No sabes de lo que hablas —Se queja.— Ya no estamos juntos, así que
¿te importaría dejar ya de revolver la basura? Terminamos. Ya corté con ella.

—Espera, ¿no fue ella la que te dejó? —pregunto.

Él me lanza una mirada asesina.
—Fue de común acuerdo.

—Bueno, seguro que van a volver a estar juntos dentro de nada. Ya cortaron antes, ¿no? Y volvieron a estar juntos en poco tiempo. No nos olvidemos de lo que le pasó a Sol.

Él y Marizza rompieron durante un mes el año pasado, así que Pablo empezó a salir con Sol. Es posible que ella sea incluso más linda que Marizz, pero su tipo de belleza es distinto. Digamos que las cosas no salieron bien. Marizza no sólo la expulsó de su grupo de amigas sino que además le contó a todo el mundo que Sol sólo se lavaba el pelo una vez al mes. Finalmente se cambio de colegio y Marizza y Pablo volvieron a estar juntos a tiempo para su aniversario.

—Marizza dice que no tuvo nada que ver con todo eso.

Le lanzo una mirada incrédula.
— La conozco bien, y vos también. Bueno, la conocía. Pero no creo que la gente cambie tanto. Es lo que es. No hace falta ser muy inteligente para llegar a la conclusión de
que Marizza estaba celosa de ella. Siempre fue muy celosa. Me
acuerdo de cuando mi hermana me compró…

Pablo me está mirando pensativo y, de repente, empiezo a ponerme
nerviosa.

—¿Qué?

—Hagámoslo durante una temporada.

—¿El qué?

—Hagámosle pensar a los demás que somos pareja.

Un momento… ¿Qué?

—Ella se está volviendo loca pensando en lo que hay entre nosotros. ¿Por qué no dejamos que enloquezca un poco más? Sería perfecto. Si salis conmigo, va a entender que terminamos.

Él se me acerca y yo retrocedo. Ríe, ladea la cabeza y apoya una
mano en mi hombro.
Suelto una risa nerviosa.
— Perdón, Pablo, pero no estoy interesada. En vos.

—Bueno, claro. De eso se trata. Yo tampoco estoy interesado en vos. Así que ¿qué te parece?

Me encojo de hombros para correrle la mano.
—¿Hola? ¡Te acabo de contar que Marizza le destroza la vida a cualquier
chica que se te acerca!

Pablo hace caso omiso de mi respuesta.
—Marizza ladra mucho. Nunca le haría nada a nadie. No la conoces como
yo. —En vista de que no respondo, interpreta mi silencio en positivo y
añade—: Vos también te beneficiarías.
Con Manuel. ¿No te preocupaba
quedar mal con él? Bueno, fingí que estás conmigo. Pero sólo negocios. No me conviene que también te enamores de mí.

—No quiero ser tu novia de mentira, y mucho menos la de verdad.

El ojiazul parpadea.
—¿Por qué no?

—Ya leíste mi carta. No sos mi tipo. Nadie creería que me gustas.

—Como quieras. Intento hacerte un favor. —Entonces se encoge de
hombros y mira la puerta como si esta conversación lo aburriese—. Pero
Manuel, sin duda, se la creyó.

De repente, sin pensar, digo:
—Bueno. Hagámoslo.
Horas después, estoy tirada en la cama completamente asombrada
por lo que pasó. Lo que dirá la gente cuando me vea andando por
el pasillo junto a Pablo Bustamante.

A todos los chicos de los que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora