XXIV

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Durante el almuerzo, Pablo y sus amigos se cansan de comer bolitas de
arroz. Yo sólo consigo comer tres.
—Están buenísimas —repite Pablo una y otra vez. Cuando alarga la mano para agarrar la última, se detiene de golpe y me mira de reojo para ver si me di cuenta.

—Te la podes quedar —le concedo. Sé en lo que está pensando. La
última porción de pizza.

—Comela vos.

—¡No la quiero! —Levanto la bolita de arroz con los dedos y se la pongo delante de la cara.—Deci «ah».

—No. No pienso darte la razón

Tomás se ríe.

—Estoy celoso, Bustamante. Ojalá tuviera una chica que me de la
comida en la boca. Mía, si él no la quiere, me la podes dar a mí —se ofrece Café, mientras se inclina y abre la boca.

Pablo lo empuja a un lado y dice:
—¡Correte, es mía!

Abre la boca y se la doy. Con la boca llena de arroz y los ojos cerrados, dice:
—Me encantan.

Sonrío porque es tierno. Y por un segundo, sólo un segundo, se me
olvida. Me olvido de que todo esto no es real.

Pablo traga la comida que tiene en la boca y pregunta:—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás triste?

—No estoy triste. Estoy hambrienta porque se comieron todo mi
almuerzo.

Él se levanta de la silla de inmediato.
—Voy a comprarte un sándwich.

Le agarro de la manga.
—No. Te estaba jodiendo.

—¿Segura? —Asiento con un gesto y vuelve a su lugar—. Si te da hambre más tarde, podemos parar en algún lugar a comer algo.

—De eso quería hablarte. Ya arreglaron mi auto— (que estaba en el taller)—, así que no necesito que me lleves.

—¿En serio? No me molesta ir a buscarte. Sé que no te gusta manejar —
dice, y se acomoda en su silla.

—Necesito practicar para mejorar.—le replico, sintiéndome como Luna.— Además, así vas a poder dormir cinco minutos más.

—Cierto —dice él, sonriendo de oreja a oreja.

●●●●●●

La cena de domingo virtual se me ocurrió a mí.
Tengo la computadora apoyada encima de una pila de libros en el centro de la
mesa. Papá, Taly y yo estamos sentados enfrente con nuestras
porciones de pizza. Para nosotros es el almuerzo, y para Luna, la
cena. Ella está sentada a su escritorio con una ensalada.

—¿Están comiendo pizza otra vez? —nos reprende, y nos lanza a papá y a mí una mirada desaprobadora.

—Esta noche vamos a cenar ensalada de espinacas —acota papá.

—¿Podes convertir mi porción de espinacas en un batido? Es la manera
más saludable de comer espinacas. —pregunta Taly.

—¿Cómo sabes? —pregunta Luna a su vez.

—Me lo dijo Pablo.

La porción de pizza que me llevaba a la boca queda paralizada a medio
camino.
—¿Qué Pablo?

—El novio de Mía.

—Un segundo... ¿Con quién está saliendo Mía?

Desde la pantalla, los ojos de Luna están abiertos como platos y tiene
un gesto de incredulidad.
—Pablo Bustamante —aclara Natalia.

Giro la cabeza y la mato con la mirada.
Los ojos de Luna van de Taly hacia mí.

—¿Qué? ¿Cómo pasó?

—Simplemente... pasó —explico sin convicción.

—¿En serio? ¿Cómo podes estar interesada en alguien como Pablo Bustamante? Es tan... ¿Sabes que Manuel lo encontró una vez copiandose en un examen? —Luna sacude la cabeza con incredulidad.

—Una vez, ¡en séptimo! Séptimo no cuenta y no era un examen, era un
test.

—No creo que sea bueno para vos. Todos los chicos del equipo de fútbol son unos idiotas.

—Bueno, él no es como los demás.

No entiendo por qué Luna no puede alegrarse por mí. Al menos, yo
fingí alegrarme cuando empezó a salir con Manuel. Ella también podría
fingir por mí. Y también odio que diga todo eso delante de papá y de Taly.

—Si hablas con él y le das una oportunidad, te vas a dar cuenta, Luna.

No sé por qué me molesto en intentar convencerla de que Pablo es un
buen chico cuando todo esto va a terminar pronto. Pero quiero que sepa que es un buen chico, porque lo es.

Ella pone una mueca como de querer decir: «Sí, seguro que sí», y sé que no me cree.

—¿Y qué pasa con Marizza?

—Cortaron hace meses.

Papá parece estar confundido y dice:
—¿Pablo y Marizza eran pareja?

—Olvídalo, papá.
Mi hermana está callada, masticando su ensalada, y pienso que el
interrogatorio ha terminado, pero entonces suelta:
—No es muy inteligente, ¿no?

—¡No todo el mundo es un genio! Y hay diferentes tipos de inteligencia. Pablo tiene un cociente intelectual emocional muy alto...

La desaprobación de Luna me enoja. Mucho. ¿Qué derecho tiene a opinar cuando ya no vive acá? Natalia tiene más derecho que ella.

—Taly, ¿a vos te gusta Pablo? —le pregunto. Sé que va a decir que sí.

Ella se anima. Se nota que está contenta de que la incluyan en la
conversación de grandes.
—Sí.

—Taly, ¿vos también estuviste con él? —dice Luna sorprendida.

—Obvio. Viene todo el tiempo. Nos lleva en auto.

—Mmm —se limita a decir Luna, y su gesto escéptico hace que me den ganas de apagar la pantalla.

A todos los chicos de los que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora