XXI: Escapemos

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Los padres de Manuel pelean mucho. No sé si es normal porque sólo
tengo un padre, pero no recuerdo que mis padres se pelearan tanto.

Nuestras casas están tan cerca que a veces los escucho si tengo la ventana
abierta. Las peleas suelen comenzar por alguna pavada, pero terminan subiendo el tono. Cuando las cosas se ponen feas, Manu viene a casa.
Cuando éramos más chicos, se escapaba en pijama con su almohada y se quedaba hasta que su mamá venía a buscarlo. Es algo de lo que no hablamos.
Puede que Luna y él sí, pero él y yo, no. Lo máximo que ha comentado es que
a veces desearía que se divorciaran para que todo eso acabase de una
vez. Pero nunca lo hacen.

Esta noche los estoy escuchando. También los escuché otras noches desde que Luna se fue, pero esta noche es una pelea más fuerte. Tanto que cierro la ventana. Agarro mis deberes, bajo al salón y enciendo las
luces para que Manuel sepa que puede venir si quiere.

Media hora después, llaman a la puerta. Me envuelvo en una manta de
color azul pálido y abro.
Es él. Me ofrece una sonrisa avergonzada.
-Hola. ¿Puedo quedarme un rato?

-Claro. -Dejo la puerta abierta y regreso al salón arrastrando los pies
Manuel se pone a ver la tele y yo hago los deberes.
Cuando vuelve a su casa, ordeno el salón, cierro todas las puertas con llave y apago las luces. Después me sirvo una vaso de agua y subo la escalera.
La luz de mi habitación está prendida y Vico está dormida en mi
cama. La empujo a un lado para poder acostarme yo también. Ella se
despierta y susurra:

-¿Vamos a comer hamburguesas?

-Es muy tarde para comer hamburguesas. Manuel acaba de irse -respondo.

Vico abre los ojos de golpe.
-¿Manuel estaba acá? ¿Por qué?

-Por nada. -No le voy a contar los secretos de Manu, ni siquiera a Vico.

-No se lo digas a Pablo.- Dice

-No le importaría.- Opino

Vico niega con la cabeza.
-A todos los chicos les importa.

-Él es diferente. Confía mucho en sí mismo.

-Ésos son los peores -sentencia. Estoy a punto de preguntarle a
qué se refiere, pero añade-: Hagamos una locura.

-¿Como qué?

Es día de semana. No puedo ir a ningún lado, y lo sabe. Pero me gusta escuchar sus propuestas. Son como cuentos para irse a dormir.

-Como... No sé. Podríamos meternos en la residencia de ancianos y
fugarnos con esa abuela de la que siempre hablas. ¿Cómo se llamaba?
¿Thunder?

-Stormy -respondo riendo.

-Sí, Stormy. Tiene pinta de saber divertirse. -Bosteza.

-Stormy se duerme todas las noches a las nueve para tener un sueño reparador. Hagámoslo mañana.

Mañana ella se habrá olvidado por completo, pero no deja de ser una
idea bonita. Tiene los ojos cerrados otra vez. Apago la luz de la mesita de noche.
-Buenas noches, Vico.

Victoria se arrima a mí un poco más.
-Buenas noches.

A todos los chicos de los que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora