XXXII

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El día siguiente, después de clase, voy a buscar a Pablo al gimnasio. Está sentado en el press de banca. Creo que lo mejor va a ser hablar acá en vez de hacerlo en su auto. Voy a extrañar subir en su auto. Empezaba a sentirme como en casa. Voy a extrañar ser la novia ficticia de alguien. No la de alguien, sino la de él. Guido, Tomás y los otros chicos del equipo de fútbol empezaron a caerme muy bien. No son tan idiotas como todos creen. Son buena gente.

Sólo estamos Pablo y yo. Está levantando pesas en el press de banca.
Sonríe cuando me ve.

—¿Venis a vigilar que no me haga mal? —Él se incorpora y se seca la cara con el cuello de la remera.

Siento una punzada dolorosa en el corazón.

—Vengo a cortar con vos. A cortar con vos de mentira, digo.

Pablo me mira dos veces, como si no se lo creyera.
—Espera. ¿Qué?

—No hace falta que sigamos con esto. Ya conseguiste lo que querías, ¿no?  Hablé con Manuel, y todo volvió a la normalidad. Y mi hermana va a volver pronto a casa. Así que… misión cumplida.

—Sí, supongo. —Él asiente con lentitud.

En el momento en que intento sonreír, se me rompe el corazón.

—Muy bien, bueno. —Saco el contrato de mi mochila—. Nulo y sin efecto legal. Por la presente, ambas partes han
cumplido con sus obligaciones mutuas en perpetuidad.

Me dedico a recitar de un tirón la jerga de abogado.

—¿Lo llevas siempre ahí?

—¡Obvio! Taly no tardaría ni dos segundos en encontrarlo.

Levanto el papel, dispuesta a romperlo por la mitad, pero Pablo me lo saca.
—¡Espera! ¿Qué pasa con el viaje de esquí? Vas a venir, ¿no?

No había pensado en ello. Sólo iba a ir por Pablo. Ahora ya no puedo. No
quiero ser testigo de su reencuentro con Marizza. No puedo.
Quiero que vuelvan del viaje juntos, como por arte de magia, y todo esto
habrá sido como un sueño.

—No voy a ir.

Pablo abre los ojos como platos.
—¡Dale, Mía! No me dejes tirado. Ya nos anotamos y pagamos el depósito y todo. Veni conmigo. Va a ser nuestra despedida.

Me dispongo a protestar, sin embargo él sacude la cabeza.
—Vas a ir, así que ya te podes ir guardando el contrato.

Dobla el folio una vez más y lo guarda con mucho cuidado en mi
mochila.

¿Por qué es tan difícil decirle que no? ¿Es esto lo que se siente cuando
estás enamorada de alguien?

A todos los chicos de los que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora